Por Adrián Salazar
A estas alturas, nadie desconoce, o por lo menos se da una idea, de los graves estragos que ocasionó el huracán Otis en el estado de Guerrero. Lo primero que vimos en las noticias fue el desastre que dejó a su paso en la zona turística de Acapulco, los hoteles, restaurantes, centros comerciales, destrozados e inservibles. Sin lugar a dudas, el daño material es grande, pero va más allá de la zona turística, pues existen otros municipios que también fueron víctimas de este fenómeno natural que dejó sin casa, sin vestido, sin alimento y hasta sin trabajo, a miles de personas humildes que no tienen certeza de si podrán llevarse el día de hoy un pan a la boca.
Para atender de forma inmediata y coordinada -entre los tres niveles de gobierno- este tipo de desastres naturales existía un fideicomiso público llamado “Fonden”, a través del cual se aplicaban recursos para atender lo antes posible a los miles de damnificados por diversos desastres naturales, habilitar albergues, llevarles alimento, agua embotellada, medicamento, reestablecer algunos servicios, habilitar caminos y carreteras, entre otras tantas cosas necesarias en estos casos, sin embargo, eso, ahora, no es posible gracias al solipsismo de Andrés Manuel López Obrador y su camarilla de Morena que hace todo lo que el presidente de la república manda y ordena.
Mediante un decreto oficial de extinción, Andrés Manuel puso fin en 2021 a 109 fideicomisos, entre ellos, el Fondo para Desastres Naturales (Fonden) bajo el argumento de una supuesta lucha contra la corrupción, sin embargo, nunca se interpuso alguna denuncia, se inició algún proceso penal o se señaló a algún responsable de los supuestos actos.
Para tratar de mantener oculto el verdadero interés del actual Gobierno Federal en manos de Morena, se creó un programa presupuestario con el mismo nombre, con una partida específica en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) con “el mismo objetivo”, reconstruir infraestructura y apoyar a damnificados en caso de desastres naturales.
Hay que señalar que esto ya había sido superado en la década de los 90, puesto que, en aquellos años, cuando el Fonden también era simplemente un programa, reveló las deficiencias que implicaba ese carácter legal al no poder acceder de forma inmediata a los recursos públicos para atender los desastres naturales, de ahí que se el programa se transmutó en un fideicomiso y, ahora con Morena, ¡vamos hacia atrás!
¿Cuáles eran las ventajas del Fonden como fideicomiso? Tenía reglas de operación, términos y condiciones, es decir, era un candado que aseguraba que el recurso se utilice estrictamente para el objetivo que fue creado; además, en su operación participaban tanto el gobierno federal como los estatales y municipales y aseguraba la disponibilidad de los recursos inmediatamente después de que ocurriera un desastre natural sin comprometer los presupuestos existentes, ni los programas públicos ya aprobados para el año en que ocurre el desastre.
Otra de sus ventajas era permitir que los recursos que no se gastaban durante cada año se pudieran quedar como reservas y ser utilizados en años subsecuentes, liberar apoyos parciales inmediatos como un mecanismo de atención urgente para el restablecimiento de las comunicaciones y servicios básicos en las zonas afectadas.
Sin embargo, ahora como un programa más no existe la certeza de que se le asigne recursos a su partida presupuestal, de que el recurso sea utilizado estrictamente para el objetivo que fue presupuestado porque los recursos de los programas presupuestales son susceptibles de reasignaciones, es decir, los recursos pueden ser destinados a objetivos totalmente distintos para los que originalmente fueron aprobados, además de ser muy limitados porque se basan en un cálculo que hace el Gobierno Federal de lo que se podría necesitar en caso de una contingencia el año siguiente.
Este nuevo “Fonden” como programa presupuestario tampoco permite que los recursos que no se utilizaron en el año, queden como un fondo de reserva para los siguientes años y así tener siempre recursos suficientes y disponibles para cualquier catástrofe natural porque cuando se trata de este tipo de fenómenos, no existe de prever con absoluta certeza qué tan catastrófico puede ser y cuánto recurso se puede ocupar para mitigar los estragos.
A mi parecer, aquí se encuentra la navaja en el pan. Ahora con este Fonden, al tratarse de un programa presupuestario, se deja fuera a los gobiernos estatales y municipales, es decir, se les excluye para quedar su operación centralizada en manos del gobierno federal para que lo aplique a su absoluta discreción, es decir, ahora el Gobierno Federal en manos de Morena será quien decida qué empresas se contratan para la reconstrucción, el presidente de la república será quien decida lo que se va a reconstruir, AMLO, con su dedito, dirá a quien sí se le va a ayudar y cómo. Así pues, funciona el nuevo Fonden de López Obrador.
¿Se apoyará a las familias humildes, a los que perdieron su casa, su fuente de empleo, su patrimonio o serán los empresarios, dueños de lujosos hoteles y grandes centros comerciales y restaurantes quienes reciban el apoyo de Morena? No hay que esperar mucho para que AMLO, ¡otra vez!, saque el cobre.