Por Alfonso Gómez Rossi
Sí tuviéramos que escoger una fecha para marcar el ascenso económico de la colonia libanesa de Puebla, podríamos tomar el bautizo del hijo de Elías David Hanan como el momento en el que arribaron al poder.
Fue en ese acto público que se cimentó la relación entre la colonia y el gobierno del PRM durante casi todo el siglo XX.[1]
Alejandro Manjarrez narra el evento social de la siguiente manera:
Las buenas relaciones del general Maximino Ávila Camacho con los principales empresarios se hicieron evidentes cuando el industrial Elías David Hanan lo invitó como padrino del bautizo de su hijo. A la fiesta acudieron los más destacados industriales libaneses, franceses y mexicanos como José David Hanan, Rafael Gali, Julián Hanan, Miguel Enrique Gali, Pablo Abraham, Teófilo Chedraui, Karim Alam, Juan Abad, Salim Hatuni, Alfonso Arroyo, Blas Cernichiaro, José Chartuni, Pablo Levién, Santiago Abraham, José Jacobo, Abdo Casab, Rodolfo Budib, Amilcar Bresso, Luis Huidobro, Tirso Cházaro, Antonio Amado, Antonio Arellano, Mario Villegas, Pedro Luis Salazar, Agustín Casas, Amado Pablo, Juan Treviño, Carlos Urdanivia, Adolfo Lagos González, Pedro y Antonio Domit, Alfonso Ortiz, Raymundo Ruiz, Julián Charansonete, Mario García Mata, Fernando Narcio, Alfonso y Rafael Arroyo, Eduardo Ganime, J. Óscar Zubirán, Antonio Bravo, Amado Alarcón, Manuel Muñoz, Ramón Sierra Jr., Francisco Lagos Morín, Amado Henaine, Alfredo Trad, Enrique Costes, Jorge Casab, Rachid Daddue, Manuel Machorro y Yaryura David Acif (Manjarrez, 1999, pág. 110).
Después del bautizo, se hizo la ceremonia de confirmación del niño Maximino Ávila Camacho Richardi, que se celebró “en la misma ceremonia donde hicieron la primera comunión tres de los hijos del industrial Miguel E. Abed” (Manjarrez, 1999, pág. 111).
Las ceremonias religiosas eran una manera simbólica y pública de mostrar un matrimonio de conveniencia entre el partido gobernante de Maximino Ávila Camacho y los industriales libaneses, revelando de manera directa los intereses económicos que vinculaban a ambos grupos.
Notemos dos cosas que no describe Manjarrez en su crónica y que muestran los cambios que había experimentado la plutocracia poblana: en primer lugar, estaba excluida la colonia española y la Vieja Guardia porfirista de este evento (Manjarrez, 1999, pág. 105).[2]
Maximino, de manera deliberada, determinó que se acababa el poder de la colonia ibérica en el estado y se formaba una nueva elite fabril liderada por él y compuesta en su mayoría por miembros de la colonia libanesa.
Lo segundo que destacamos es que no se menciona a las mujeres: las esposas, las hijas, las abuelas, las tías y madrinas del evento, fueron silenciadas, para no restarle importancia a los hombres que conformaban a este poderoso grupo poblano.
Aunque las mujeres permanecieran silenciadas en el siglo XX, de acuerdo a Harper, es justamente la relación entre los hombres y las mujeres lo que determinó la masculinidad libanesa-poblana.
En su tesis “Conceptions of Masculinity Among Arab Americans” [Concepciones de la masculiniad entre los árabe-americanos], Harper afirma que la masculinidad del Levante es una construcción social que se da a partir de la relación entre hombres y mujeres, particularmente a partir de las tensiones sociales que surgen durante la industrialización de una región (Harper, 2010, pág. iii).
Harper arguye que “son los cambios que ocurren en la esfera femenina lo que hace que los hombres traten de reinsertar las expectativas y los límites tradicionales, modificándolos a las particularidades del contexto transnacional” (Harper, 2010, pág. iii).
