Antecedentes históricos de la inmigración libanesa a Puebla

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Por Alfonso Gómez Rossi

Miko Viya (seudónimo de Miguel Ángel Villarello Vélez) en su libro Recuerdos de Puebla afirmó que la segunda colonia extranjera de mayor importancia en Puebla era la francesa. 

Yo disiento de su opinión, y afirmaría que la segunda colonia migrante de mayor importancia en nuestro estado durante el siglo XX fue la colonia libanesa.

Sin duda el número de sus miembros, así como su importancia política y económica durante el siglo XX, la hacen un grupo étnico que tuvo un gran impacto en Puebla en casi todos los aspectos: desde la política hasta la gastronomía.

Nos interesa explorar entonces, cuál fue el impacto que tuvo sobre la cultura poblana, y sobre todo el concepto de masculinidad que pudo haber legado a nuestra urbe.

Le propongo, querido lector, que analicemos en esta columna lo que significó ser libanés en la Puebla del siglo XX y los motivos históricos por los que emigraron desde el Levante, a distintas partes de América. 

Desde el siglo V de nuestra era, el territorio del Líbano fue parte de la antigua Bizancio, el Imperio árabe, el Imperio de los turcos selyúcidas, el Imperio Mameluco, así como parte del Imperio persa. 

El Líbano como país independiente es relativamente nuevo, ya que esa región fue a partir de 1516, y hasta el Tratado de Sèvres en 1919 parte del Imperio Otomano, y de 1920 al fin de Segunda Guerra Mundial, una colonia francesa. 

La historia de control sobre esta franja de tierra por diversas naciones e imperios ha obligado a distintos historiadores y culturalistas a preguntarse ¿qué significa ser libanés?

Para el Dr. Akram Fouad Khater, docente de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, en Estados Unidos, la identidad libanesa es una construcción identitaria relativamente reciente, en la que intervienen varios factores que incluyen la Guerra Civil de 1860, la migración de la clase media del país a América y el control particular que ejerció el Imperio otomano sobre esa región en el siglo XIX (Khater, 2001). 

Khater afirma que un componente importante de la identidad libanesa se constituyó a partir de una serie de incidentes que ocurrieron en las montañas del Líbano y Asiria entre 1840 y 1860. La identidad libanesa surge  “inicialmente de la familia, la aldea y la religión (en ese orden). Estos grupos proporcionaron marcas de identidad para esas comunidades” aunque la “identidad de ser libanés se desarrolló lenta y dolorosamente con el transcurso del tiempo” (Khater, 2001, pág. 190)

Para entender el origen de esas revueltas y su importancia para la comunidad libanesa poblana, le propongo que analicemos algunos aspectos del imperio que controlaba esa región de Medio Oriente, y que desapareció hace más de cien años: el Imperio otomano. 

Aunque en el siglo XVI y aun en el siglo XVII era temida por Europa Occidental, por las posibilidades de que aun pudiera conquistar la península itálica o los territorios de Bohemia (actual República Checa) y Austria, en el siglo XIX, se le conocía como el “Hombre enfermo de Europa,” apodo que le dio el primer ministro inglés, Lord Palmerston, para describir la descomposición política y social de aquel sultanato.

El Imperio otomano trataba de implementar reformar políticas y educativas para tratar de detener la descomposición en la que se encontraba sumida.  

Analicemos las reformas a la educación: A diferencia de los imperios de Europa Occidental, que construyeron escuelas y universidades a su paso, el imperio Otomano no tuvo interés alguno en fomentar la educación ya que lo veía como algo que sólo le crearía problemas. 

La educación que se proporcionaba estaba encaminada a hacer buenos musulmanes. 

Esta situación cambió a partir de 1773. En ese año y de manera muy gradual el imperio Otomano consideró que la preparación de los súbditos era necesaria para mejorar la situación precaria del imperio. Entre 1773 y 1859 se constituyeron universidades con la finalidad de preparar médicos, ingenieros y diplomáticos (Yapp, 2021). 

