Por Mariano Saavedra
Violeta Becerril invitó a Mario Delgado a Santa Clara Ocoyucan a un mitin para atacar a Antorcha Campesina. Visto así, fuera de contexto, parecería un acto de campaña natural, una de las actividades del montón, que se hacen casi por inercia para iniciar una polémica y, si se puede, embolsarse justificadamente algunos de los recursos designados a la partida de “gastos de campaña”. Pero si ponemos la lupa, tras esa acción aparentemente inocua parece que se oculta una tenebrosa red de influencias y una máquina de fango que atraviesa vertical y horizontalmente todos los niveles del partido político en el poder.
No es una situación menor. Pongamos el contexto sobre la mesa. Mario Delgado, presidente (sí, leyeron bien: presidente) de Morena, aceptó, sin rechistar, la propuesta de acudir a un evento (más bien modesto) de una candidata(más bien insulsa) para hablar, más bien soltar espumarajos por la boca, únicamente de Antorcha Campesina. Repetimos: Mario Delgado, presidente de Morena, acudió a un mitin de una candidata perdedora y residual a atacar a Antorcha Campesina. El asunto es grave, sobre todo porque Santa Clara Ocoyucan, a pesar de ser un municipio modesto, ha sido un bastión histórico del antorchismo nacional. ¿Cuál podría ser el interés de Mario Delgado, presidente nacional de Morena, en acudir para hablar mal de Antorcha? Rastreando su participación en los mítines podemos encontrar un sórdido patrón. Mario acude, como perrito abúlico, a todos los lugares a donde lo inviten para hablar mal de Antorcha Campesina. Y lo hace casi por deporte, por un obsceno gusto personal. ¿Qué le ha hecho a usted Antorcha, señor Delgado?
Parece ser que el señor Mario Delgado ha aceptado la deshonrosa tarea de ser un comisario político, un vigilante nocturno, un sabueso persecutor de todo lo que huela a Antorcha Campesina. Tiene un odio visceral contra la organización de los pobres que lo llevan a cometer errores ridículos. Nosotros no lo odiamos, tal vez lo compadecemos. Es demasiado patético ya ser un energúmeno linfático, con la voluntad disminuida, obedeciendo ciegamente las órdenes de los que mandan en Morena.
Pero resulta que Violeta Becerril también invitó a Alejandro Armenta Mier, candidato a gobernador del estado de Puebla por Morena. Alejandro Armenta, si algo tiene entre sus virtudes, es que es un viejo lobo de mar; sabe que está en territorio comanche, que Santa Clara no es una plaza puesta a modo, no es un escenario montado artificialmente para que todos los asistentes respondan de forma unánime “la hora que usted diga señor candidato” cuando el político pregunte “¿qué hora es?” Santa Clara Ocoyucan es un territorio donde Antorcha Campesina lleva organizando a la gente y trabajando durante mucho tiempo. Décadas de compenetración con el pueblo avalan la lucha de los antorchistas. Por eso Alejandro Armenta tuvo el mínimo reparo de guardar silencio. A diferencia de los balbuceos vociferantes y salivosos de Violeta y Mario, Armenta, conocedor de la tradición histórica de lucha de Antorcha Campesina y del respeto, el cariño y el antorchismo de los ocoyuquenses, tuvo el decoro de no decir nada. Por supuesto que esto no es un panegírico de Armenta; Antorcha lo ha criticado como a toda la política de Morena cuando la hemos considerado errónea. Pero en este caso, su actitud ha sido la de un político.
¿Hay división en el morenismo a partir de este acto? Aún no lo sabemos. No tenemos idea de qué consecuencias pueda tener este desaire. Armenta invitado al obsceno convite de atacar a Antorcha y capitulando ante esa degradación es una forma de entender la estrategia actual del morenismo en todo el país. Cada vez se ve menos tacto al tratar al pueblo organizado, menos capacidad de negociación y más espectáculos esperpénticos de degeneración moral del Movimiento de Regeneración Nacional.
