No evadirse, cambiar la realidad

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Homero Aguirre Enríquez

La reciente detención de un hombre que hace más de cuatro décadas tuvo su auge en el tráfico de drogas en nuestro país, ha vuelto a poner la atención pública en el creciente ascenso de la producción y consumo de drogas que acompaña al capitalismo, al grado que bien pudiera decirse que se ha convertido en una lucrativa rama generadora de grandes fortunas a costa de una elevada cuota de vidas humanas.

También ha vuelto a ponerse a la orden del día el análisis sobre los daños que causa en los seres humanos el consumo reiterado y creciente de drogas, en ese inútil intento de escaparse de una realidad que les resulta desagradable y hasta repulsiva, sobre todo a los jóvenes que no encuentran opciones de educación, desarrollo cultural, promoción de su talento, sufren desempleo, acoso y violencia cotidiana.

Abundan los cuestionamientos respecto a cómo es posible que en un mundo interconectado, vigilado satelitalmente y donde casi todo está georreferenciado, sea posible mover a lo largo y ancho del mundo cargamentos de drogas de todo tipo, en cadenas de producción, comercialización y consumo que dan la vuelta al mundo y se conectan con redes financieras y de distribución “hormiga” que llega a bares, discotecas y otros centros de venta al menudeo, así como con circuitos mundiales de venta de armamento.

No hay modo de evitar concluir que lo que aceita toda esa maquinaria es un gran entramado internacional de grandes ganancias económicas imbricadas con intereses políticos, en una operación que no considera grave sino hasta deseable que cientos de millones de seres humanos que consumen drogas se evadan de la realidad que aborrecen, en vez de reclamar una sociedad más justa y habitable. Según datos citados por el columnista Eduardo Ruiz-Healy, si la delincuencia organizada internacional fuera un país, sería la décima economía del mundo por la cantidad de billones de dólares que mueve. 

El tamaño de la maquinaria para movilizar drogas lo evidencia el Informe Mundial sobre las Drogas 2022, presentado hace unas semanas por la ONU: “… alrededor de 284 millones de personas entre 15 y 64 años consumieron drogas en todo el mundo en 2020, lo que supone un aumento del 26% respecto a la década anterior. Las personas jóvenes están consumiendo más drogas y los niveles de consumo actuales en muchos países son más altos que los de la generación anterior. En África y América Latina, las personas menores de 35 años representan la mayoría de quienes reciben tratamiento por trastornos relacionados con el consumo de drogas”.

La producción y consumo de estupefacientes se ha disparado y globalizado, usa los canales de comercialización de muchas otras mercancías legales y busca activamente nuevos mercados, en los que seguramente recibe protección de autoridades de diversos niveles, como puede concluirse del informe: “La producción de cocaína alcanzó un máximo histórico en 2020, con un crecimiento del 11% respecto a 2019, sumando 1,982 toneladas… Casi el 90% de la cocaína incautada a nivel mundial en 2021 fue traficada en contenedores y/o por mar. Los datos sugieren que el tráfico de cocaína se está expandiendo a otras regiones fuera de los principales mercados de América del Norte y Europa, con niveles crecientes de tráfico hacia África y Asia. El tráfico de metanfetamina continúa expandiéndose geográficamente; 117 países informaron sobre incautaciones de metanfetamina entre 2016 y 2020, frente a 84 que lo hicieron entre 2006 y 2010”.

Las víctimas mortales de esa expansión crecen aceleradamente entre los consumidores. “En Estados Unidos y Canadá, las muertes por sobredosis, provocadas principalmente por la epidemia del uso no médico del fentanilo, siguen batiendo récords. Las estimaciones preliminares en Estados Unidos apuntan a más de 107,000 muertes por sobredosis en 2021, frente a unas 92,000 en 2020” (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito); el mismo fenómeno de crecimiento de muertes por sobredosis o daños provocados por la adicción se observa en otras partes del mundo.

Junto con eso, la disputa por los mercados genera grandes pérdidas en vidas humanas, tanto de personas ligadas a esa actividad como de quienes fallecen accidentalmente en enfrentamientos de los que no forman parte. En nuestro país, la cifra de víctimas es enorme y resalta de manera especialmente dolorosa el número de  jóvenes y menores de edad que fallecen al enrolarse en la delincuencia o caen en algún fuego cruzado. “Durante la administración federal actual, de enero de 2019 a mayo de 2022, se han registrado 8 mil 336 homicidios de personas de 0 a 17 años en México, o el equivalente a 6.7 homicidios de niñas, niños y adolescentes al día, según datos del SESNSP… son menores de clase baja, sin acceso a la salud y educación, en su mayoría cooptados por el crimen organizado y la delincuencia común, pero también son un porcentaje del daños o víctimas colaterales” (lasillarota.com, 6 de julio de 2022). 

Ante tal desafío generado por un sistema económico que no resuelve los problemas de la mala distribución de la riqueza sino que los exacerba con falsas salidas, la respuesta del gobierno de México ha sido tan escasa de luces y resultados como la que ha dado ante otros males que sufrimos los mexicanos. El presidente López Obrador redujo todo a decir que la solución al problema de la captación de los jóvenes por la delincuencia, que para muchos de ellos significará la muerte, sería darles una beca en alguno de los programas sociales e incorporarlos como ayudantes en alguna empresa.

Pero tras cuatro años de que la 4T entrega unos cuantos pesos depositados en tarjetas, que es como recetar píldoras vacías a quien requiere medicina auténtica, México sigue perdiendo a miles de sus jóvenes. Por todo lo anterior, para los jóvenes y los adultos no es momento de evadir la realidad sino de enfrentarla con educación, consciencia y militancia en una organización que construya un mundo más humano, del que nadie quiera escaparse porque sabrá que aquí es donde radica su amada e irrepetible vida.

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Homero Aguirre Enríquez
Homero Aguirre Enríquez
Desde el año 2000 es el vocero nacional del Movimiento Antorchista. Es un articulista que defiende los intereses de los mexicanos humildes. Ha sido fundador y promotor de varias plataformas de comunicación y libros que siguen una línea editorial: darle voz a los más desprotegidos
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