Por Leticia Montagner
Circula por las redes sociales un texto que vale pena repetir en este espacio, por las verdades que afirma:
Yo no soy víctima de las leyes educativas. Tengo 69 años y he tenido la suerte de estudiar bajo unos planes educativos buenos, por encima de las estadísticas de aprobados y de la propaganda política.
En el jardín de infancia, así se llamaba entonces lo que hoy es Educación Inicial, empecé a estudiar con una cartilla que todavía recuerdo perfectamente: La A de araña, la E de elefante, la I de iglesia, la O de ojo y la U de uña.
En Primaria estudiábamos Lengua, Matemáticas, Ciencias, Civismo.
En 6º de Primaria, si en un examen tenías una falta de ortografía del tipo de b en vez de v o cinco faltas de acentos, te bajaban y bien bajada la nota.
En Bachillerato, estudié Historia, Geografía, Matemáticas, Química, Biología, Física, Latín, Literatura y Filosofía.
Leí El Quijote y el Lazarillo de Tormes; leí Lanzas Coloradas, Casas Muertas, Doña Bárbara y otros libros, pero, sobre todo, aprendí a hablar y a escribir con corrección.
Aprendí a amar nuestra lengua, nuestra historia y nuestra cultura.
Y… vamos con la Gramática:
En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales.
El participio activo del verbo atacar es atacante; el de salir es saliente; el de cantar es cantante y el de existir, existente.
¿Cuál es el del verbo ser? Es ente, que significa el que tiene identidad, en definitiva el que es.
Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación ente.
Así, al que preside, se le llama presidente y nunca presidenta, independientemente del género, masculino o femenino, del que realiza la acción.
De manera análoga, se dice capilla ardiente, no ardienta; se dice estudiante, no estudianta; se dice independiente y no independienta; paciente, no pacienta; dirigente, no dirigenta; residente, no residenta.
Y ahora, la pregunta: nuestros políticos y muchos periodistas, hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son periodistos, ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la gramática de la lengua española?
Creo que por la dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hacen más ignorantes, a ellos y a sus seguidores.
Les propongo que pasen este mensaje a sus amigos y conocidos, en la esperanza de que llegue finalmente a esos ignorantes semovientes, no ignorantas semovientas, aunque ocupen carteras ministeriales.
Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto.
Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y sobre todo, ¡el machisto!
Hasta aquí el texto que circula. Si bien en cuestión del lenguaje este es cambiante y evoluciona, en términos de género también, ya que en este proceso de la igualdad, equidad, perspectiva y transversalidad todavía no hay nada definitivo, con frecuencia surgen teorías, otras se derrumban y así, es un camino constante de construcción y deconstrucción.
En el español hay una vocal que es neutra, la e, no denota género como la a y la o, cuando un sustantivo de personas o profesiones termina con esa vocal lo que determina el género es el artículo, por ejemplo, la o el estudiante, el o la presidente, la o el agente, etc.
Sin embargo la costumbre hace la ley y de tanto repetir creemos que las cosas están bien, hay que seguir profundizando de manera seria y profesional sobre el lenguaje, en caso contrario cada quien tendrá su propio idioma al gusto y a sus necesidades.
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