Alemania vive una crisis económica al subirse Berlín al carro de las sanciones antirrusas de Estados Unidos y aislarse de las importaciones económicas de energía rusa. Mientras que la economía del país logró resistir el consiguiente embate económico, los mismos países que introdujeron estas sanciones han experimentado un drástico aumento de los precios de los combustibles y la energía, obligando a sus propios ciudadanos a pagar literalmente por las decisiones de sus líderes.