https://www.voltairenet.org/article221541.html
por Thierry Meyssan
El 21 de noviembre, el presidente ruso Vladimir Putin dirigió una alocución a sus conciudadanos y al mundo.
En respuesta al ataque de los nacionalistas integristas ucranianos contra la provincia rusa de Kursk, Rusia parece haber desplegado allí varios miles de soldados norcoreanos.
Más que ver esa respuesta rusa como parte de la guerra que libra contra Rusia desde 2022 a través de Ucrania, Washington la ve como parte de otra guerra: aquella que inició en la península de Corea, en 1950, y que técnicamente todavía no ha terminado, a pesar del alto al fuego, contra los comunistas coreanos y chinos.
Viendo las cosas desde esa perspectiva, Washington reaccionó, el 19 de noviembre, guiando hacia al territorio ruso 6 misiles ATACMS (Army TACtical Missile System) que había entregado a Kiev. Esos misiles estadounidenses fueron dirigidos no sólo contra el oblast ruso de Kursk sino también contra el de Briansk, en territorio de la Federación Rusa. Por su parte, el gobierno de Reino Unido decidió, el 21 de noviembre, guiar hacia suelo ruso los misiles Storm Shadow que había entregado a Kiev. Todos los misiles mencionados, tanto los de fabricación estadounidense como los de fabricación británica, fueron destruidos en vuelo por la defensa antiaérea rusa.
Moscú considera el ataque misilístico contra Kursk como la continuación de la guerra secreta de la CIA estadounidense a través de Ucrania e incluso una continuación de la guerra organizada contra la URSS en los años 1950, realizadas ambas con la participación de los nacionalistas integristas ucranianos de Stepan Bandera, quien colaboró con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
La opinión pública occidental no comprende esos hechos porque ha olvidado el apoyo de China a Corea del Norte, porque no sabe que los oblast de Kursk y de Briansk están en suelo ruso, o sea cree que están en Ucrania, y porque no sabe que los anglosajones se aliaron a los últimos nazis. El desconocimiento de este último hecho impide además a la opinión pública occidental entender el objetivo de la operación militar especial rusa en Ucrania.
Los misiles estadounidenses ATACMS pueden ser lanzados desde las mismas plataformas móviles terrestres que sirven para lanzar los HIMARS, también estadounidenses. Las versiones más avanzadas tienen un alcance de 300 kilómetros y vuelan a 50 000 metros de altitud. En cuanto a los misiles británicos Storm Shadow, el alcance de sus últimas versiones es de alrededor de 400 kilómetros. En definitiva, esos misiles estadounidenses y británicos son incapaces de alcanzar objetivos en la profundidad del territorio ruso.
Rusia dispone de una amplia gama de respuestas posibles ante los ataques de la OTAN: Como represalia, Rusia puede apoyar a adversarios de los anglosajones en otros campos de batalla. Y ya lo ha hecho: cuando Kiev atacó un gasoducto en suelo ruso, Rusia respondió guiando el misil yemenita que alcanzó un oleoducto israelí, el 15 de septiembre. Ese hecho, de importancia capital, fue silenciado por la censura militar de Israel y por la “gran prensa” occidental.
El 19 de noviembre, Rusia modificó su doctrina nuclear, abriendo la opción de una respuesta nuclear.
Y, finalmente, Rusia puede también hacer valer su predominio militar. Ucrania anunció el 20 de noviembre que Rusia había lanzado un misil balístico intercontinental (ICBM), del tipo RS-26 Rubezh, capaz de alcanzar el territorio de Estados Unidos desde suelo ruso, Hoy sabemos que no fue así.
Sin que la opinión pública occidental se haya dado cuenta, los campos de batalla de Ucrania y del Medio Oriente ya se han reunido, mientras que los neoconservadores estadounidenses (los “straussianos”), los sionistas revisionistas israelíes y los nacionalistas integristas ucranianos han vuelto a reunirse en una alianza, como durante la Segunda Guerra Mundial. Esos 3 grupos, históricamente vinculados al Eje tripartita, son partidarios de una confrontación final. Sólo faltan en esa banda los militaristas japoneses del nuevo primer ministro nipón, Shigeru Ishiba.
