“Este sistema de salud pública (IMSS-BIENESTAR) ya es más eficaz en el mundo, dije que iba a ser el mejor, que iba a ser como en Dinamarca, no, no es como en Dinamarca, es mejor que en Dinamarca”, fueron parte de las palabras pronunciadas por el presidente de la nación, Andrés Manuel López Obrador, durante su último informe de gobierno, pero ¿esto no es un insulto para los mexicanos que denuncian que no hay medicinas, que las instalaciones de salud son deficientes, que se caen a pedazos?
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) señala que entre 2018 y 2023, la atención médica en hospitales públicos de los estados disminuyó en 13.3 puntos porcentuales. Antes del año 2018, el 31.8 por ciento de la población recibía atención médica en el sector público, a través del Seguro Popular; pero bajo la premisa de combatir la corrupción en su lugar se creó el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI), que fue disuelto tres años después. Y ya no digamos nada sobre la mega farmacia que no tiene ni lo básico.
Pero eso no es todo, el mandatario afirmó que la inseguridad y la pobreza decrecieron considerablemente, que somos un país feliz y tranquilo, sin embargo, la gente de a pie que son víctimas de la delincuencia en la calle, en las carreteras, en el transporte público, en el trabajo y hasta en sus hogares, las miles en todo el país que todos los días buscan a sus familiares en fosas y en el CEMEFO, aquellos que no cuentan con un empleo remunerado ni los que son ambulantes, o los mexicanos que no saben qué van a comer mañana, esos, nosotros, tenemos otros datos.
El gobierno de “primero los pobres” no fue para los mexicanos, y los resultados lo demuestran. Su política ganó, y sigue, porque la concentración del poder que busca a través de la reforma al Poder Judicial dista mucho de dar democracia al pueblo.