El presidente de China, Xi Jinping, terminó su visita de alto perfil a Europa en medio de las preocupaciones en el Viejo Continente por el apoyo de Pekín a Rusia en su invasión a Ucrania y por la inundación de los mercados europeos con vehículos eléctricos chinos de bajo costo.
El primer viaje de Xi a la región desde 2019 ocurrió en medio de sospechas de que China busca aprovecharse de las divisiones que sufre Europa. Y para algunos analistas, el itinerario escogido por Xi no es casual.
Bertram Lang, investigador asociado de la Universidad Goethe de Frankfurt, dice que todos los países escogidos para el viaje -Francia, Serbia y Hungría- tienen “relaciones bilaterales especiales” con Pekín, y agrega que los dirigentes chinos han dividido gradualmente a Europa en dos grupos, “los amigos y los hostiles a China”. Y este viaje pretendía reforzar las relaciones con los del primer grupo.
Xi comenzó su viaje en Francia, donde su visita de dos días y sus conversaciones con el presidente galo, Emmanuel Macron, se centraron en la guerra en Ucrania y los desequilibrios comerciales con la Unión Europea. Si bien China y Xi prefieren el compromiso bilateral, Macron buscó demostrar la unidad europea al incluir en la cita a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
En París, las declaraciones de Von der Leyen apuntaron directamente a lo que ella llamó “prácticas de distorsión del mercado” por parte de China, que otorga generosos subsidios a las industrias del acero y de los vehículos eléctricos, y le dijo a Xi que Europa “no dudará en tomar las decisiones difíciles necesarias para proteger su economía y su seguridad”.
Pese a todo, los medios estatales chinos calificaron la visita de Xi a Francia como un éxito. Un reporte de Global Times menciona 18 “acuerdos de cooperación” alcanzados en aviación, agricultura, intercambios entre personas, desarrollo verde y otros temas, y los ve como una “señal positiva para los empresarios europeos” y un “estabilizador de los lazos comerciales entre China y Europa”.
Sobre Ucrania, Pekín todavía tiene que convencer a sus interlocutores de que no está apoyando a Rusia. China también ha evadido los llamados de Occidente, y de Alemania en particular, para usar su influencia en Moscú para poner término al conflicto.
Estados Unidos asegura que China entrega a Rusia maquinaria, motores de drones y tecnología utilizada en los misiles de crucero. China también estaría ayudando a mantener en pie la economía rusa mediante el suministro de bienes industriales y de consumo.
Xi respondió enérgicamente a estas acusaciones en París, señalando que la crisis en Ucrania está “siendo utilizada para responsabilizar a un tercer país, mancillar su imagen e incitar una nueva Guerra Fría”.
Jean-Philippe Beja, investigador del Centro de Estudios e Investigaciones Internacionales del Instituto de Estudios Políticos de París, dice a DW que en las conversaciones Xi se percató de que la guerra de Rusia contra Ucrania “es una cuestión de vida o muerte para Europa”, lo que “es un factor muy negativo para las relaciones chino-europeas”.
La visita de Xi tomó cursos más amables en Serbia y Hungría, países que han recibido inversiones chinas y, a la vez, tienen estrechos vínculos con Rusia.
Aunque Serbia no es miembro de la Unión Europea, la visita de Xi a Belgrado proyecta una imagen del líder chino “como una figura clave no solo para la UE, sino también para los vecinos de la UE”, estima Zsuzsa Anna Ferenczy, exasesora política en el Parlamento Europeo. Serbia es uno de los principales receptores europeos de préstamos chinos y alberga millonarios proyectos de desarrollo realizados por el gigante asiático.
La última parada de Xi fue Hungría, país que no disimula su apoyo a Rusia dentro de la UE. Budapest también juega un papel de respaldo a Pekín dentro del bloque, pues el primer ministro Viktor Orban ya ha vetado numerosas propuestas dentro de la UE para condenar acciones chinas.
Y mientras la UE lucha contra los vehículos chinos baratos que inundan su mercado, Hungría se está posicionando como un centro de producción para las empresas chinas de vehículos eléctricos. De hecho, China se ha convertido en la principal fuente de inversión extranjera directa de Hungría.