La respuesta al llanto de un bebé es instintiva: los padres lo cogen en brazos y lo mecen hasta que se calma. El problema es que muchas veces el truco no funciona o no funciona el tiempo suficiente para que el niño se calme y se duerma.
Un estudio realizado en el Instituto de Investigación de Ciencias Naturales Riken en Japón, fundado en 1917 y publicado en la revista Current Biology, ha encontrado una fórmula para ayudar a los padres a tranquilizar a los niños cuando lloran y conseguir que se queden dormidos.
Los resultados de la investigación establecen que la mejor técnica es pasear con el pequeño en brazos durante cinco minutos, lo que consigue relajarlo y una vez que se queda dormido, sentarse de cinco a ocho minutos antes de acostarlo en la cuna.
Ese tiempo permite que el bebé pase de la primera fase del sueño, que es más ligero, a la segunda, en la que se estabiliza, según una de las autoras del estudio, Kumi Kuroda, Investigadora del centro japonés. Con este sistema, un 65 % de las madres consiguió dejar a su hijo sin que se despertase, comentó.
Para realizar el estudio, donde participó la Universidad de Trento en Italia, el equipo contó con una muestra de 21 bebés de hasta 7 meses de edad. Es una cifra pequeña que la propia Investigadora reconoce como preliminar, por lo que se necesitarán más investigaciones futuras. Hubo 32 sesiones en las que han monitorizado a los lactantes mediante electrocardiogramas para medir su frecuencia cardiaca y cámaras de vídeo para registrar sus expresiones y movimientos.
Los científicos han comparado cuatro métodos: Pasear con los niños en brazos, permanecer sentados mientras los abrazaban, dejarlos en una cuna estática y utilizar una cuna mecedora. Tanto el primero como el último método conseguían calmarlos, por lo que se sugiere que no es suficiente sostener a los niños cuando se alteran y es necesario el movimiento. Después de esos cinco minutos de paseo, ninguno lloraba y el 45 % se había dormido.
Kuroda explicó al diario español El País, que no tiene que ser necesariamente la madre la que se encargue de ello para conseguir un resultado exitoso, puede ser el padre o un cuidador. Lo importante es que sea una persona del entorno a la que esté acostumbrado y con la que se sienta seguro, aclaró.
La científica señaló que el estudio solo se ha llevado a cabo con bebés en el momento en que empezaban a llorar, no cuando estaban tranquilos para dormirlos. Para esto último no hay datos del efecto de la técnica. El movimiento únicamente sirve en la primera fase para calmar a los niños, pero no cuando están dormidos. Una vez que ocurre esto y su sueño se estabiliza, las autoras aseguran que descansan mejor si están acostados que si permanecen en los brazos de sus progenitores.
El Vicepresidente de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPAP), Pedro Gorrotxategui, es escéptico con la investigación. “Es una experiencia a tener en cuenta, pero es muy difícil extrapolarla a la población general”, expresa. Hace hincapié en que las condiciones de un estudio siempre están controladas para ser de una determinada manera, “pero luego en la vida real eso puede cambiar mucho”, añade el doctor.
El experto afirmó que el movimiento calmó a los pequeños cuando estaban inquietos y lloraban, pero desde la AEPAP no recomiendan dormirlos en los brazos. Gorrotxategui indicó que de noche ocurren pequeñas interrupciones del sueño en las que los bebés pueden despertarse por un momento y si no han iniciado el sueño en la cuna por sí solos, extrañarán el entorno y será más fácil que se desvelen por completo.
Kuroda explicó finalmente que, además de ampliar la muestra, el siguiente paso del estudio es medir la frecuencia cardiaca de los bebés con relojes inteligentes conectados a través de bluetooth a un teléfono móvil. Así se podrán recoger las mediciones de manera más precisa, dice la investigadora.