Carmen Guevara
Con el puño en alto frente a un destino despiadado, el 21 de marzo de 1984 el pueblo huitzilteco se levantó airado, con alma valiente y con la luz del Movimiento Antorchista Nacional, para luchar por uno de sus más grandes anhelos: la tranquilidad social.
En la década de los 70, Huitzilan de Serdán era un pueblo sin ley, sometido a la explotación de un cacicazgo rapaz que aprovechó la usura y el alcohol, para inventarle al indígena huitzilteco deudas impagables y cobrarles con el despojo de sus tierras; pero también herido por las balas asesinas de la Unión Campesina Independiente (UCI), organización que llegó con ideales revolucionarios, pero que voltearon las armas contra quienes juraron defender, “al no cultivar la formación ideológica necesaria entre sus militantes… Comenzaron como revolucionarios y terminaron como pistoleros (De revolucionarios a Pistoleros, Ehécatl Lázaro Méndez)”.
En esa época, tan sólo en la cabecera, había apenas unas calles empedradas, unas cuantas casas con luz eléctrica (las de los caciques, especialmente), una pequeña primaria y secundaria que, después del asesinato del Prof. Abelardo Bonilla por la UCI, fueron cerradas; no había red de agua potable y menos viviendas dignas, ni clínicas, ni canchas deportivas. En Huitzilan reinaba la oscuridad. Esto se refleja en los datos oficiales: de acuerdo con el INEGI, en 1970 había 6 mil 197 habitantes y mil 482 viviendas, apenas el 15% de estas (222 viviendas) contaba con agua y energía eléctrica, sólo 10 estaban conectadas al drenaje público, siete fueron hechas de madera, adobe, tabicón o block y la mayoría con techo de teja; 53 con lámina de cartón, embarro, madera, adobe y otros materiales no especificados. Del resto de las casas no hay información.
Pero el carácter revolucionario y valiente del pueblo, lo llevó a organizarse y a buscar la ayuda del Maestro Aquiles Córdova Morán y de Antorcha; cuando llegaron a Tecomatlán, el grupo de huitziltecos que encabezaron la lucha ya habían recorrido las oficinas del gobierno estatal, organizaciones campesinas, partidos políticos y hasta le habían escrito al presidente de la República y al secretario de la Defensa Nacional, sin obtener respuesta alguna.
Fue Antorcha quien se convirtió en la luz más intensa, en el faro que iluminó al pueblo de Huitzilan y lo guió para edificar una nueva vida, sobre las ruinas de un pueblo herido.
Estimado compañero huitzilteco, mire al cielo y recuerde esa época de esperanza desvanecida. Recuerde cómo alumbraba su hogar, cómo hacía rendir medio almud de maíz con el que le pagaban y que no le alcanzaba para alimentar a sus hijos, cómo podía ver las estrellas entre la paja que tenía como techo, cómo sacaba a su enfermo por esos caminos oscuros y lodosos; no olvide cómo en las tiendas de los caciques le anotaban grandes deudas y menos quién le robó su tierra; tampoco borre de su memoria cuántas viudas quedaron, cuántos padres sin sus hijos, cuántas familias que no pudieron levantar a sus muertos y cuántas que tuvieron que salir huyendo de la violencia. Tampoco olvide que los caciques llegaron a tierras huitziltecas y se aprovecharon de los campesinos, y cuándo la violencia era insoportable, no hicieron nada, salieron huyendo y les dejaron un problema que por su ambición provocaron.
Y ahora mire a su alrededor, verá que fue Antorcha quien, con su luz y su lucha, logró la tranquilidad social, que con su proyecto de desarrollo y el trabajo arduo de los ayuntamientos antorchistas, trajeron el florecimiento de su pueblo. Ahora hay un importante porcentaje calles y andadores pavimentados, caminos, un hospital, canchas deportivas en todas las comunidades, más de 50 escuelas de todos los niveles, una unidad deportiva, una cancha de futbol única en la zona, más del 90% tiene luz eléctrica y más del 70% tiene agua potable. Huitzilan es un semillero de talento y muchos jóvenes tienen la posibilidad de elegir una profesión.
Los resultados de la lucha organizada están a la vista, son palpables y la realidad no miente. Por ello, es preciso marchar con el rumbo que lleva el progreso, porque la historia ha mostrado que sólo el pueblo unido y organizado, que toma en sus manos las riendas de su destino, es capaz de conseguir tan grande proeza, no sólo para seguir luchando por una vida más digna para Huitzilan de Serdán, sino para el pueblo de México.
El próximo 21 de marzo celebraremos 41 años de trabajo organizado, lo festejaremos, primero, con la entrega de una ofrenda floral donde descansan los restos de nuestros mártires antorchistas, muchos de ellos a quienes les arrebató la vida los enemigos del progreso, como al Lic. Manuel Hernández Pasión, Francisco Luna, Ramírez Velázquez, Ignacio Gómez, Bartolomé Tadeo, Máximo de la Cruz Rivera y otros compañeros que ya no se encuentran, pero que nos han dejado como recuerdo su legado y ejemplo; en un evento político cultural a realizarse el 23 de marzo, honraremos nuestra lucha y a quienes se han mantenido al frente de esta, caminando bajo la guia de nuestro querido Maestro y la luz de nuestra organización.
En el marco de este evento, también se llevará a cabo la presentación del libro “Huitzilan de Serdán, la derrota de los caciques” del periodista Alejandro Envila Fisher, una investigación en la que se recogen voces de quienes vivieron esa época de terror y cómo su unidad logró la paz social, convirtiendo al municipio en un rubí de la Sierra Norte, un ejemplo de lucha y progreso.
“Los huitziltecos estamos de fiesta, celebrado los frutos de nuestra unión”, dice el corrido. Este 23 de marzo, reunámonos para recordar a nuestros mártires y a festejemos 41 años de tranquilidad social, de progreso y de trabajar por un futuro más próspero. Todos están cordialmente invitados.
