Acceso y progresión educativa en México: una breve descripción

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Por Pablo Bernardo Hernández Jaime

Las primeras dos condiciones para que una persona pueda hacer efectivo su derecho a la educación son, en primer lugar, que haya escuelas a las cuales asistir y, segundo, que los estudiantes puedan acceder, mantenerse y progresar en el sistema educativo.

Por supuesto, haría falta hablar también de la calidad y adaptabilidad de la educación, considerando toda una serie de otras condiciones de infraestructura, servicios y equipamiento de las aulas, condiciones laborales y administrativas de los trabajadores de la educación, así como programas educativos orientados a la compensación de desventajas y desigualdades educativas (Scioscioli, 2016). Sin embargo, en este pequeño artículo nos centraremos solo en las cuestiones de acceso y progresión. Para esto, analizaré los porcentajes de analfabetismo, así como los indicadores de cobertura, abandono y absorción en los niveles de educación básica, media superior y superior.

I. El analfabetismo

El caso más extremo de insatisfacción del derecho a la educación es el analfabetismo. En México, este problema, aunque de manera lenta, se ha reducido de manera sostenida.

En parte, este descenso en el analfabetismo se debe a la mortalidad natural de la población, pues esta condición es más prevalente en los grupos de mayor edad. Así, de acuerdo con datos del censo 2020, de INEGI, mientras en el grupo de 15 a 19 años solo el 1% de la población no puede leer ni escribir, en el grupo de 75 años y más este porcentaje asciende a 26%, es decir, una de cada cuatro personas.

A pesar de todo, la cantidad de personas que aún no sabe leer y escribir, y por tanto se encuentran en total carencia educativa, es de cerca de 4,171,860 de personas, lo que representa a tanta gente como la que habita todo el estado de Oaxaca, que en 2020 contó con 4,132,148 de habitantes.

II. Preescolar

El preescolar es el primer peldaño de la educación básica y, además, un periodo que puede resultar crucial en el desarrollo cognitivo de las personas, afectando sus aprendizajes ulteriores (Valenzuela Soto, 2017; Gutiérrez Duarte & Ruiz León, 2018).

La cobertura neta[1] en este nivel educativo aumentó de manera ininterrumpida desde el ciclo escolar 1992-93 y hasta el ciclo 2007-08, pasando de 39.5% a 69.6%. Después de un ligero descenso durante ciclos siguientes, la cobertura volvió a aumentar de manera sostenida hasta el ciclo 2016-17, donde alcanzó su pico histórico de 73.9%. Desde entonces, y a lo largo de los últimos cinco años, la cobertura en educación preescolar ha descendido, alcanzando su punto más bajo tras la pandemia, en el ciclo 2021-22, llegando a niveles de cobertura de 63.3%, solo equiparables a los de 16 años antes. En el último ciclo escolar, 2022-23, la cobertura en preescolar mostró una ligera recuperación después de cinco años de descensos.

La cobertura actual en preescolar es de 66.6%, lo que implica que solo dos de cada tres niños o niñas de entre 3 y 5 años asiste a la escuela. Esto representa a cerca de 2,164,565 de infantes que no asisten al preescolar y que, por tanto, están viendo vulnerado su derecho a la educación.

III. Primaria y transición a secundaria

Primaria es el nivel con mayor cobertura neta de todo el sistema educativo, alcanzando (e incluso superando[2]) el 100% durante los ciclos 2001-02, 2002-03 y 2008-09 a 2012-13. Sin embargo, desde el ciclo 2013-14, la cobertura en primaria ha experimentado descensos recurrentes. Tan solo del ciclo 2018-19 al 2022-23, la cobertura pasó de 98.7% a 95.8%. Para este último periodo, esto quiere decir que 4.2% de los niños y niñas de entre 6 y 11 años no está inscrito en la primaria. Esto representa a cerca de 557,308 niños y niñas[3] que también están viendo vulnerado su derecho a la educación, más de medio millón, lo que representa –además– un retroceso a niveles de cobertura previos a los de 1990-91.

