Carmen Guevara
Una larga trenza decora su rostro cobrizo por el sol, su ceño marcado se acentúa cuando habla español, pues se esfuerza por expresar con sus facciones el coraje que le causan las promesas del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, que a la fecha no ha cumplido y que están lejos de ser una realidad.
Tiene la belleza de la mujer que habla dos lenguas: el náhuatl y el español, y tiene el coraje de la madre que exige una vida digna para su familia y su pueblo. Es doña María Paulina Tinixcal, mujer de 34 años, que trabaja junto con otras mujeres de manera colectiva en el campo para poder cosechar un poco maíz y frijol para su alimentación.
Los geranios rosas que adornan el espacio de la entrevista hacen juego con su suéter del mismo tono, y el verde y amarillo del árbol de naranja hacen contraste con su presencia. Tnixcal, dice, así se llamaban sus abuelitos, no sabe el significado, pero lo que sí y además recuerda es la promesa incumplida del presidente morenista de bajar el precio de los productos de primera necesidad. “Cuando entró el presidente dijo que iba a bajar las cosas, pero la verdad no bajó, es más, más están subiendo y, pues, ya ni modos, tenemos que aguantar esta situación”, expresó.
Doña María Paulina es oriunda de la localidad de Agua Fría de Ahuacatlán, en la Sierra Norte, uno de los 25 municipios más pobres del estado de Puebla, con un índice de marginación normalizado del 0.78% considerado como alto, de acuerdo con los datos 2020 del Consejo Nacional de Población (CONAPO). En dicho municipio habitan 14 mil 542 personas, de las cuales, nueve mil 621 (66%) se encuentran en situación de pobreza, el 57.73% de las son mayores de 15 años sin educación básica y el 87.93% de los habitantes alcanzan, apenas, ingresos menores a dos salarios mínimos.
Crisis económica; agua fría en el olvido
Cruza sus brazos y frota sus palmas descubiertas del suéter, mira a un lado y las comisuras de sus labios bajan: “la estamos pasando mal, porque ahorita sube más el maíz, vale como de a 480 el bulto. No alcanza el dinero, más valen las cosas. Lo que el presidente que entró dijo es que va a haber apoyo. (Pero) no hay. No hay trabajo”.
Cuenta en entrevista que su esposo tuvo que ir a Puebla a trabajar de “chalán” y a vender pan, porque lo poco que logran cosechar no alcanza para comer todo el año. El dinero, enfatizó, se va como agua y no rinde, menos ahora que el precio de productos tan importantes como el huevo, el aceite, la leche, el frijol, han incrementado su precio considerablemente.
Ni si quiera el poco recurso que recibe del programa de Bienestar le alcanza, pues ahora solo es para uno de sus tres hijos y las necesidades, ya no se hablen de las de casa, sino las de la escuela, son muchas: “tampoco me alcanza para nada. Piden varias cosas en la secundaria: su uniforme, su material, su cuaderno; a parte las cooperaciones”.
Agregó: “eso dijo el presidente, que van a bajar las cosas, que va a haber mucho apoyo para el niño. Como yo digo ¿de cuánto está llegando el apoyo del niño? A cada niño, muy poco, no alcanza, las cosas ya suben; ¿cuánto vale unos zapatos? Si tenemos dinero, qué bueno; si no tenemos, se tiene que aguantar tu hijo, que venga con chancla o con su guarache”.
El campo en el olvido
María Paulina Tinixcal es de las mujeres de su comunidad que se organiza con otras vecinas para acudir a las parcelas a trabajar, esto para ahorrar el pago de un jornalero. Cuando alguna de las señoras requiere apoyo para limpiar el terreno o alguna otra labor durante el periodo de siembra y cosecha, ella llega con su azadón, a veces con el apoyo de sus hijos, para apoyar, pues sabe que cuando ella lo requiere también ahí están sus vecinas.
“Nada más tengo ese terrenito, chiquito; nos vamos apoyando entre todas. Siembro maíz y frijol y le echamos abono, pero del que sacamos de los animales y de lo que barremos de la cocina, de las verduras para la comida, ahí lo echamos. Nada más nosotros lo cuidamos, no alcanza para comprar fertilizante”, especificó.
Cabe mencionar que el precio del fertilizante ha mantenido un incremento desde el año pasado, según publicó el periódico digital El País, en la entrevista que hizo a Grupo Consultores de Mercados Agrícolas (GCMA) y en la que se precisó: “los precios recabados de distribuidores en zonas de producción alcanzan los 23.000 pesos por tonelada de urea, cuando en marzo de 2021 la tonelada se ofertaba en 8.000 pesos, es decir, un aumento del 187% en el precio.
El fosfato monoamónico, otro fertilizante muy utilizado en las siembras, sigue la misma inercia: su precio al primer trimestre de 2021 se situaba por mucho en unos 11.000 pesos por tonelada, ahora se cotiza por encima de los 24.000 pesos, lo que supone un incremento interanual de 118%”.
El poco recurso que le envía su esposo apenas alcanza para la alimentación, por lo que no puede fertilizar su tierra; de ahí que la cosecha que llega a obtener apenas le alcanza para el autoconsumo de un mes, y después, a comprar a altos precios en la tienda.
Por si fuera poco, narró doña María Paulina, en la tienda Conasupo que es un organismo del gobierno federal en el que se supone debieran vender los productos a bajo costo, están igual o, en algunos casos, hasta más caros que en las tiendas. Para comprar un bulto de maíz, los obligan a adquirir 100 pesos de abarrotes, si no, no les venden esa cantidad.
De ahí que puso énfasis en que el pueblo se de cuenta de la situación de marginación y falta de apoyo por parte del gobierno federal, pues solo así buscará luchar por cambiar esta situación. “Estamos en crisis, están dejando que las cosas estén muy caras; han dado algunos apoyos, pero es para gente seleccionada, que no necesita esos apoyos. Por eso hay que darnos cuenta que lo que prometió el presidente no se está cumpliendo, y no sufren ellos, sufrimos nosotros con esto”, finalizó.