Es necesario exigir a los gobiernos medidas que eviten que los costos de la crisis caigan sobre la población más vulnerable y que fijen impuestos extraordinarios a los más ricos.
Vania Sánchez Trujillo
De acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI) el panorama económico mundial se ve muy oscuro, tanto que “lo peor está por venir”, y prevé que, en los próximos meses, la crisis aumente; y se atreve plantear una recesión inminente. Considera que una de cada tres economías no crecerá, incluso disminuirá por lo menos dos trimestres consecutivos. En esta situación ubica a países desarrollados como Estados Unidos (EE. UU.), China, Alemania y Francia, que arrastrarían a muchos países pobres.
México está entre éstos. Se prevé que el crecimiento anual del Producto Interno Bruto (PIB) será de 2.4 por ciento y en 2023 del 1.5 por ciento; este último igualará al de 2018. Las tasas son sistémicas pues, entre 1990 y 2019, el crecimiento promedio anual fue de 2.2 por ciento. El enfriamiento de la economía es muy grave porque sus costos caen sobre las personas más pobres.
El confinamiento social reciente provocado por el Covid-19, así como la guerra en Ucrania, han interrumpido las cadenas de suministros, propiciado mayor inflación y ahondado la crisis económica. Pero éstas no son las únicas causas, ya que la competencia feroz entre los grandes capitalistas, sean productores o comercializadores, contribuye también a aquélla en su afán por obtener mayores ganancias, además de desperdiciar ingentes esfuerzos y riquezas sociales.
El resultado de esto es que la producción global coincide con la demanda por casualidad y los precios, que son el mecanismo del mercado para igualar la oferta y la demanda, fuerzan a los productores con baja productividad a hacerlo por debajo de su promedio; y premian a los productores medios, entre los que aprovechan los grandes capitalistas. Las crisis económicas en el capitalismo son cíclicas y se vuelven insostenibles o desproporcionadas cuando se acumulan.
Por ello, como lo han denunciado casi todos los medios, la riqueza en el mundo se ha concentrado en unas cuantas manos. De acuerdo con un reporte sobre riqueza global del Credit Suisse, el 1.2 por ciento de los adultos del mundo (62.5 mil personas) poseen más de un millón de dólares, concentran el 48 por ciento de la riqueza mundial; y ellos ponen a buen recaudo a “enfriar” y condenan a los trabajadores al desempleo, bajos salarios y hambre.
Por todo esto, es necesario exigir a los gobiernos medidas que eviten que los costos de la crisis caigan sobre la población más vulnerable y que fijen impuestos extraordinarios a los más ricos. El mundo necesita cambiar el modelo económico para hacerlo más viable para las mayorías trabajadoras; pero esto únicamente será posible si nos organizamos y luchamos por construir sociedades en las que se combata la desigualdad económica y la acumulación de la riqueza.