En 1846 y 1869 se hicieron reformas para establecer escuelas públicas que impartieran una educación secularizadaque condujera a los niños desde la primaria a la universidad, todo controlado por un Ministerio de Educación de nueva creación establecido en Estambul.

 Aunque las intenciones de modernizar al imperio eran buenas, la oposición de los súbditos conservadores y la falta de recursos económicos hizo que estos proyectos avanzaran lentamente (Yapp, 2021).

Analicemos el aspecto religioso: desde el siglo XVI y hasta la primera década del siglo XIX, el imperio Otomano se caracterizó por ser tolerante con los distintos grupos cristianos que vivían dentro de su territorio. Era por ejemplo más tolerante con la disidencia religiosa de lo que lo fueron España o Inglaterra en el siglo XVI. 

El imperio Otomano cobraba un impuesto a aquellos súbditos que no eran musulmanes y en general, se les veía con pena, ya que los mahometanos pensaban que se condenarían por sus creencias religiosas erróneas. Esta cambiaría a partir de 1821. 

Ese año, momento en que México consumaría su independencia, fue también cuando la provincia otomana de Grecia proclamaría su independencia y sería apoyada por las potencias europeas en su búsqueda por la independencia.

Las guerras de independencia griegas generaron resentimiento entre la población musulmana que no distinguía entre ser griego y ser cristiano, y generó una serie de masacres intermitentes contras las poblaciones cristianas del imperio que duró cien años (hasta 1922).

Los casos más notables de persecución contra los cristianos del imperio fueron:

1.- La masacre de Constantinopla de 1821

2.- La masacre de Quíos (1822)

3.- La destrucción de Psara (1824)

4.- La masacre de Batak (1876)

5.- Las masacres Hamidianas (1894-96)

6.- La masacre de Adana (1909)

7.- El etnocidio de los Tracios de Bulgaria (1913)

8.- La Gran Hambruna del Monte del Líbano

9.- El genocidio armenio

10.- El genocidio griego

11.- El genocidio asirio

Los problemas con los súbditos cristianos atrajeron la atención de Rusia y Francia en la segunda mitad del siglo XIX.

Francia asumió la protección de los católicos y los lugares santos, mientras que Rusia abogaba por la protección de los ortodoxos y también exigía ser reconocido como protector de los mismos lugares santos que quería Francia.

Los reinos de Francia y la Gran Bretaña no veían favorablemente la existencia del Imperio otomano, pero al mismo tiempo temían que sí este colapsaba, Rusia tomaría control de diversos territorios del Imperio otomano, como Valaquia o Moldavia, y que además se quedara con la ciudad de Estambul, un sueño acariciado por todos los zares de Rusia, que veían como su derecho natural en algún momento reconquistar a la antigua Constantinopla para la religión ortodoxa y tener acceso a las cálidas aguas del Mediterráneo.

 Justo esto era lo que querían evitar la Gran Bretaña y el Imperio francés, que veían como una amenaza que Rusia tuviera acceso al Mediterráneo y pudiera controlar las redes de comercio que se daban entre Europa, África y Asia, particularmente a partir de la apertura del Canal de Suez en 1869.

La Guerra de Crimea entre 1855 y 1856 así como el Tratado de Berlín en 1878 buscaban limitar el control de los rusos sobre el Imperio Otomano, y a la vez ayudar a que sobreviviera, con el apoyo de las potencias Occidentales.

Justo en esa etapa histórica de decadencia del Imperio Otomano, en la provincia de Monte del Líbano, surgieron una serie de problemas que la Puerta Sublime no pudo, o no quiso arreglar. 

Trabajos citados

Khater, A. F. (2001). Inventing Home: Emigration, Gender and the Middle Class in Lebanon 1870-1920. Berkeley, Los Ángeles y Londres: University of California Press.

Yapp, M. E. (4 de Noviembre de 2021). Ottoman Empire. Obtenido de Enciclopedia Britannica: https://www.britannica.com/place/Ottoman-Empire. Accessed 4 November 2021

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