Un estudio demostró que los cambios fisiológicos que se producen en las arterias durante los malos ratos y enojos pueden ser mortales y señaló la importancia de prestar atención a la salud mental para reducir el riesgo cardiovascular
Un disgusto puede ser mortal. Aunque es infrecuente, los cardiólogos han identificado casos de infarto que son desencadenados por una mala noticia o un suceso traumático, como sucede con el provocado por la enfermedad del corazón roto.
Ese síndrome, denominado Tako-Tsubo por los científicos japoneses que lo descubrieron en los años 90, fue considerado una enfermedad rara al principio, pero ahora se sabe que se registra con cierta frecuencia y por todo el mundo.
Se desencadena cuando, en una situación estresante, se libera gran cantidad de un neurotransmisor llamado catecolamina, parecido a la adrenalina, que agita el corazón y puede llegar a romper alguna de sus válvulas. Este tipo de dolencia cardiaca afecta en un 98 % de los casos a mujeres. Entre ellas, un 2 % de los infartos lo provoca una respuesta emocional.
De acuerdo al diario español El País, un artículo publicado por la Asociación Estadounidense del Corazón, identificó un mecanismo que puede estar tras la relación entre los estallidos emocionales y las dolencias cardiacas, de cómo una mala noticia inesperada o un susto puede cambiar el funcionamiento de los vasos sanguíneos.
En el trabajo, se pidió a un grupo de voluntarios jóvenes y en buen estado de salud que relatasen experiencias que les habían producido enfado, ansiedad o tristeza, durante 8 minutos mientras se medían varios parámetros de su salud cardiovascular.
Entre los individuos que narraron las experiencias que les causaron ira, se observó que la capacidad de dilatación de los vasos sanguíneos, que sirve como forma de protección cardiovascular, se redujo durante 40 minutos, algo que está relacionado con un incremento de la probabilidad de sufrir un ataque al corazón. Esto no sucedió entre los que rememoraron situaciones que les producían ansiedad o tristeza.
Los autores, liderados por Daichi Shimbo, de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, plantearon que, si estos efectos de emoción negativa se repiten, con el tiempo pueden afectar a la fisiología cardiovascular causando daños irreversibles.
El estudio publicado por Shimbo y sus colaboradores ofrece una explicación a un fenómeno observado desde hace tiempo. Las enfermedades mentales empeoran la salud cardiaca y el enfoque psicológico es una herramienta muy útil para prevenir esos efectos.
Los pacientes con enfermedades cardiovasculares también suelen desarrollar depresión, especialmente aquellos que eran previamente activos, porque tienen un sentimiento de pérdida y tienen miedo de que se vuelva a repetir. Eso puede llevar a una disminución en la actividad física y un aumento en los pensamientos negativos, que en estos casos hay que intervenir y que para ello hay unidades de Psiquiatría que hacen equipo con las de Cardiología.
Igual que hay personas que tienen propensión a enfermedades del metabolismo, algunas personalidades también favorecen las dolencias cardiovasculares como personas muy activas, adictas al trabajo, que experimentan altos niveles de estrés interno.
Este estrés emocional puede transformarse en tensión arterial, afectando las fibras de las arterias y la capa endotelial de los vasos sanguíneos. Hay estudios que han demostrado que el estrés crónico provoca niveles elevados de inflamación y oxidación, especialmente en las células endoteliales, lo que puede llevar a la formación de trombos y, en última instancia, a enfermedades cardiovasculares.