Con una impresionante represión de “Bailes de Nayarit”, el estado de Veracruz se posicionó como el segundo lugar en la categoría de Libre Obrero, campesino y popular en la disciplina de baile, durante la XXI Espartaqueada Cultural Nacional del Movimiento Antorchista.
Al salir del escenario platico con Esther Nicolás Silva y Luz Beatriz Castro Hernández, quienes forman parte del grupo de danza Olín Yolistli de Córdoba, Veracruz, dos mujeres que, además de ser madres y abuelas, llegaron con entusiasmo y determinación a este evento nacional.
Me comparten que han encontrado en la danza una forma de expresión, unión y realización personal.
“Mi nombre es Esther Nicolás Silva, vengo del estado de Veracruz y pertenezco al grupo de danza Olín Yolistli, de Córdoba”, comparte con una sonrisa. Aunque no son bailarinas profesionales, el esfuerzo y la disciplina las han llevado lejos, “aquí nos han enseñado todo, cuando entramos, teníamos dos pies izquierdos, ¿verdad? Y ahora ya sabemos cuál es la derecha y cuál la izquierda”.

Esther es ama de casa y lleva 13 años en la compañía de danza, “en todo ese tiempo hemos venido a participar varias veces en la Espartaqueada, hemos sacado el segundo lugar presentando chilenas de Oaxaca, también en bailes de Yucatán, y en danza en general”.
La preparación para esta edición fue constante, ensayaban martes, jueves y sábados, de 6:30 de la tarde a 8:30 de la noche, “llevamos más o menos seis o siete meses preparándonos”.
Por su parte, Luz Beatriz Castro Hernández se unió recientemente al grupo, “también soy ama de casa y soy costurera, esta es mi primera vez que vengo a Tecomatlán y es un gusto muy grande, una satisfacción haber participado, una emoción enorme. Estoy muy agradecida con la Antorcha por traernos”.
A sus 63 años, Luz Beatriz afirma que nunca es tarde para bailar, “no me arrepiento de haber entrado, esto nos sirve de ejercicio, nos relaja, y conocemos compañeras. Yo les digo a todos que no se rindan, que acomoden sus horarios y sigan participando. Sí se puede bailar, aunque una sea ama de casa, esposa, madre, abuela, todo se puede”, me dice sonriente.
Acaban de bajar del escenario, el sudor les corre por la frente, hace calor, pero ellas están felices, esa adrenalina corre por cada fibra de su ser, y ambas coincidieron en la belleza del lugar que las recibió.
“La verdad es que Tecomatlán es muy bonito, muy bello todo lo que tiene: su arquitectura, el teatro, queremos irnos con una foto, llevarnos un recuerdo de lo bonito que es este lugar”, me dice en complicidad Luz Beatriz.
Finalmente, expresaron su gratitud a quienes las han acompañado en este proceso: “Queremos agradecer la hospitalidad que nos han brindado en Tecomatlán, ha sido muy agradable, también damos gracias a los maestros que nos preparan con tanto entusiasmo”.
Sin duda, estos eventos avivan en quienes lo vemos y en quienes participan una fibra de sensibilidad y de ganas de intentarlo o de seguir participando.