En El Líbano durante el siglo XX, la relación del hombre y la mujer se esperaba que fuera de sumisión por parte de la mujer, pero en nuestro continente, la relación entre hombres y mujeres fue distinta, por los movimientos sufragistas y feministas que ocurrieron en todos los países americanos en el siglo pasado.
Podemos mencionar que cada generación los libaneses y su descendencia han vivido masculinidades distintas a las de sus padres y abuelos, debido a los cambios económicos, políticos y sociales que ocurren en el contexto cultural.
A pesar de los cambios persistentes que ocurrieron desde el siglo XIX Harper afirma que hay valores que permanecen constantes entre la comunidad libanesa en el contexto transnacional. Los principios que movieron a los hombres de la colonia libanesa son:
1.- La autosuficiencia,
2.- La toma de decisiones y
3.- La familia (Harper, 2010, pág. 2).
En términos prácticos la masculinidad que se cultivó en el siglo XX, trató de enseñar a los hijos varones que estaban destinados a ser líderes de su comunidad, buenos proveedores y a ser los líderes de su familia.
Para 1969 el Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Puebla listaba a los libaneses más poderosos de la ciudad como Julián Abed Cesín, Rodolfo Budib Name y Amado Miguel Bojalil, pero aunque eran los más reconocidos por el rotativo, muchos miembros más destacaron social y económicamente en nuestra urbe con apellidos como Chedraui, Haddad, Hatuni, Henaine o Morales (H. Ayuntamiento de Puebla, 1969).[3]
Harper afirma que el liderazgo no se buscaba a través del uso de la fuerza o la violencia, sino apelando a un tipo particular de sentido común (Harper, 2010, pág. 2).
Esto es interesante sí reflexionamos que a diferencia de otros grupos de poder, la comunidad libanesa no tiene la reputación de haber ejercido la violencia para acumular el poder, a diferencia de otros empresarios que emplearon la violencia física para reprimir a sus trabajadores. Es más se les ha destacado por ser seductores a la hora de conseguir socios, aunque muchas de las relaciones entre socios libaneses y no libaneses no han tenido desenlaces felices.
Miguel E. Abed por ejemplo, era generoso con el reparto de utilidades con sus obreros y en algunos casos llevaba a sus empleados a la playa, eso sí “siempre al pendiente de que la prensa citara estos actos de generosidad en sus columnas”(Paxman, 2017, pág. 158).
Tal vez sean estos valores así como las experiencias compartidas en el Imperio Otomano y después en El Líbano, lo que hizo que muchos miembros de la colonia libanesa destacaran primero como grandes comerciantes y posteriormente, como empresarios textiles e inmobiliarios en Puebla (Tenahua, 2020).
Twitter:@Fofi5
Trabajos citados
H. Ayuntamiento de Puebla. (1 de Agosto de 1969). Periódico Oficial del Gobierno Constitucional del Estado de Puebla, , págs. 1-2.
Manjarrez, A. C. (1999). Puebla: El rostro olvidado. Puebla: BUAP.
Paxman, A. (2017). Jenkins of Mexico: How a Southern Farm Boy Became a Mexican Magnate. Oxford: Oxfor University Press.
Tenahua, A. (10 de Octubre de 2020). La comunidad libanesa crea capital y fuerte arraigo poblano. Milenio, págs. https://www.milenio.com/politica/comunidad/comunidad-libanesa-capital-fuerte-arraigo-puebla.
[1] El PRM (Partido de la Revolución Mexicana) fue el nombre que antecedió al PRI (Partido de la Revolución Institucional). El PRI adquirió su nombre actual en 1946.
[2] Con dos excepciones: Los Diez de Urdanivia eran una familia antigua de Puebla mientras que Ramón Sierra Jr. Era hijo de padre asturiano.
[3] La leyenda cuenta que los Morales de origen libanés cuando llegaron a México se apellidaban Murad, pero que el que los registró, les cambió el apellido a Morales por no entender, no saber o no querer escribir el apellido Murad.