Adrián Salazar
Luego del azote del huracán Otis en Guerrero y los estragos que este ocasionó a las familias, dejando a muchas de ellas en la calle al perder todo su patrimonio y sus fuentes de empleo, el Movimiento Antorchista comenzó de forma inmediata una campaña de ayuda para recabar víveres, ropa, medicamentos, entre otras cosas que puedan ayudar a los damnificados a sobrellevar esta ignominiosa situación en la que se encuentran por falta del actuar oportuno de las autoridades gubernamentales.
En la Mixteca Baja de Puebla, el antorchismo instaló centros de acopio en distintos municipios, como Tecomatlán, Acatlán de Osorio, Tehuitzingo, Petlalcingo, Guadalupe Santa Ana y San Jerónimo Xayacatlán, en donde los campesinos, familias también humildes, dieron muestra de su apoyo y solidaridad ante esta desgracia al acudir a dichos centros de acopio a entregar su donación.
En algunos otros casos, los activistas de Antorcha recorrieron los pueblos casa por casa informando a la gente sobre lo ocurrido en Guerrero e invitándole, personalmente, a sumarse a la campaña denominada “Apoyemos a Guerrero”. Todo lo recaudado en la Mixteca, como en otros puntos del estado, ha comenzado a enviarse y entregarse entre los damnificados por Otis, huracán de categoría 5.
Esto es una muestra de que cuando el pueblo se organiza puede lograr importantes cosas, ya lo hemos vistos también en otros desastres naturales, como sismos e inundaciones. En estas situaciones el pueblo se organiza para ayudar a sus semejantes, a sus hermanos de clase y, juntos, logran ponerse nuevamente de pie.
Sin embargo, aunque esto es correcto y hay que hacerlo, resulta insuficiente ante la cruda realidad, pues se hace necesario gran cantidad de personal especializado, con herramientas y equipo también especializado para remover los escombros, abrir caminos, instalar albergues, comedores comunitarios, restablecer servicios, y eso, no se logra solo con buena voluntad.
¿Quién debe intervenir para resolver estos problemas? Sin duda alguna las autoridades gubernamentales de todos los niveles, municipal, estatal y federal, pues ellos, además de tener el equipo humano y técnico para comenzar a limpiar las zonas de desastres, tienen los recursos económicos suficientes para aplicarlos de forma inteligente y necesaria a la atención de los millones de familias afectadas.
Pero estos gobiernos se han caracterizado por su ineptitud, por su negligencia e indolencia ante los problemas de la sociedad. Hasta antes del huracán Otis Guerrero era un estado ya de por sí muy lacerado por la delincuencia, el crimen organizado y la pobreza, ahora con este desastre natural las cosas empeoran, poniendo de relieve una vez más, que los gobiernos de Morena son incapaces de resolver los problemas de las familias humildes.
Antes las familias se preocupaban por qué llevarían a su mesa para alimentarse, ahora ya no tienen ni mesa ni techo bajo el cual protegerse, se han quedado en la absoluta inopia y no hay tarjetita ni beca que valga. Esos apoyos monetarios de transferencia directa no van a resolver los problemas engendrados. Hace falta, pues, una política seria y planificada, cosa de lo que carece Morena, para ser honestos.
Ante esta situación, debe quedarnos la amarga experiencia de que sólo el pueblo organizado puede resolver sus problemas, porque es el pueblo mismo quien los sufre y, por tanto, los conoce bien. Si podemos organizarnos para ayudar a nuestros hermanos de Guerrero, también deberíamos organizarnos para cambiar la actual clase gobernante que, aunque se disfrace de izquierda o franciscanos, no son otra cosa que más de lo mismo. Urge que formemos un partido político integrado por personas verdaderamente salidas de las entrañas del pueblo, por obreros, campesinos, estudiantes y profesionistas al servicio de sus hermanos de clase. Sólo así tendremos un partido político para servir al pueblo y no para servirse de él.