Homero Aguirre Enríquez
La OTAN, esa organización imperialista fuertemente armada que durante años navegó con la falsa bandera de “agrupación defensiva contra la amenaza comunista” representada por la URSS, pero que en realidad siempre ha servido como ariete para extender el dominio de Estados Unidos en Europa y otras regiones del planeta, se reunió en España para acordar lo que llamaron modosamente el “Nuevo Concepto Estratégico”, que no es sino el intento de relanzar una ofensiva militar, económica y cibernética que, a como dé lugar y poniendo en grave riesgo la precaria paz del mundo, intentará recuperar a su favor el control unipolar de los territorios, recursos naturales, energéticos y mano de obra de todo el planeta, perdidos ante la aparición de un vigoroso bloque multinacional encabezado por la potencia económica de China y el poderoso arsenal nuclear de Rusia, bloque que defiende un mundo multipolar y con su existencia debilita cada vez más el control unipolar que ejercía Estados Unidos después de la caída de la Unión Soviética.
Todos los propósitos guerreristas de la “nueva estrategia”, sumadas a las decenas de invasiones armadas y cientos de bases militares que han esparcido por el mundo, no impidieron a los señores guerreristas reunidos en Madrid afirmar cínicamente que “la OTAN es una alianza defensiva y no representa ninguna amenaza para ningún país… Estamos unidos en nuestro compromiso con la democracia, la libertad individual, los derechos humanos y el estado de derecho. Nos adherimos al derecho internacional y a los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. Estamos comprometidos a defender el orden internacional basado en normas” (nato.int, 29 de junio de 2022), mientras que en el mismo documento “se consigna la necesidad de enfrentar las ´amenazas cibernéticas, espaciales, híbridas y asimétricas, y al uso malicioso de tecnologías emergentes y disruptivas´. También señala la necesidad de combatir las prácticas comerciales de sus adversarios y/o enemigos, y define nuevas áreas de incumbencia como la energía y las migraciones–incorporadas en el punto 6 del documento– como dimensiones de tratamiento militar. ´Abordaremos –especifica la declaración firmada por los jefes de Estado– de acuerdo con nuestro enfoque de 360 grados, en los dominios terrestre, aéreo, marítimo, cibernético y espacial, y contra todas las amenazas y desafíos´, apelando a una mayor “cooperación civil-militar”, ampliando “la asociación con la industria” y reuniendo a ´los gobiernos, el sector privado y la academia para reforzar nuestra ventaja tecnológica´ (rebelion.org, 5 de julio 2022).
Como se ve, tras la fachada de “alianza defensiva” viene una auténtica embestida de la OTAN que, de concretarse, provocará innumerables confictos armados, desestabilización de los países que no se sometan, represión a las migraciones, cruentas luchas por las fuentes de energía, un mayor control y una manipulación feroz de la consciencia de las masas a través de los medios de comunicación, las redes y las nuevas tecnologías. “Para lograr ese propósito se requiere moldear el orden mundial de acuerdo con la visión y los intereses de los tres ejes corporativos de dominación, definidos originalmente por Washington: las transnacionales, los centros financieros y el complejo militar-industrial, integrados por directores intercambiables que entran y salen por puertas giratorias. Esos tres colectivos, articulados, se constituyen en el centro de la propuesta atlantista de hegemonía global, que consideran actualmente desafiada por la entente sino-rusa” (Jorge Elbaum, rebelion.org, 5 de julio de 2022).
Mientras que durante la guerra fría la OTAN tenía como propósito contener a la Unión Soviética, su objetivo declarado en Madrid será desarticular a los países enemigos; derrotar a Rusia mediante el respaldo militar a Ucrania (la prolongación de la guerra en ese país es una de las cartas que usará) y la intensificación de bloqueo económico internacional a la economía rusa aunque eso provoque inflación y otros males; a China se le someterá a un intenso boicot de su comercio y de sus proyectos de inversión e innovación tecnológica, amén del acoso que seguirá sufiendo en Taiwán en donde no se descarta un conflicto armado de grandes proporciones. Aunque hipócritamente declaró que no considera enemigo a China, el secretario general de la OTAN prácticamente le declaró la guerra: “La República Popular China desafía nuestros intereses, seguridad y valores, y busca socavar el orden internacional basado en reglas (…) Hemos de tener en cuenta las consecuencias para nuestra seguridad cuando vemos que China (…) intenta el control de infraestructuras estratégicas, por ejemplo el 5G, la red de telefonía de última generación”, dijo Jens Stoltenberg.
Pero a diferencia de otras épocas, la respuesta de los amenazados no ha sido el sometimiento sino la defensa argumentada y digna. El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Zhao Lijian, dijo que “el documento distorsiona los hechos, difama la política exterior de China, hace declaraciones irresponsables sobre el desarrollo militar normal y la política de defensa nacional de China, alienta la confrontación y los conflictos, y está lleno de mentalidad de Guerra Fría y sesgo ideológico”.
Una respuesta igualmente contundente provino de Vladimir Putin: «Nos dicen que nosotros comenzamos una guerra en el Donbás, en Ucrania. No, la desató este mismo Occidente colectivo al organizar y apoyar en Ucrania un golpe armado anticonstitucional en 2014, y luego estimulando y justificando el genocidio de la gente del Donbás. Este mismo Occidente es el instigador y el culpable de lo que hoy ocurre», dijo, y remató con un reto formidable a la prepotente OTAN y que fue recogido por diversos medios de comunicación: «Oímos actualmente que [los occidentales] quieren derrotarnos en un campo de batalla. ¿Qué decirles? ¡Que lo intenten!», declaró Putin en una reunión con los líderes de los grupos parlamentarios rusos, retransmitida por televisión. «Todos deben saber que realmente aún no hemos empezado nada serio. Al mismo tiempo no nos negamos a celebrar conversaciones de paz. Pero aquellos que se niegan deben saber que cuanto más tiempo pase tanto más complicado será llegar a un acuerdo con nosotros».
Evidentemente, el dócil mundo al que estaba acostumbrado el imperialismo ya no es el mismo; el poder de los Estados Unidos y su brazo armado mengua aceleradamente. Lo peligroso es que su debilidad lo lleve a enardecerse y aumentar la violencia y detonar más conflictos en lugar de reconocer la nueva realidad geopolítica. Si lograra derrotar a quienes defienden un mundo multipolar, se pondrá en riesgo la existencia de la humanidad entera.