Ahora hay que considerar dos indicadores adicionales: el abandono escolar y la absorción en secundaria. El primer indicador se refiere al porcentaje de estudiantes que estuvo inscrito durante un ciclo escolar anterior, pero no volvió al ciclo siguiente y tampoco egresó. El segundo indicador nos dice qué porcentaje de estudiantes ingresó a secundaria con respecto al total de egresados de primaria. Este último indicador hay que atenderlo con precaución porque considera a todos los estudiantes de nuevo ingreso en secundaria y los divide entre el número de egresados de la primaria durante el ciclo anterior, por lo que incluye a estudiantes que egresaron de primaria durante ciclos pasados, pero hasta ahora regresan al sistema educativo, por lo que el indicador puede arrojar porcentajes superiores a 100.

Con respecto al abandono escolar, este se ha reducido tendencialmente desde 1990, experimentando solo algunos aumentos eventuales. Así, el abandono reportado durante los últimos cuatro ciclos escolares es el menor durante décadas. Esto quiere decir que, al interior del nivel primaria, una proporción mayor de estudiantes prosigue de manera ininterrumpida sus estudios. Sin embargo, este dato hay que analizarlo junto con el dato anterior, de la reducción en la cobertura, pues es probable que esta reducción en el abandono se deba, en parte, a que una proporción de los niños y niñas en condiciones más vulnerables ni siquiera ingresa a la primaria. Por lo demás, ese 0.3% de abandono representa en números absolutos a cerca de 35,056 estudiantes que interrumpieron sus estudios de primaria durante el último ciclo escolar.

Con respecto a la absorción, el porcentaje de estudiantes que ingresa a secundaria, con respecto a los egresados de primaria, aumentó de manera tendencial desde 1990 y hasta el ciclo 2017-18, donde se alcanzó un pico histórico de 97.6%. En los dos ciclos siguientes, la absorción se redujo ligeramente, para presentar después una caída abrupta durante la pandemia (94.5% en 2020-21 y 93.1% en 2021-22), alcanzando niveles solo comparables con los de 2001-02. Este dato es importante porque durante la pandemia, en primaria, el abandono técnicamente no aumentó. Lo que sí pasó es que muchos egresados de primaria pospusieron su ingreso a secundaria.

En el último ciclo escolar, 2022-23, la tasa de absorción en secundaria se recuperó hasta 96.2%. Este aumento ocurre de manera casi natural como respuesta al fin de la pandemia. Sin embargo, es también un porcentaje menor al del ciclo escolar inmediatamente anterior a la emergencia sanitaria. En términos absolutos, lo que este porcentaje nos dice es que, durante el último ciclo escolar, 2022-23, al menos 84,356 egresados de primaria no ingresaron al siguiente nivel escolar, interrumpiendo su progresión en el sistema educativo.

IV. Secundaria y transición a media superior

Secundaria es el último peldaño de educación básica. Aquí, la cobertura neta aumentó de manera sostenida hasta el ciclo 2014-15, alcanzando un pico histórico de 88.3%. Desde entonces, este indicador ha experimentado reducciones progresivas, con excepción del ciclo 2020-21. En el ciclo escolar 2022-23, este porcentaje bajó hasta 82.9%, porcentaje incluso menor que el de 2012-13. En términos absolutos, este último dato indica que hay cerca de 1,136,505 jóvenes de entre 12 y 14 años que no asisten a la secundaria. Aquí se encuentran jóvenes que abandonaron sus estudios durante la primaria o se encuentran rezagados en ella, que nunca ingresaron a secundaria, dejaron este nivel durante algún ciclo anterior o, quizá, nunca entraron al sistema educativo.

Por otro lado, el abandono escolar en secundaria se ha reducido de manera tendencial en las últimas tres décadas, teniendo su pico más alto en el ciclo 1997-98 (9.7%) y sus picos más bajos en los ciclos 2019-20 y 2022-23 (2.7% en ambos casos[4]). Entre estos dos ciclos, con la pandemia, el abandono aumentó, para volver finalmente a los niveles previos. El dato, por si solo, parece alentador. Sin embargo, es preciso analizarlo en relación con la cobertura decreciente, pues la reducción en los abandonos puede ser un resultado parcial de la reducción en las inscripciones, así como de la menor absorción. Asimismo, es necesario recordar que el abandono se refiere solo al porcentaje de estudiantes que, habiendo estado inscritos en secundaria durante un ciclo escolar previo, no regresó al siguiente, pero tampoco egresó.

Como se señaló antes, la tasa de absorción nos dice qué porcentaje de estudiantes ingresa a un nuevo nivel educativo con respecto al total de egresados del nivel anterior. Al respecto, la absorción en media superior aumentó de manera tendencial desde 1990-91 y hasta el ciclo 2018-19, pasando de 75.4% a 106.3%, su pico histórico.

