Se acabaron las vacaciones. Regresaron los niños y los jóvenes a la escuela. Los padres y las madres, cumpliendo con lo que consideran su obligación elemental, llevaron a sus hijos, pero quedó gastadísima la inmensa mayoría de ellos, que son trabajadores, porque en este país no hay un tipo de familia, existen dos fundamentales, las que enfrentan sin sentir los costos de educar a sus hijos y las que hasta el pan de la boca se quitan para que sus vástagos vayan a la escuela. A los alumnos de primaria los entregaron a las ocho de la mañana y, a las 12:30, ya iban de regreso a casa, su madre los ayudaba con la mochila.
Tenemos una de las jornadas escolares más reducidas del mundo y el gasto del gobierno de México en educación es el más bajo de todos los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El gasto anual de México en 2020 para todos los niveles educativos fue de tres mil 132 dólares, contra cuatro mil 481 dólares de Colombia, siete mil 77 de Chile, 11 mil 576 en promedio de la OCDE, 11 mil 903 de Finlandia, 18 mil 974 de Estados Unidos y 25 mil 545 dólares de Luxemburgo.
No es todo lo que debe preocuparnos en materia educativa. En el sexenio de Andrés Manuel López Obrador se recortó la participación del gasto educativo sobre el gasto total programable del Gobierno Federal en casi dos puntos porcentuales; en 2018, el gasto en educación sobre el gasto total programable representaba el 17.5 por ciento; en 2023 cerró el año en 15.7 por ciento, el más bajo desde 1995. Durante este gobierno, además, la cobertura de la educación básica para las edades de tres a 14 años, o sea, el porcentaje de los que realmente van a la escuela, ha bajado desde 2014-2015, cuando alcanzó un nivel de 95 por ciento de cobertura, hasta un 90.2 por ciento en el ciclo escolar 2022-2023.
¿Y cómo están las escuelas a las que logran inscribirse y asistir nuestros niños y jóvenes? El 25 por ciento de los planteles de educación básica y media superior no tiene agua potable y cerca del 20 por ciento no tiene lavamanos. En el nivel básico, el 42 por ciento de los planteles, no tiene computadoras y el 53 por ciento no tiene conexión a Internet (ni para quien lleve una computadora o un teléfono celular) y en el nivel medio superior, no tiene computadoras el 30 por ciento y carece de conexión a Internet el 47 por ciento de las escuelas. Es más, en donde llega a existir este servicio, solamente se cuenta con un laboratorio en el que hay unos cuantos aparatos para todo el alumnado, los equipos son de modelos bastante atrasaditos y no pocos están descompuestos. Contra todo lo que se declare, para el gobierno de la 4T, la educación no ha sido una prioridad.
¿Error? ¿Descuido? No, claro que no, aquí, como Manelic que cuando bajó de la montaña, “supo algo más horrible”, debemos de tomar en cuenta que cada año se analiza por parte de especialistas con muy amplia experiencia en la materia y con estudios de maestría y doctorado en las mejores universidades del mundo, cómo habrá de gastarse el dinero de que dispondrá el gobierno en el periodo siguiente y sus propuestas pasan por varios filtros de expertos y autoridades y, finalmente, se decide, muy fundamentadamente, en qué sí y en qué no habrá de gastarse el dinero que con tanto esfuerzo aportan con sus impuestos los trabajadores mexicanos.
Así que no ha sido error ni descuido, sino una decisión perfectamente bien calculada, gastar menos en la educación básica, media superior y reducir la asignación a las universidades públicas del país. En este último caso, por segundo año consecutivo, la inversión para educación de nivel superior representa apenas el 16.8 por ciento del gasto educativo total, mientras que en 2015 era del 18.1 por ciento, una pérdida de 1.3 puntos porcentuales que, en términos monetarios, equivalen a más de 13 mil millones de pesos. En consecuencia, según datos del Censo de Población y Vivienda 2020, sólo dos de cada 10 personas de 25 y más años cuentan con estudios de tipo superior y sólo tres de cada 10 jóvenes del grupo de edad de 18 a 22 años, cursan una carrera profesional.
