De orígenes celtas, la festividad de Halloween fue traída al continente americano por emigrantes irlandeses, que mantuvieron los festejos de Todos Santos, instituidos por la Iglesia Católica en el Siglo IX.
La palabra Halloween es una contracción de la frase en inglés “all hallows eve”, que significa la víspera de todos santos, en la que se conmemora a las personas que fueron buenas en vida y que no fueron canonizadas.
En su participación semanal en Contigo Puebla, el historiador Alfonso Gómez Rossi explicó que, durante la cristianización en Europa, la Iglesia Católica fue asimilando las costumbres de distintos pueblos, como el celta y de la misma Roma.
Por ejemplo, los celtas, asentados en Irlanda, Escocia, Francia y el norte de España, principalmente, celebraban “Samaín” durante la luna llena que ocurría justo a la mitad de la época oscura, entre el 22 de junio y el 22 de diciembre.
Para los celtas, el mundo en penumbras entraba en una dimensión distinta, descrita como una serie de velos, entre los cuales se podía ingresar o salir del mundo de las hadas y duendes, paralelo al nuestro.
Para evitar que dichos seres, percibidos como peligrosos, les hicieran daño, la gente se disfrazaba como ellos. De ahí, la tradición que perdura hasta nuestros días.
Por otra parte, en mayo, los romanos festejaban a los “lémures”, espíritus de personas que habían sido enterradas incorrectamente, que regresaban al mundo entre el 9 y 11 de ese mes.
En esos días, los padres de familia realizaban ceremonias a la media noche, con frijoles y tocando instrumentos, para espantar a los espíritus.
Para asimilar ambas festividades, en el año 609, el Papa Bonifacio determina que el 13 de mayo se consagra a la Virgen María, mientras que Todos Santos se traslada al 1 de noviembre.
Posteriormente, la Iglesia Católica toma el 2 de noviembre para celebrar a todas las personas que han fallecido.
