La lucha violentada: mártires antorchistas

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Por Adrián Salazar

En la historia de la humanidad, desde que existe la lucha de clases, hay quienes intentando cambiar esas condiciones estructurales de la sociedad, han perdido la vida, por ejemplo, el valiente Espartaco que, buscando que miles de esclavos del imperio romano fueran hombres libres, dio una lucha frontal contra los representantes de un sistema que prefería verlos muertos antes que perder a sus esclavos, quienes generaban con su trabajo la riqueza que gozaba la clase gobernante.

La historia de la humanidad está llena de casos como este, hay quienes ponen todo su empeño y sus recursos para seguir explotando a otros, mientras que por parte de los explotados hay personas que se ponen a la cabeza de sus hermanos de la clase trabajadora en busca de su emancipación y de la construcción de una sociedad justa y equitativa donde todos puedan trabajar y vivir dignamente. Ahí está Lenin, quien organizó al pueblo ruso y, junto con los sóviets, construyó la Rusia socialista, que puso a temblar al mundo capitalista.

En ese capítulo de la historia, quizá desde más atrás, con el propio Carlos Marx, la sociedad conoció el rostro de la verdadera izquierda, desenmascarando a los partidos políticos y sus representantes que, con falacias, engañaban al pueblo trabajador para obtener su apoyo mientras que en la mesa se sentaban a negociar con los gobernantes de la derecha, abandonando y traicionando toda lucha en favor de transformar de raíz las condiciones del pueblo pobre.

Veamos también lo que le sucedió al presidente de Chile, Salvador Allende, quien, apoyado por el pueblo llegó a la presidencia de su país y comenzó a implementar políticas encaminadas a mejorar la vida de la clase trabajadora, lo que innegablemente implica afectar los intereses económicos de los capitalistas nacionales y extranjeros; como todos sabemos, no tardaron en dar el Golpe de Estado con Augusto Pinochet a la cabeza, con el respaldo de Estados Unidos.

Sin embargo, este tipo de riesgos de quienes son verdaderamente de izquierda, no los hace claudicar en una lucha que es justa y necesaria, puesto que no luchan sólo por ellos, ni sus familias o amigos, lo hacen por toda una clase social, la de los trabajadores, quienes generan la renta nacional y no pueden disfrutarla por las condiciones impuestas en este modelo económico en el que vivimos: el capitalismo.

Tomemos por ejemplo el caso de Cuba transformado en un baluarte de la justicia social y la independencia nacional, desafiando el bloqueo económico impuesto por Estados Unidos durante décadas por la lucha encabezada por Fidel Castro, icónico líder de la Revolución Cubana y uno de los líderes revolucionarios más emblemáticos del siglo XX, quien enfrentó al régimen dictatorial de Fulgencio Batista, también amparado por Estados Unidos.

Mientras tanto, en nuestro país, la izquierda no es más que una caricatura burlesca de la política; desde la caída de la URSS, en México, la izquierda se ha venido degradando cada vez más y de una forma grotesca. ¿Por qué? Porque realmente no le interesa atender la demanda de justicia social, porque no ha sabido encauzar la inconformidad social que existe, y que es mucha; la izquierda mexicana, al igual que los socialdemócratas, sólo usan al pueblo para vivir cómodamente en los escaños políticos.

Sin embargo, no todo está perdido, desde la década de los 70, en el estado de Puebla nació una organización con el objetivo de organizar y politizar al pueblo trabajador con miras a, dentro de las condiciones actuales, transformar esta sociedad que lacera y afecta la vida de más de 100 millones de personas. Aunque la empresa no fue fácil. Teniendo como primer proyecto la transformación de Tecomatlán, municipio en el que había crecido durante sus primeros años de vida, el Ing. Aquiles Córdova Morán, junto con algunos compañeros, buscaron la forma de que este pueblo se librara del yugo al que estaba sometido por parte del cacicazgo local, protegido por grupos dentro del poder político en el estado.

Esta lucha, que comenzó por defender a los campesinos de Tecomatlán y más tarde a toda la clase trabajadora del país, cobró su primera víctima mortal el 6 de junio de 1983, pero lamentablemente, no fue el único. Durante las cinco décadas de vida que lleva el Movimiento Antorchista Nacional, muchos más han caído, algunos por las agresiones directas de los enemigos del progreso, y otros dando hasta su último latido en aras de la construcción de una patria más justa para todos, cumpliendo cabalmente con sus tareas encomendadas.

¿Y por qué las brutales agresiones en contra de Antorcha? Porque quienes las cometen saben que la lucha de Antorcha es justa, es correcta y le abre los ojos al pueblo de México sobre qué hacer para lograr la emancipación que nuestra sociedad requiere urgentemente, porque ellos ven a los pobres de México como de su propiedad para disponer de ellos a su voluntad, por eso, cuando la gente se organiza en Antorcha, esos enemigos del progreso arremeten como fieras heridas.

Pero para el antorchismo, una de las tareas más importante que tiene es mantener viva la llama de quienes han dado su vida en esta lucha, continuar trabajando todos los días para lograr materializar el ideal que ellos perseguían y, del cual, cada día estamos un paso más cerca, pesar de ser un camino largo y difícil. Por eso, para el antorchismo nacional, que verdaderamente busca una patria más justa para la clase trabajadora, a pesar de los riesgos y peligros latentes, cada 6 de junio se conmemora a quienes han partido de este mundo, pero se les honra todos los días siguiendo su ejemplo de tenacidad y persistencia en esta lucha que es por el bien del pueblo mexicano.

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