Angélica Villa Enciso
En 2020, Luis Arce se impuso a sus rivales conservadores para convertirse en presidente de Bolivia, después de un golpe de estado que derrocó a Evo Morales Ayma.
En abril del año pasado, en Perú, Pedro Castillo, un maestro de escuela de provincia, sorprendió a la clase política peruana al derrotar por un estrecho margen a la candidata derechista a la presidencia, Keiko Fujimori.
En Honduras, Xiomara Castro, una candidata de plataforma socialista ha propuesto un sistema de renta básica universal para las familias pobres.
En junio, en Chile, Gabriel Boric, un antiguo activista estudiantil de 35 años, venció a un rival de extrema derecha con la promesa de aumentar los impuestos a los ricos para ofrecer pensiones más generosas y ampliar enormemente los servicios sociales.
Recientemente, en Colombia Gustavo Petro obtuvo 11,2 millones de votos, frente a los 10,5 de Rodolfo Hernández, candidato de derecha. Ha sido el presidente más votado en Colombia con la participación más alta que haya habido nunca. Se trata de la primera vez que habrá un presidente declarado de izquierdas en un país en el que serlo hace solo dos décadas era un estigma.
En Brasil las encuestas favorecen al candidato de izquierta Ignacio Lula Da Silva, frente al actual presidente de derecha Jair Bolsonaro. De de ganar Lula, el poder en las seis economías más grandes de una región que se extiende desde Tijuana hasta Tierra del Fuego, estará en manos de corrientes de políticas de izquierda.
En los últimos procesos electorales, los candidatos con plataformas izquierdistas han logrado victorias en Latinoamérica, considerada como una región con dificultades económicas y una desigualdad social extrema.
El reto que deben enfrentar los candidatos es, cuando menos, mitigar esa desigualdad económica que ha generado el descontento e indignación de los electores que los llevaron al poder; deberán hacerlo en medio de una crisis económica nacional, internacional y por tanto con reducidos presupuestos para el gasto público.
En México, Andrés Manuel López Obrador, que ganó la presidencia con un resultado arrollador en julio de 2018. Durante su discurso de la noche electoral, declaró: “El Estado dejará de ser un comité al servicio de una minoría y representará a todos los mexicanos, a ricos y pobres” y a pesar de esto, el país está sumido en la pobreza, con un desempleo creciente, una inflación galopante y una violencia exacerbada y los ricos son cada vez más ricos. Todo un fracaso el gobierno de López Obrador.
El resto de las fuerzas políticas de izquierda en los distintos países de Latinoamérica, ¿lograrán vencer el reto y triunfar? Si lo logran, bien por los presidentes y sobre todo por sus pueblos; pero sí no, la lucha deberá continuar.