Esta semana se publicó en la revista Nature una investigación que rebobina la evolución humana hasta el momento en el que nuestros antepasados perdieron la cola; esta útil herramienta, que muchos primates usan como una extremidad más, para agarrarse a las ramas de los árboles, desapareció hace 50 millones de años de nuestra rama evolutiva.
La revista, que quiere decir Naturaleza en español, se publica en el Reino Unido desde 1869, indicó que la razón de la pérdida de la cola de nuestros antepasados parece claro. Este cambio se ha asociado a una mayor facilidad para caminar erguido, abandonar los árboles, liberar las manos y comenzar a crear la tecnología que caracteriza a nuestra especie.
Sin embargo, hasta hace poco, no se había propuesto un mecanismo genético plausible para explicar ese cambio tan relevante.
El cómo se produjo este cambio ya es una respuesta más compleja. Pero acabamos de saber que la clave puede estar en un único gen: un gen saltarín.
La revista Nature publicó un trabajo liderado por investigadores de la Universidad de Nueva York, en el que los autores identifican un cambio genético que explicaría la desaparición de la cola.
Para dar con esa modificación, los investigadores compararon el ADN de varias especies de monos con cola con el de otras de simios, en busca de variantes genéticas que compartan estos últimos y que los primeros no tengan.
Así, identificaron el gen TBXT, esencial en el desarrollo embrionario y que, en muchos primates, regula la formación de la cola. “El cambio en el gen que observamos es que, un gen corto saltarín —un fragmento de ADN que se conoce como secuencia Alu— aterrizó en una parte no codificante de un gen”, explicó Itai Yanai, autor principal del estudio.
Allí, su proximidad a otro elemento Alu cambió la actividad del gen TBXT, que empezó a producir una proteína diferente a la que habitualmente hace crecer la cola.
De acuerdo al diario español El País, es más que una hipótesis teórica. Los investigadores han realizado un experimento para comprobarla.
Para probar su teoría, que ya habían presentado anteriormente en una publicación sin revisar, el equipo de Nueva York, liderado por Bo Xia, modificó ratones para que expresaran formas diferentes del gen TBXT.
Cuando producían la variante de la proteína que en humanos, gorilas o chimpancés se genera por el efecto del gen saltarín, los ratones perdían la cola o desarrollaban una cola corta. “Es sorprendente que un cambio anatómico tan grande pueda provocarlo un cambio genético tan pequeño”, afirmó Yanai.
Sin embargo, la publicación de este estudio, ha servido para reabrir una cuestión que parecía zanjada.
En un comentario del estudio publicado también en Nature, Miriam Konkel, de la Universidad Clemson y Emily Casanova, de la Universidad Loyola, ambas en Estados Unidos, recuerdan que, aunque algunos investigadores interpretan que la pérdida de la cola puede ofrecer ventajas evolutivas, como una mayor facilidad para caminar erguido, hay indicios de que “tener cola no impide la locomoción bípeda y puede, incluso, favorecerla”.
Como ejemplo, las investigadoras recuerdan a los monos capuchinos, que se sirven de la cola para mantener el equilibrio cuando transportan herramientas de piedra con las manos. “Aunque los humanos transportan habitualmente cargas yendo erguidos, la investigación sugiere que una cola montada alrededor de la cintura puede incrementar la estabilidad”, afirmaron.
Eso haría posible que un rabo pueda ofrecer ventajas adaptativas para los humanos modernos y mantendría en el misterio la pérdida del apéndice que nuestra familia animal sufrió hace 25 millones de años.
Hace algunos años, en reuniones sociales donde se permanecía de pie, sobre todo en el sector diplomático, era común escuchar que al ser humano le faltaba la cola para sostener una copa; la mano izquierda era para sostener un bocadillo y la derecha para saludar a los amigos. ¿Usted qué opina: Hoy día el humano podría necesitar su cola para diversos usos?