Homero Aguirre Enríquez
Un respetuoso desplegado dirigido esta semana al gobernador de Yucatán, Mauricio Vila Dosal, pinta de cuerpo entero la tragedia social que padecen miles de yucatecos: viven en la pobreza, marginados y también olvidados; nadie del gobierno federal o del estatal les hace caso ni mueve un dedo por ayudarlos. Resulta que a miles de familias yucatecas que claman ayuda, en los tres años que lleva la actual administración estatal les han dado ¡200 despensas y 200 fardos de láminas de cartón!, y eso porque había pasado la tormenta “Cristobal”. Una verdadera burla.
Y no se vaya a pensar que los yucatecos organizados en Antorcha piden lujos y prebendas, fincas en Houston o concesiones para desarrollar emporios turísticos. Nada de eso. Piden fertilizantes, herbicidas, herramientas, azúcar e implementos apícolas para producir algo, venderlo y de ahí comprar algo para alimentar a sus hijos; también solicitan modestos apoyos para mejorar su vivienda, pavimentar calles, introducir agua y luz a sus colonias, apoyo para adquirir en abonos lotes donde vivir y la regularización de una escuela preparatoria. De esto, que es muy poco, no hay absolutamente nada resuelto, y no se trata de una omisión involuntaria del gobierno estatal sino de una política calculada con premeditación, que le hace segunda voz a la agresiva campaña del presidente López Obrador contra las organizaciones o cualquier persona que lo critique o le exija resultados concretos en vez de humo verbal. Esto se comprueba al ver que la manifestación realizada en Mérida, el jueves pasado, en la que participaron cientos de familias yucatecas que esperaban solución a las peticiones expuestas en el desplegado, fue recibida con la misma indiferencia por una funcionaria escogida para tal efecto, que no tenía la menor capacidad de resolver nada y puso en práctica las mismas maniobras dilatorias ensayadas durante siglos por la clase política yucateca y de todo el país, para que la gente se desespere y abandone su exigencia y su lucha por evitar que sus hijos languidezcan agobiados por el hambre y la marginación.
Todo esto ocurre en el estado gobernado por Mauricio Vila, un político del que sus funcionarios e integrantes de su partido presumen la alta popularidad obtenida en ciertas encuestas y al que el presidente de la república adula al decir que lamenta no podérselo llevar a su gabinete, lo que ha llevado a varios a candidatearlo a la silla presidencial de México. Sin embargo, de inmediato brinca la duda de por qué esa presunta popularidad no se compagina con algunos datos duros sobre el crecimiento de la pobreza en la entidad: del 2018 al 2020 la población en pobreza extrema registró un alza de 6.5% a 11.3%, según el Coneval, mientras que la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, levantada por el Inegi en el 2020, dio como resultado que Yucatán “rebasó el promedio nacional de familias en situación de pobreza con 49.5%. El promedio es de 43.9%. En carencias sociales en los hogares también rebasó la cifra nacional con 21.8% por 19.2%. Y en rezago educativo volvió a superar el porcentaje nacional (18.5%) con 19.2%”, lo que junto a otros datos llevó al vicepresidente del Inegi a decir que “Comparado con datos nacionales, Yucatán tiene porcentajes altísimos en familias en situación de pobreza, carencias sociales, acceso a la salud, acceso a la seguridad social, carencia de espacios en vivienda, acceso a servicios básicos en la vivienda y a alimentación de calidad” (Diario de Yucatán, 8 de abril de 2022).
Y si en el gobierno estatal no hay atención para los descendientes de los mayas y crece desbocadamente la pobreza, en el gobierno federal, menos. Como acostumbra, el presidente Andrés Manuel López Obrador le ha dado a un problema complejo y serio una respuesta simple y falsa: la narrativa oficial del gobierno de la 4T ha propalado la idea de que los problemas de pobreza y subdesarrollo de Yucatán, y en general del Sureste mexicano, se resolverán como por arte de magia con el Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas. Pero eso no es verdad y quien alimente esa idea, desde el gobierno o desde los medios, está engañando al pueblo y jugando con sus esperanzas. Lo único que han provocado esas y otras de las llamadas megaobras propuestas por AMLO es una concentración del presupuesto federal en unas cuantas obras que cada día resultan más caras debido a la ausencia de planeación metódica y científica. En el caso del Tren Mayase improvisó el trazo, no se calcularon bien los costos, ni los impactos ambientales y los beneficios económicos, lo que ha llevado a modificar la ruta en varias ocasiones, a gastar mucho más dinero del programado, a derribar más árboles y afectar cenotes. Esas megaobras consumen cientos de miles de millones de pesos obtenidos de los impuestos de todos los mexicanos y dejan sin recursos los programas de infraestructura básica, por eso hay cada vez menos dinero para agua, luz, drenaje, caminos, escuelas, electrificaciones o programas de vivienda en las comunidades marginadas; por eso se dan los recortes a programas estatales (sin que los gobernadores protesten), y también eso detona las protestas de amas de casa, trabajadores del campo, obreros y estudiantes que demandan modestos apoyos para mejorar su empobrecida vida, mismas que son enfrentadas como si se tratara de una declaración de guerra y contra las cuales se vierten injurias y calumnias y se amenaza a sus dirigentes, como ha ocurrido con la lucha de los antorchistas yucatecos que se muestran insumisos ante el maltrato del Gobierno.
Ante esto, cabe preguntarse: ¿será que a ninguno de esos millones de empobrecidos y marginados yucatecos les ha tocado responder las encuestas de popularidad para dar a conocer verdaderamente lo que piensan de sus gobernantes? Seguramente no les han preguntado, pero lo que muestran los datos es que la mayoría de los habitantes de Yucatán tiene severas carencias, mismas que reiteradamente prometen resolverle los políticos en cada campaña; también es un hecho que miles de ellos, en uso de su derecho constitucional a organizarse, han decidido luchar juntos en las filas del Movimiento Antorchista, para exigir que les den lo que es suyo, como dijo Antonio Mediz Bolio, el genial poeta yucateco. En esa lucha cuentan y contarán siempre con el respaldo de sus hermanos de otros estados del país, que sufren los mismos males y también buscan un mejor país para sus hijos.