La economía mexicana está en serios problemas. Mientras los grandes empresarios aumentan sus ganancias, los trabajadores sufren la reducción de sus ingresos laborales, incluso caen en la pobreza o la miseria extrema.
Rogelio García Macedonio
La economía mexicana está en serios problemas que están causando efectos adversos para la vida de la población, cuyo impacto depende de la posición social de cada persona. Entre las consecuencias más graves se hallan la inflación, el desempleo persistente, el poco o nulo crecimiento económico y la creciente desigualdad social. Mientras los grandes empresarios no han disminuido sus ganancias, los trabajadores han sufrido la reducción de sus ingresos laborales e incluso la pérdida de empleos, lo que significa que están cayendo en la pobreza o la miseria extrema, pues al no tener más que su fuerza de trabajo, no ven otra alternativa para ganarse la vida.
La explicación y la justificación dominantes de los problemas en la economía –la nacional y la internacional– los atribuyen al confinamiento provocado por el Covid-19 y, más recientemente, al conflicto ruso-ucraniano. La pandemia, se asume, paralizó obligadamente las cadenas globales de valor, lo que provocó el cierre de empresas, que los trabajadores perdieran sus empleos o redujeran sus jornadas laborales, que la oferta de mercancías disminuyera y que la escasez de éstas propiciara el aumento de los precios. A este problema, aseguran, se sumó recientemente el conflicto militar entre Rusia y Ucrania, importantes productores agrícolas cuya parálisis productiva y comercial ha contribuido a la inflación, junto al factor energético; pues Rusia es el primer productor mundial de gas y el tercero de petróleo.
Sin embargo, el Covid-19 y la guerra ruso-ucraniana no son los únicos causantes del alza en los costos de la economía mundial. Partamos del hecho de que ésta está conectada, a lo largo y ancho del planeta, por las cadenas globales de valor. Es decir, que para producir una mercancía, las partes que la integran son elaboradas en diferentes y distantes áreas geográficas del país donde finalmente se vende. Esta forma de producción se ha organizado por las empresas capitalistas multinacionales para optimizar recursos financieros, tiempos y aumentar al máximo sus ganancias. Esta fórmula ha provocado que se fabriquen más mercancías de las que la humanidad puede comprar. Imaginen esto a escala pequeña: si alguien produce camisas con el menor costo posible, debido al uso de tecnología moderna y a que paga lo menos posible a sus obreros –salario que apenas les alcanza para comer y recuperar su fuerza de trabajo– ¿de dónde puede sacar dinero para comprarse una de esas camisas? Son muy pocas las mercancías que se venden fuera de este patrón productivo y comercial que, por tal motivo, representa un factor determinante de los problemas coyunturales que hoy afectan a la economía nacional e internacional.
Antes de la pandemia, el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) externaban serias preocupaciones sobre el crecimiento de la economía global. En octubre de 2018, el FMI advirtió: “la expansión es menos equilibrada y es posible que algunas economías grandes ya hayan tocado máximos. Los riesgos para el crecimiento mundial aumentaron en los últimos seis meses”. En julio de 2019 diagnosticó nuevamente que “el crecimiento mundial sigue siendo moderado… se pronostica un crecimiento de 3.2% para 2019, con un repunte a 3.5% en 2020 (…) Los datos sobre el PIB, en lo que va del año, apuntan a una actividad mundial más débil de lo previsto”. Esta información confirma que antes del Covid-19 había preocupación por el crecimiento de la economía mundial. En el caso de México, la situación no era distinta: en 2019, el producto interno bruto (PIB) disminuyó; y se ubicó en -0.1 por ciento con respecto a 2018, cuando fue del 2.2 por ciento.
El impacto de la pandemia y el conflicto que hay en Europa Oriental parecen estar advirtiendo a todos los países que la organización económica no es la más adecuada para encontrar una solución pronta. Algunos expertos apuntan que las cadenas globales de valor se reharán, que volverán a funcionar correctamente; y que, en ese reacomodo, México estará en una posición ventajosa porque se sitúa en el corredor comercial de América del Norte. No comparto esa visión porque la dependencia del país permanecerá, incluso será mayor. Lo que México debe hacer es crear cadenas de valor en su mercado interior para fortalecerlo y para que alcance la capacidad necesaria de cara a los choques externos.