Aquí es importante considerar que una tasa de absorción superior al 100% no necesariamente indica que todos los egresados de secundaria entraron a preparatoria. Lo que sí nos dice es que el número de estudiantes que se matriculó en media superior es igual o mayor al número de egresados de secundaria. Una absorción mayor a 100% es buena porque nos dice que hay un grupo de estudiantes que, aunque antes no pudo continuar sus estudios de bachillerato, ahora lo está haciendo.

Durante los ciclos escolares posteriores a 2018-19, la tasa de absorción se redujo, primero a 102.1% en el ciclo prepandemia y a 91.1% y 90.3% durante la emergencia sanitaria. Esto refuerza la hipótesis de que la mayoría de los estudiantes que interrumpió sus estudios durante esta crisis fue entre niveles educativos y no al interior de estos. En el último ciclo escolar, 2022-23, la absorción volvió a los niveles prepandemia de 100.2%. Esto quiere decir que la cantidad de nuevos estudiantes de preparatoria es ligeramente superior a la de egresados de secundaria. Sin embargo, esto también quiere decir que muchos de los estudiantes que no ingresaron a media superior durante los dos años anteriores siguen sin regresar al sistema educativo.

V. Media superior y transición a superior

La cobertura neta en educación superior aumentó de manera sostenida desde el ciclo 1990-91 hasta el ciclo 2017-18, donde alcanzó su pico histórico de 63.8%. Sin embargo, en los dos años previos a la pandemia y durante la misma se observaron reducciones en la cobertura de educación media superior, alcanzando su punto más bajo en 2021-22, con 60.7%. Durante el ciclo escolar 2022-23, después de cuatro años, la cobertura por fin tuvo un ligero repunte, llegando hasta 62.5%, pero sin alcanzar los niveles del último año de la administración pasada, 2017-18. En términos absolutos, este último dato nos dice que hay cerca de 2,498,373 de jóvenes de entre 15 y 17 años que deberían asistir a la preparatoria y no lo hacen, probablemente porque interrumpieron sus estudios en algún nivel educativo previo, porque se encuentran rezagados en secundaria o porque nunca ingresaron al sistema educativo. Esto representa tanta o más gente que la de todo el estado de Tabasco, que en 2020 reportó una población de 2,402,598 de habitantes.

Con respecto al abandono en media superior, este se ha reducido tendencialmente desde el ciclo 1996-97. Sin embargo, su mayor descenso fue entre los ciclos 2015-16 y 2019-20, pasando de 15.5% a solo 10.3%. Durante el primer año de pandemia se pudo observar un repunte en los abandonos, seguido de dos nuevos descensos. En el ciclo 2022-23, el abandono fue de solo 8.7%. Por supuesto, en parte esta reducción en el abandono podría deberse a una mayor selectividad de los estudiantes: una proporción ligeramente menor de jóvenes en edad de ir a la preparatoria se inscribe, pero los que se inscriben están en mejores condiciones de terminar. Sin embargo, también es cierto que desde 2015-16 ha habido una tendencia más pronunciada a la reducción del abandono. A pesar de esto, cuando consideramos el abandono en términos absolutos, aunque hay avances, el problema aún resulta todo un reto, pues ese 8.7% representa a 434,319 jóvenes.

A diferencia de lo que ha ocurrido con las tasas de absorción en los niveles educativos previos (todos han tendido a aumentar), en el nivel superior la tasa de absorción se comporta de manera diferente. Primero, es posible observar un abrupto aumento en la absorción, de 1993-94 a 1994-95, alcanzando un porcentaje de 95.5%. Después vino un descenso también abrupto seguido de un largo periodo de estancamiento de 16 años que termina en 2012-2013, donde la absorción alcanzó los 85.9 puntos porcentuales. Desde entonces, este indicador ha tendido a disminuir. Durante la pandemia, la absorción alcanzó su pico más bajo en 33 años, llegando a 63.6%. Para el ciclo 2022-23, la absorción alcanzó apenas el 71.8%. Aquí hay que hacer una salvedad. Estos datos corresponden a la absorción en educación superior escolarizada. Pero si consideramos también a los estudiantes que se matriculan en opciones no escolarizadas, la absorción aumenta, de 71.8% a 88.8%[5]. Considerando ambos datos, podemos decir que en 2022-23 hubo al menos 382,143 jóvenes que egresaron de la preparatoria y que no pudieron acceder a la universidad en sistema escolarizado y, de esos, 160,137 no pudieron ingresar a la universidad en absoluto.

