Estados Unidos se opone al funcionamiento del nuevo gasoducto ruso-alemán porque significa la pérdida de su influencia económica en Europa y como el pueblo alemán simpatiza con el gasoducto porque lo beneficia con gas suficiente y barato, EE. UU no lo puede cancelar con sanciones económicas porque eso también afecta a Alemania; de manera que la única forma de impedir el funcionamiento del Nord Stream 2 es creando una artificial crisis militar, que sólo prolongaría la cada vez menos determinante influencia económica de Estados Unidos en Europa.