*Es un ejemplo único de sincretismo con lo mesoamericano: Antonio Molero
Por Raúl Torres Salmerón
La Catedral de Puebla es tan mesomericana como la pirámide de Teotihuacan, salvando la distancia en el tiempo y el espacio lo que la hace un ejemplo único dentro de la arquitectura novohispana y universal, según el Historiador del Arte español, Antonio Pedro Molero Sañudo.
Construida por otras manos, pero es un producto mesoamericano del que no hay parangón y que luego se reprodujo en otros sitios, como Guadalajara. Después este mismo tipo, al igual que el trazo de la ciudad de Puebla, se repitió en otras partes del continente, como en el Virreinato del Perú, asegura el experto que visitó Puebla hace un par de meses.
El especialista, nacido en Madrid en 1962, dictó a principios de año, un curso virtual sobre la historia de esa edificación poblana, cuya construcción fue iniciada en 1575 por el maestro extremeño Francisco Becerra, de quien fue respetado siempre el diseño original, incluso por el Arzobispo Juan de Palafox y Mendoza, quien planteó algunas adecuaciones y consagró al recinto como Catedral en 1649, sin que tuviera las torres ni la portada.
Molero es autor del libro La Catedral de Puebla, Historia de su Proceso Constructivo, coeditado por la Universidad Autónoma de Puebla y el Ayuntamiento de Puebla Capital, que fue presentado en el ex Convento de Santa Mónica.
El experto destaca que la singularidad de esta Basílica Catedral se extiende a la ciudad de Puebla, al estar más mestizada en su concepción y construcción de lo que fueron otros templos, no obstante haberse adelantado 42 años a las ordenanzas de población de Felipe II para trazar ciudades, pues esa urbe se fundó en 1531 y dichas normas fueron publicadas en 1573.
En entrevista, Molero Sañudo explica al diario La Jornada que, si bien esa ciudad fue pensada para españoles y está trazada con calles en damero, el tablero del juego de Damas, una estructura renacentista, desde el primer momento las medidas de los solares y las calles van en consonancia con las del sistema métrico mesoamericano, en específico el náhuatl.
La ciudad tiene una orientación que es prácticamente la misma con Tlaxcala y Cholula, asentamientos de origen prehispánico. Las lajas de pavimento, tanto como las antiguas y las modernas, tienen la medida de los sillares de la catedral de 42 centímetros, que no se usaba en España en ese momento, ya que corresponde a la medida en uso en la construcción náhuatl.
De acuerdo con el Historiador del Arte, quien se ha dedicado más de 10 años al estudio de la Catedral poblana, en principio como tema de su tesis doctoral, la construcción religiosa, la segunda o tercera que se plantea en suelo americano, es única desde su concepción, la cual tiene un reflejo casi canónico de las catedrales que se levantaron en España en aquella época.
Inspirada en las construcciones de Jaén y Málaga, la de Puebla está colocada a un costado de la Plaza Mayor en vez de estar de frente al lugar, a lo que se suma que es la única, salvo el proyecto de Donato d’Angelo Bramante para la Basílica de San Pedro en Roma por encargo del Papa Julio II que no se realizó y estuvo pensada desde un principio con cuatro torres.
Empero, su exclusividad principal estriba en el factor del sincretismo con el mundo mesoamericano. Su aspecto es el de la religión triunfante, absolutamente europeo, pero en su más íntimo corazón tiene ese mestizaje con la arquitectura y los sistemas indígenas.
Esto no se ve desde afuera. Toda la parte del testero, la cabecera, las partes trasera y sur, donde están de forma respectiva el Altar de los Reyes y la Biblioteca Palafoxiana, todo el muro hasta la primera altura, hasta los techos de las capillas, están hechos con sillares de derribo, es decir, de construcciones prehispánicas anteriores.
Son sillares que tienen 13 centímetros de altura, que es un sistema de medida náhuatl y que por eso se edificaron de 42 centímetros. Porque tres sillares antiguos, prehispánicos, más la llaga que es la junta entre dos ladrillos de una misma hilada, dan 42 centímetros. Se diseñó el sillar en esa medida para aprovechar el material de derribo. Pero, más aún, para abreviar y abaratar la obra y de alguna manera, para elaborar un lenguaje común con los constructores prehispánicos de la zona, que eran muy buenos, asegura Molero.
El curso impartido por Antonio Molero, por redes sociales, abarcó desde la fundación de la ciudad en 1531, la llegada del Obispo Juan de Palafox en 1640 y la conclusión del nuevo baldaquino en 1819, una especie de templete formado por cuatro columnas que sostienen una cúpula o dosel plano, destinado a cobijar el altar cuando tiene posición aislada.
En fin, como escribió Ernesto Moreno Machuca (Huauchinango, Puebla, 1919-2008), en su poema Declaración de Amor a mi Ciudad:
Canto con luz de estrellas, tu Catedral mirífica,
sus torres matinales de leyenda sin mácula,
su Ciprés y su coro, su campana María
que tañe los maitines con su boca seráfica.
raultorress@hotmail.com