VI. Educación superior

Para educación superior, la SEP no brinda la tasa neta de escolarización, pero sí la tasa bruta de cobertura, que divide el total de los estudiantes matriculados entre la población de 18 a 22 años. La diferencia entre la tasa neta de escolarización y la tasa bruta de cobertura es que esta última incluye a todos los estudiantes matriculados, no solo a los que están en la edad normativa de cursar el nivel educativo, por lo que dicho indicador tenderá a ser mayor.

La cobertura bruta en educación superior, en la modalidad escolarizada, evolucionó de manera sostenida hasta el ciclo 2019-20, alcanzando su mayor puntaje con 34.9%. En los últimos tres años, este indicador experimentó un ligero retroceso y ha permanecido estancado. En el último ciclo escolar, 2022-23, la cobertura fue de solo 34.7%. Pero este porcentaje solo se refiere a la cobertura en la modalidad escolarizada. Si incluimos a los estudiantes inscritos en la modalidad no escolarizada el porcentaje aumenta a 43.5%. Este último dato es interesante porque la cobertura bruta escolarizada representa solo el 79.7% de la cobertura total. Por lo que, prácticamente, uno de cada cinco universitarios cursa sus estudios de forma no escolarizada. En términos absolutos, durante el último ciclo escolar, 2022-23, hubo más de 6,183,005[6] de jóvenes en edad de ir a la universidad que no están inscritos, ni siquiera de forma no escolarizada, algunos quizá rezagados en la preparatoria, pero muchos otros fuera del sistema educativo.

El abandono en educación superior también tiene un comportamiento distinto al observado en los otros niveles educativos. Aquí, el porcentaje de abandono ha permanecido más o menos estancado, aunque con fluctuaciones constantes, desde hace 20 años. En los últimos cinco años lo que se puede observar es un ligero incremento seguido de un decremento mayor en el último ciclo escolar 2022-23, donde el abandono se redujo a 6%. En esta ocasión, la reducción en el abandono puede deberse al aumento en la selectividad, derivado de la menor absorción en educación superior, así como al estancamiento en la cobertura de la modalidad escolarizada y el incremento en la cobertura no escolarizada. Por lo demás, ese 6% de abandono, representa a cerca de 227,659 estudiantes que interrumpieron sus estudios universitarios.

VII. Conclusiones

Como señalé al inicio de este artículo: “las primeras dos condiciones para que una persona pueda hacer efectivo su derecho a la educación son, en primer lugar, que haya escuelas a las cuales asistir y, segundo, que los estudiantes puedan acceder, mantenerse y progresar en el sistema educativo”. Si estas condiciones no se cumplen, es difícil avanzar en la solución de otros problemas, como la calidad o la adaptabilidad de la educación.

El sistema educativo mexicano ha presentado avances importantes en materia de acceso a la educación durante las últimas tres décadas. Sin embargo, también presenta problemas importantes.

