Por Alfonso Gómez Rossi // @Fofi5
Sí ha vivido en Puebla un cierto número de años, algo que le llamará la atención, es el amor que sienten considerables grupos de la clase media y la burguesía local por España.[1]
El amor de las elites de Puebla por España se remonta probablemente al siglo XVIII, cuando los criollos impulsaron una historiografía oficial de la fundación de la ciudad, en la que se afirmaba que Puebla había sido creada sólo para españoles.[2]
Esta narrativa dieciochesca dejó a un lado otra versión del proyecto de fundación, en la que se promovió el mestizaje en la misma ciudad, por parte de los franciscanos que buscaban evangelizar la región, a partir de matrimonios mixtos entre castellanos e indígenas.
La tradición de admirar a la colonia española de Puebla es un fenómeno relativamente reciente: se remonta a la década de 1880.
Esto se debió a que entre 1827 y 1829 fueron expulsados los peninsulares de México, y la H. Colonia disminuyó considerablemente en número y caudal durante cincuenta años;[3] sería a partir de la década de 1880 que ocurrió un crecimiento de la población española en nuestra ciudad que no se veía desde la colonia.
Los inmigrantes españoles provenían en su mayoría de la cornisa del Cantábrico, principalmente de Asturias (de la región de Llanes) y en menor cantidad de Cantabria, Galicia y País Vasco.[4] Serían ellos y sus vástagos los que entre 1880 y 1941 lideraron la sociedad poblana.
Cabe aclarar que no todos los españoles que arribaron a la ciudad eran ricos: Leticia Gamboa Ojeda afirma que de cada diez españoles, sólo cuatro eran prósperos, aunque lo que sí caracterizó a la elite, es que la mayoría de los plutócratas eran españoles de Asturias y Cantabria (Gamboa Ojeda, 1985).
No todos los españoles fueron bienvenidos: los republicanos que llegaron a partir de 1936 eran vistos con recelo por sus compatriotas, ya que eran percibidos como comunistas y radicales.[5]
La importancia de la inmigración española a la ciudad para la masculinidad local, radica en dos aportaciones que los ibéricos contribuyeron a la cultura poblana: la primera fue la creencia cultural de que la virtud moral-sexual era importante para acumular riqueza. La segunda, era que la acumulación de capital por parte de un hombre y su familia eran atribuibles a Dios: la riqueza se concebía como una señal de favor divino.
Este último punto es interesante. Max Weber en su libro “La ética Protestante,” afirmó que la acumulación del capital en el siglo XVII era entendida como una virtud calvinista (Weber, 2016), pero estudiosos como Pérez Vejo y Brading atribuyen esta misma creencia a la población cántabra y vasca de los siglos XVIII y XIX (Pérez Vejo, 2016, pág. 204).[6]
Para Puebla sería importante porque en el imaginario español local, la riqueza estaba vinculada con el Dios de la religión católica, lo que fomentaba un vínculo estrecho con la institución católica.
Por otro lado el empresario español practicaba la virtud sexual. No era apropiado seducir mujeres o tener otras familias para demostrar la virilidad, por lo menos en público. Sí se hacía, se ocultaba de la mirada pública, para que no se perjudicara la imagen de la familia. Esto chocaba con la masculinidad del mexicano que veía tener más de una mujer e hijos con diferente señoras como algo culturalmente natural.
¿Por qué la inmigración del norte de España tuvo características distintas en Puebla?
La respuesta radica a la situación de la región española que dejaron atrás los inmigrantes. Desde el siglo XVIII País Vasco, Cantabria y Asturias habían sido consideradas más avanzadas tecnológicamente y más modernas cuando eran comparadas con otras áreas de la península ibérica. Ello propició que los inmigrantes trajeran una cultura de trabajo y acumulación de riqueza distinta a la que se conocía en México (Gamboa Ojeda, 1985).
Como podemos constatar esta masculinidad combinaba los ideales de la masculinidad victoriana de virtud sexual aunada a un interés de emplear las nuevas tecnologías creadas por la primera y segunda revolución industrial para acumular capital y la creencia de que la riqueza vinculaba al individuo y su familia de manera cercana a Dios.
Trabajos citados
Gamboa Ojeda, L. (1985). Los empresarios de ayer: El grupo dominste en la industria textil de Puebla 1906-1929.Puebla de Zaragoza: Editorial Universidad Autónoma de Puebla.
Henrich, J. (2020). The WEIRDest People in the World: How the West Became Psychologically Peculiar and Particularly Prosperous. Nueva York: Farrar Straus and Giroux.
Pérez Vejo, T. (2016). La vida como estereotipo: memorias de un comerciante montañés en la Nueva España del siglo XVIII. El Colegio de México, 193-262.
Weber, M. (2016). La ética protestante y el «espíritu» del capitalismo. Madrid: Alianza Editorial.
[1] En toda honestidad, también se debe remarcar que los españoles también generaban un odio grande en varios segmentos de la población. Por lo menos hasta la década del 30, el día de la independencia era común que los españoles se encerrarán con sus familias en casa, para no ser víctimas de la violencia por su origen ibérico. Hay también otras colonias y habitantes de la ciudad que rechazan o ven con cierto recelo a la H. Colonia española.
[2] También debemos referir que España como país surge justamente en el siglo XVIII cuando las reformas borbónicas, comenzaron a hacer que los castellanos, los navarros o los valencianos no se vieran como súbditos de esos reinos, sino como súbditos españoles.
[3] La H. Es la abreviación de Honorable.
[4] No olvidemos que también hubo inmigrantes de León y de Cataluña que aunque numéricamente eran pocos en números fueron importantes en la sociedad poblana. Sobre todo los leoneses que fueron de los grupos españoles más importantes de la ciudad por su prosperidad económica y los matrimonios que realizaron con las elites de Puebla y Ciudad de México.
[5] Alfonso XIII falleció exiliado en Roma el 28 de febrero de 1941.
[6] En su libro The WEIRDest People in the World: How the West Became Psychologically Peculiar Joseph Henry afirma que en realidad no es una ética protestante, es una subcultura católica medieval que se originó en las regiones de Europa donde había monasterios de la Orden Cisterciense. Afirma mostrando gráficas y datos que los lugares donde se encuentran estos monasterios desarrollaron una ética de trabajo individual y acumulación de capital que los hizo crecer económicamente durante la modernidad. En ese caso, esa ética de trabajo se encontraría en todas las regiones de Europa Occidental que tuvieron monasterios cistercienses en su localidad y no sólo en los países Calvinistas (Henrich, 2020).