Los estudiantes representan un motor fundamental de la economía, por lo que resulta preocupante que AMLO anuncie el regreso a clases presenciales en agosto “llueva, truene o relampaguee”.
Por Rogelio García Macedonio
El Censo de 2020 reveló que el 49.9 por ciento de los 126 millones 14 mil 24 mexicanos tenían edades de cero a 29 años (población equiparable a la de Francia); mientras que el 24.7 por ciento tenía entre 15 y 29 años, lo que significa que la mitad de los mexicanos son jóvenes y que, por tal motivo, muchos debían ser estudiantes.
Sin embargo, según estadísticas de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en el periodo 2019-2020, en los centros escolares de nivel medio superior había una matrícula de cinco millones 144 mil 673 alumnos, de los cuales el 82 por ciento asistía a escuelas públicas, y el 18 por ciento a privadas; el abandono escolar era del 10.2 por ciento; la reprobación del 12.8 por ciento y la tasa de terminación del 65 por ciento.
En la educación superior, los estudiantes eran cuatro millones 61 mil 644; el 69.9 por ciento asistía a escuelas públicas y el 30.1 por ciento, a privadas; de ese universo, solo el 6.1 por ciento realizaba estudios de posgrado y el abandono escolar era del 7.4 por ciento. Su inserción en el mercado laboral era la siguiente: el 80.7 por ciento fue contratado, el 3.4 por ciento por debajo del nivel promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el 14.5 por ciento no se incorporó al mercado laboral.
La informalidad y la sobrecalificación son un problema serio: el empleo informal aumentó del 26 por ciento en 2010, al 27 por ciento en 2017 y el empleo en ocupaciones laborales que no requieren un título de educación superior aumentó del 44 por ciento en 2010 al 46 por ciento en un año. Y debido a la falta de empleo, muchos jóvenes tuvieron que emprender negocios. Entre 2010 y 2017, el porcentaje de jóvenes egresados que trabajaban por cuenta propia o dirigían un negocio que empleaba a terceros, se incrementó del 12.7 por ciento al 13.8 por ciento, según la OCDE.
En 2018, los jóvenes de 15 a 29 años tenían las siguientes características: escolaridad de 10.8 grados; 17.4 millones (56.5 por ciento) formaban parte de la Población Económicamente Activa (PEA); de éstos, 16.7 millones (el 96.3 por ciento) tenían empleo (población ocupada); por su estatus laboral, el 66.8 por ciento eran empleados y el 14 por ciento trabajaba por su cuenta; el 7.4 por ciento eran jornaleros o peones y el restante 3.7 por ciento buscó empleo en la semana de referencia. De la Población No Económicamente Activa (PNEA), es decir, 13.3 millones, el 52.7 por ciento eran estudiantes; el 37.9 por ciento se dedicaban a los quehaceres del hogar y el 4.8 por ciento están en alguna otra ocupación, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) 2019.
La educación en México de 2000 a 2020 evolucionó de la siguiente manera: el 12 por ciento de la población no tenía ninguna instrucción; en 2020, esta cifra se redujo al seis por ciento; el número de personas con preparatoria terminada aumentó 377 por ciento (16 millones 719 mil 457); el segmento con instrucción de licenciatura creció 817 por ciento (14 millones 948 mil 731); la población con posgrado creció 429 por ciento (un millón 667 mil 208).
La población de estudiantes en México es importante porque, debido a sus conocimientos y a su número, representa un motor fundamental de la economía. Por este hecho resulta preocupante que el Presidente anuncie el regreso a clases presenciales en agosto “llueva, truene o relampaguee”. Este acto es criminal porque apenas se han vacunado 24 millones de mexicanos con esquema completo; y el número de los jóvenes con esta prevención resulta insignificante, pues apenas el 26 de julio se inició su vacunación en la Ciudad de México.
Para que el regreso a clases sea seguro, es necesario vacunar al 100 por ciento de quienes están en edad de ser inoculados, garantizar que las escuelas tengan todos los servicios básicos necesarios y acondicionar los espacios para que tengan ventilación. De no hacerse así, se arriesgaría a los estudiantes a una infección segura. Una consigna reza: “¡Sí a las aulas, pero todos vacunados! ¡No queremos ir al matadero!”.