Inmediatamente después del ataque realizado con los misiles estadounidenses ATACMS, e incluso antes de la andanada de los Storm Shadow británicos, el presidente ruso Vladimir Putin firmó el decreto que promulga la nueva doctrina nuclear de la Federación Rusa, que ya había anunciado el 24 de septiembre.
Esa nueva doctrina nuclear rusa autoriza el uso del arma nuclear en 5 nuevos casos:
1) Si se recibe información confiable sobre el lanzamiento de misiles balísticos contra el territorio de la Federación Rusa o de sus aliados.
2) Si armas nucleares u otras armas de destrucción masiva llegan a golpear el territorio de la Federación Rusa o de sus aliados, o si ese tipo de armas es utilizado para golpear unidades o instalaciones militares rusas en el extranjero.
3) Si el impacto de un enemigo sobre el gobierno o sobre las instalaciones militares rusas fuera de una importancia crítica susceptible de afectar la capacidad rusa de respuesta nuclear en represalia.
4) Si la agresión contra Rusia y Bielorrusia con armas clásicas hace pesar una grave amenaza sobre la soberanía y la integridad territorial de esos Estados.
5) Si se recibe información confiable sobre el despegue o el lanzamiento de aviones estratégicos o tácticos, de misiles crucero, de drones, de vehículos hipersónicos o de otros vehículos voladores y de que estos han cruzado las fronteras rusas.
El 21 de noviembre, o después del lanzamiento de los misiles británicos, el presidente ruso Vladimir Putin pronunció una alocución transmitida por televisión.
En esa alocución, el presidente Putin anunció que las fuerzas armadas rusas habían destruido un centro de producción del complejo militaro-industrial ucraniano, pero precisó que no habían utilizado un misil balístico clásico RS-26 Rubezh –el misil que había mencionado Kiev– sino que habían puesto a prueba una nueva generación de armas hipersónicas, específicamente un misil balístico denominado Oréshnik, con capacidad nuclear pero que no portaba cargas atómicas. Este nuevo misil fue lanzado desde la región rusa de Astracán, a orillas del Mar Caspio, contra una fábrica de satélites en la región de Dnipro. La velocidad de este nuevo misil ruso (superior a Mach 10, o sea más de 10 veces la velocidad del sonido) hace imposible su intercepción por el armamento existente. El misil Oreshnik reúne las capacidades del ya conocido misil ruso Iskander y del nuevo misil Kinjal, con todavía más velocidad y maniobrabilidad.
El presidente Putin recordó en su alocución que Rusia, sin estar obligada a hacerlo, sigue respetando el Tratado INF (sobre los misiles de alcance intermedio) a pesar de que Estados Unidos se retiró de ese tratado en 2019. Desde aquel momento, Estados Unidos, que ha acumulado un grave retraso en el plano técnico, ha desplegado nuevamente misiles de alcance intermedio en Europa y en la región Asia-Pacífico, como en tiempos de la “crisis de los euromisiles”. Rusia, en cambio, fabrica ese tipo de misiles… pero no los despliega. En su alocución, el presidente Putin emitió una clara advertencia a las potencias occidentales y sugirió a la población occidental que se aleje de las zonas que Rusia pudiera decidir golpear con misiles Oreshnik en respuesta a nuevas provocaciones.
Es posible que esa alocución del presidente Putin haya tenido como único propósito el de advertir claramente a Occidente sobre la superioridad militar de Rusia, ya reconocida en julio de este año por la Comisión Nacional sobre la Estrategia de Defensa que el Congreso estadounidense había creado al adoptar la ley de programación militar de 2022. A falta de golpes nucleares rusos, la alocución del presidente Putin probablemente dará lugar a un incremento en la demanda de armamento ruso.
El presidente Vladimir Putin ordenó iniciar la producción en serie del nuevo misil hipersónico Oréshnik, capaz de portar cargas nucleares.
En todo caso, no se puede negar que el mundo nunca había estado tan cerca de una guerra nuclear, entre otras cosas porque ninguna de las potencias nucleares había logrado alcanzar sobre las demás la evidente ventaja tecnológica que hoy muestra Rusia.
El 22 de noviembre, el presidente Putin reunió a los desarrolladores de los sistemas rusos de misiles y los responsables de la industria del armamento, los felicitó por el éxito del nuevo misil Oreshnik y les solicitó que comiencen a producirlo en serie.