Por Nibardo Hernández Sánchez
El “Día de muertos” es una tradición que se originó a partir de la fusión de dos celebraciones: la conmemoración de los muertos de las culturas indígenas de Mesoamérica y el día de los fieles difuntos que trajeron los españoles. Los antiguos mexicas, mixtecas, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacos y demás pueblos, celebraban a sus antepasados con la visión de que las almas viajaban al inframundo al que denominaban “Mictlán”, por tanto, debían prepararlos para ese viaje con todo lo esencial.
La celebración del “Día de los fieles difuntos”, fue instituida en el año 990 por el monje Benedicto San Odilón de Francia y adoptada por Roma en el siglo XVI. La celebración de día de muertos sigue evolucionando con el paso del tiempo. Su origen se ubica en la armonía entre la celebración de los rituales religiosos católicos, traídos por los españoles, porque fueron ellos los que nos conquistaron, y la conmemoración a los muertos que los indígenas realizaban desde los tiempos prehispánicos.
En la actualidad nosotros celebramos el Día de muertos el 1 y 2 de noviembre, una tradición que honra la memoria de los seres que ya abandonaron este mundo terrenal. En nuestro país, la muerte es motivo de celebración: con coloridos altares, panteones iluminados, calles tapizadas de anaranjado -color de la flor de cempasúchil-, altares con comida, bebida, calaveras y catrinas, además de música.
Son varios días de fiesta y ritual para recordar a seres queridos y familiares cuyas almas, según la costumbre, vuelven por una noche al mundo de los vivos, todos caminan a finales de octubre, pasando por el 1 de noviembre, dedicado al alma de los niños, para terminar el 2 de noviembre, recordando el espíritu de los adultos.
El día de muertos es una tradición emblemática de la cultura mexicana, porque cada sociedad afronta la muerte de manera diferente, pero, los mexicanos, lo hacemos de una manera muy especial.
Mi pueblo, Tecomatlán, no es la excepción, nuestros antepasados nos enseñaron estas costumbres que hoy en día, con el trabajo de nuestra organización, se está preservando e impulsando a través del “concurso municipal de ofrendas”, en el que participan todos los pobladores. Recordamos no sólo a nuestros amigos y familiares, sino también a todos los hombres y mujeres buenos, que murieron dentro de las filas de Antorcha al dedicar su vida a la lucha organizada, educando y politizando al pueblo, en aras de construir una patria más justa y equitativa para todos.
En estas fiestas, el panteón luce bellamente adornado con flor de cempasúchil, velas, ofrendas. En la noche de “la velada” se escucha el sonido de las campanas dando el repique de doble, anunciado la velada de cada uno de nuestros seres queridos, para más tarde salir a pedir las frutas, las monas, el dulce de calabaza, tamales, lo que la gente regala, diciendo: “la calavera tiene hambre, dale café con pan, no te lo acabes todo, déjame la mitad”, una tradición tecomateca.
Las ofrendas monumentales se colocan en la explanada de la presidencia municipal el día 1 y 2 noviembre, con una característica peculiar, se reconoce a hombres y mujeres que dan su vida a la lucha de los pobres de México, es nuestra costumbre, es nuestra tradición, sigamos conservado esta costumbre y no permitamos que otras culturas nos invadan en estas fechas. Sigamos unidos y hermanados, luchan por una patria más justa, como lo hicieron durante toda su vida quienes durante años han mantenido la flama del antorchismo iluminando a la clase trabajadora de México el camino correcto a su emancipación de este sistema político y económico inhumano que tanto nos explota.