  1. Prácticamente en todos los niveles de educación básica (preescolar, primaria y secundaria) la cobertura neta se ha reducido en los últimos años. En media superior la cobertura parece estar estancada. La única excepción es el subsistema de educación superior, donde la cobertura bruta ha seguido subiendo, aunque de manera lenta.
  2. Si sumamos a todos los niños, niñas y jóvenes en edad de asistir a determinado nivel educativo que no asisten, podemos ver que, tan solo en el último ciclo escolar, 2022-23, había al menos 12,539,756 niños, niñas y jóvenes en México que no asistían al nivel educativo que deberían, en algunos casos quizá porque están rezagados en algún nivel previo, pero en muchos otros porque no asisten a la escuela. Para algunos de los que no asisten –además– quizá se trate de algo momentáneo, pero para muchos otros será algo definitivo. En todo caso se trata de más de 12 millones de personas que ven vulnerado su derecho a la educación.
  3. Si consideramos todos los casos de abandono observados durante el último ciclo escolar, 2022-23, podremos ver que se trata de 864,888 estudiantes. Recordemos que el abandono evalúa la cantidad de estudiantes que, estando inscrito el ciclo escolar anterior del mismo nivel educativo, no volvió al ciclo siguiente y tampoco se graduó.
  4. Si consideramos ahora a todos los estudiantes que, habiendo terminado la primaria, secundaria o preparatoria, no ingresaron al nivel educativo siguiente, veremos que se trata de aproximadamente 240,299 estudiantes más. Aquí es importante considerar que el dato de la absorción incluye a todos aquellos estudiantes que regresan a la escuela después de uno o más años de haber interrumpido sus estudios.
  5. Con respecto a los datos de abandono, en general, estos dan un panorama optimista. Sin embargo, es importante analizar estos datos en relación con otros, como los de cobertura y absorción. En algunos casos, las reducciones del abandono pueden ser el resultado de una mayor selectividad de los estudiantes, derivada de la reducción en la cobertura o en la absorción.
  6. Los datos de absorción, por otro lado, no son tan optimistas. En general, y para todos los niveles se muestran ligeras reducciones o, cuando menos, estancamientos en la absorción, lo que puede responder a varias causas no analizadas aquí, entre ellas la insuficiente oferta de educación superior o problemas derivados de la crisis económica y sanitaria de 2020.
  7. De todos estos datos, los más graves parecen ser las reducciones en la cobertura neta de educación básica. Esta reducción puede deberse a niños, niñas y jóvenes que no ingresan a la escuela o que, habiendo interrumpido sus estudios en algún ciclo anterior, no han regresado a estudiar (probablemente estos últimos casos sean más frecuentes).
  8. Para hacer un balance general, podemos considerar el último dato brindado por Coneval[7], donde se reporta un incremento sostenido de la población con rezago educativo. El indicador de rezago educativo contempla a dos tipos de personas: primero, a aquellos que, ya en edad de haber terminado su educación obligatoria, no la han terminado[8]; y, segundo, a aquellos que, estando en edad normativa para seguir estudiando, ya no lo hace. De acuerdo con Coneval, para 2022, este porcentaje fue de 19.4%, lo que representa a 25.1 millones de personas, 1.6 millones más que en 2018 y 2.8 millones más que en 2016. Aquí las conclusiones son dos: primero, que en México prácticamente una de cada cinco personas no ha ejercido a cabalidad su derecho a la educación y, segundo, que este número de personas aumenta año con año.

Si queremos mejorar el futuro de los mexicanos, necesitamos garantizar el derecho a la educación para todos. Para eso, necesitamos comenzar por garantizar que todos puedan acceder y progresar en el sistema educativo. Pero para lograr eso, parece que será necesario replantear varias cosas en el funcionamiento de nuestro sistema educativo.

Referencias

Gutiérrez Duarte, Socorro Alonso, & Ruiz León, Mara. (2018). Impacto de la educación inicial y preescolar en el neurodesarrollo infantil. IE Revista de investigación educativa de la REDIECH9(17), 33-51. Recuperado en 05 de noviembre de 2023, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2448-85502018000200033&lng=es&tlng=es.

Valenzuela Soto, E. (2017). Estimulación parental y educación preescolar: aspectos fundamentales para el desarrollo cognitivo y no cognitivo en la primera Infancia. Disponible en https://repositorio.uchile.cl/handle/2250/145435

Scioscioli, S. (2016). El derecho a la educación como derecho fundamental y sus alcances en el derecho internacional de los derechos humanos. Journal of supranational policies of education, 2, 6–24.


[1] Matrícula de 3 a 5 años entre población de la misma edad.

[2] La tasa neta de escolarización considera solo la matrícula de 6 a 11 años y la divide entre la población de la misma edad. En este sentido, tendría que ser imposible a nivel nacional una cobertura neta superior a 100. No es clara la razón de que en varios ciclos escolares la SEP reporte una cobertura incluso mayor.

[3] Este dato solo nos dice que casi medio millón de niños y niñas, en edad de asistir a la primaria, no asisten. No sabemos cuántos de ellos nunca asistieron o cuántos son resultado del abandono escolar durante ciclos anteriores.

[4] Para el ciclo escolar 2022-23, este 2.7% representa a 167,854 estudiantes.

[5] En la gráfica solo se muestran los datos disponibles brindados por la SEP.

[6] Digo que son más de 6,183,005 porque la cobertura bruta incluye a toda la matrícula, no solo a los de entre 18 y 22, por lo que se subestima el número de jóvenes en edad de ir a la universidad que no asisten.

[7] https://www.coneval.org.mx/Medicion/Paginas/PobrezaInicio.aspx

[8] La educación obligatoria considerada varía por grupos etarios.

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