¿Y la calidad de la educación? ¿Sus resultados? Sólo una referencia: en la última prueba PISA 2022, en matemáticas, el porcentaje de estudiantes de entre 15 y 16 años que se ubicó en los niveles más bajos de desempeño fue cercano al 66 por ciento. Escandaloso. Todo esto es la evidencia de que se está agrediendo conscientemente la capacidad de razonar y resolver problemas de las nuevas generaciones, es más, se está mutilando criminalmente la humana inquietud por conocer. Una mente ágil, avezada, intrépida y con insaciables inquietudes por saber, hermosa sin atenuantes, es muy peligrosa. En este gobierno, más que en todos los gobiernos anteriores surgidos de la Revolución Mexicana, como consecuencia de la intensificación de la competencia mundial por los recursos y los mercados, se ha decidido aceptar gustosamente el papel asignado por el imperialismo y se ha renunciado a la educación de excelencia, científica y crítica para limitarse a acondicionar a la clase trabajadora para producir riqueza. La navaja adentro del pan de la Nueva Escuela Mexicana.
El sistema necesita obreros y consumidores y se ha puesto a generarlos.
Obreros: serán necesarios cada vez en menor cantidad y cada vez para realizar tareas más simples. La llamada inteligencia artificial, un novísimo eufemismo para esconder a los trabajadores los brutales intereses de los explotadores que perfeccionan constantemente sus métodos de extracción de tiempo de trabajo no pagado, es la que les reduce al mínimo su salario y los echa a la calle y, por tanto, se hace de vida o muerte convencerlos de que no es el insaciable y mundano interés de clase, sino, dicho con sorna, la inteligencia artificial.
Consumidores: cada vez más dispuestos a gastar hasta su último peso, incluso a endeudarse hasta el cuello (el 90 por ciento de los trabajadores tiene deudas), comprando cualquier mercancía, útil o inútil, benéfica o perniciosa, solicitada en línea con sólo un teléfono en la mano y para recibir en casa de inmediato. Se trata de generar consumidores insaciables y hasta fanáticos. La venta rápida de las mercancías, es decir, la pronta realización de la plusvalía, es la vida y la posibilidad de la perpetuación del sistema. Más ahora que la competencia crece y apremia.
A pesar del desastre educativo que he tratado de describir y de que casi 200 mil mexicanos han muerto violentamente en este sexenio, la muy reciente encuesta de Buendía & Márquez para El Universal reporta que AMLO concluye su mandato con una aprobación de 73 por ciento como Presidente. Estamos ante una muestra de la perversa manipulación de los trabajadores ideológicamente indefensos. Es, por tanto, fundamental para el sistema que los trabajadores y sus familias crean y acepten las supercherías difundidas por los poderosos y por sus cada vez más variados y penetrantes medios de comunicación acerca de su situación real y sus perspectivas de mejoría. Mire usted. Todavía no se puede precisar hasta dónde llegará la aplicación de la ciencia y la técnica a la maquinización de los procesos de trabajo, el uso de la llamada Inteligencia Artificial y ya la OCDE ha calculado que el 27 por ciento de los empleos tiene un alto riesgo de desaparecer por esta tecnología. Negro el panorama para la clase obrera. Termino. Una encuesta realizada por el Gabinete de Comunicación Estratégica en 2018 encontró que aproximadamente el 58 por ciento de los mexicanos cree en algún tipo de superstición, lo que incluye desde evitar pasar por debajo de una escalera hasta creer en el mal de ojo o planear su día con base en los horóscopos y no existe ninguna razón para pensar que en seis años el porcentaje haya disminuido; y, como vemos, sí las hay y poderosas para concluir que empeoró. Hay que conjurar las amenazas. No descuidar la tarea, el debilitamiento cuantitativo y cualitativo de la educación, debe mantenerse e intensificarse. Todo sea por la sobrevivencia