Paola Flores
A lo largo de la historia de México, la oratoria ha sido una herramienta fundamental para dar voz a las causas populares. Desde las arengas de los líderes insurgentes hasta las palabras que hoy siguen levantando conciencias en las comunidades más olvidadas del país, el arte de hablar en público ha servido para denunciar injusticias, organizar la lucha y proponer un camino distinto. Conscientes de ello, el Movimiento Antorchista ha promovido la formación de oradores entre niños, jóvenes y adultos, como parte esencial de su labor educativa. La Espartaqueada Cultural es un espacio para que el pueblo se exprese con fuerza y claridad.
En ese contexto, Faustino Ríos Guzmán, campesino y representante del Pleno de Tlaxco, Puebla, participará por primera vez en el concurso de oratoria de la XXI Espartaqueada Cultural. Su testimonio refleja no solo su compromiso con su comunidad, sino también el poder transformador de la palabra cuando nace de la experiencia y se respalda con organización y lucha. En esta entrevista, nos comparte su sentir, su historia y las razones que lo llevaron a prepararse para tomar el micrófono y decir con firmeza lo que muchos callan.
¿Cómo se siente participando en este concurso de oratoria?
Sinceramente me siento sorprendido e impactado por estas actividades que organiza Antorcha. Es la primera vez que participo en un concurso de este tipo.
¿Desde cuándo se ha dedicado al campo y qué cultivos siembra?
Toda mi vida me he dedicado al campo. Desde que era niño, mis padres fueron campesinos y yo seguí ese camino. Sembramos maíz.
¿Cuál es el mayor reto que ha enfrentado como campesino en la Sierra Norte?
La injusticia que se vive en los pueblos. En 2017 comencé a tener problemas con un terreno que mi familia vendió al pueblo para construir una secundaria. Mi madre falleció y el terreno quedó intestado. Ahí comenzó el conflicto: mis hermanos, junto con la presidencia municipal, quieren recuperar el terreno, pero ese espacio ya pertenece al pueblo. Esa ha sido mi lucha: que se respete lo justo y que se reconozca que ese terreno es de la comunidad. Por eso busqué a Antorcha hace algunos meses, para que me ayudaran a defender lo que es del pueblo y de la escuela.
¿Qué es lo que más le enorgullece de su trabajo y de su comunidad?
Me enorgullece luchar por lo justo. Por eso me acerqué a Antorcha, porque había escuchado cosas buenas sobre su trabajo, y ahora estoy convencido de que es verdad. Como plenista, me siento orgulloso de poder ayudar a quienes más lo necesitan. Siempre lo he hecho, pero ahora, con la organización, puedo hacerlo mejor. De mi municipio destaco que hay mucha gente buena, trabajadora y solidaria. Sin embargo, por la pobreza en la que vivimos, también somos vulnerables y fáciles de engañar. Cuando hicimos el texto de oratoria, investigamos que Tlaxco es uno de los municipios con menor desarrollo en el estado.
¿Qué lo motivó a participar en este concurso?
Primero, la invitación de un activista. Y segundo, el deseo de que más personas conozcan la situación que vivimos en Tlaxco.
¿Cómo se preparó para hablar en público? ¿Alguien lo apoyó o le dio consejos?
Primero redactamos el texto, basándonos en la investigación y en lo que se vive todos los días en las comunidades. Sí recibí consejos; ya había hablado antes con la gente, pero esto es diferente porque no puedes equivocarte. Ensayé varios días con el profesor Miguel y también fui dos veces a Puebla para revisar el discurso.

¿Cuál es el mensaje principal que quiere transmitir en su discurso?
Mostrar los problemas por los que pasamos, y que estos problemas son provocados por los que tienen el poder. Pero también mostrar que una salida es posible. Como digo en mi discurso y como decimos en cada reunión, solo el pueblo unido en Antorcha puede acabar con la pobreza. En eso estamos, sabemos qué debemos hacer. Debemos quitar a esa familia que ha gobernado Tlaxco por muchos años.
¿Qué le diría a otros campesinos o personas de su comunidad que creen que no pueden participar en algo así?
Que sí se puede. Que busquen a Antorcha, que vean lo que hace la organización: desde ver decir poesías a niños de seis años, hasta los bailes tan bonitos que presentan. Y, sobre todo, la oportunidad de defenderse de cualquier injusticia. Que manden a sus hijos a las escuelas de Antorcha, que participen, porque hay mucho por hacer.