No es cierto lo que dijo el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador el 31 de octubre: “ya en Navidad las familias van a estar muy contentas en Acapulco, muy felices. No va a haber amarga Navidad”. No, no es cierto que Acapulco estará en pie en Navidad. Acapulco está destrozado. Varios municipios están deshechos por completo. Los pobres, los hambrientos y los miserables guerrenses de esa zona de la costa tendrán su amarga Navidad, ahora, como en años anteriores. Ahora por el hambre, el desempleo y la falta de un techo. Antes porque eran explotados para la diversión de los turistas ricos.
Con el pretexto de revivir al paraíso turístico, a la Zona Diamante y sus hoteles de lujo, a los centros comerciales con tiendas para que la gente rica compre joyas, ropa y zapatos, a los restaurantes con manjares costosísimos, a los antros en donde el alcohol, las drogas y la prostitución son la atracción principal, así como a las zonas de entretenimiento de los millonarios; el gobierno federal, los bancos y las empresas le invertirán dinero a Acapulco. Quizá a la Navidad de ese Acapulco se refería López Obrador. ¿Y el Acapulco de los miserables? ¿El de los hambrientos? ¿El de los explotados? ¿El de los desempleados? ¿El de los informales? ¿El de las casas de lámina y cartón? ¿El de las escuelas destruidas? ¿El de las clínicas deshechas? Ese Acapulco está destrozado. Y el gobierno no tiene planes serios para reconstruirlo en esta Navidad… ni en la próxima.
Todo mundo recuerda el Acapulco de la playa, con sus lindas mañanas, con las gaviotas y sus bellos atardeceres. En donde hay risas sin fin por todos lados. Pero esas playas son un éxito porque hay un pueblo muy trabajador siendo explotado. Ningún gobierno, de ningún partido, se ha acordado de ese Acapulco de los miserables. Morena tampoco se acuerda de ellos. López Obrador menos. Porque ellos están íntimamente ligados a los ricos.
El miércoles 25 de octubre, a las 00:25 minutos, el huracán Otis entró a varios municipios de la costa de Guerrero, como Acapulco, con vientos de 250 a 300 kilómetros por hora. Era un huracán categoría 5. En dos horas, destrozó todo lo que había a su paso. Los medios calculan 800 mil guerrerenses damnificados. En unas horas, perdieron todo lo construido en una vida. “La franja de devastación se extiende desde Pie de la Cuesta y la laguna de Coyuca hasta las inmediaciones de la bahía, Acapulco Diamante, Barra Vieja y el aeropuerto internacional, según el último informe del programa Copérnico”, dice una nota de El País. Los muertos van en 47 y aumentando.
La 4T ha salido a defender al gobierno de López Obrador diciendo que solo se esperaba una tormenta tropical en las playas guerrerenses. “Las advertencias y avisos de que el huracán Otis tocaría Acapulco por lo menos con una categoría 4 fueron hechos con más de 9 horas de anticipación y de manera pública por el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, que lo describió como “extremadamente peligroso”, con marejadas “potencialmente catastróficas” e inundaciones costeras “potencialmente mortales”. Con 9 horas de advertencia se pudo implementar un plan de prevención efectivo para que la devastación no fuera tan grande. Ni los pobladores de Acapulco ni los turistas recibieron avisos ni alertas sobre el riesgo que corrían”, escribió un columnista del periódico digital sociedadtrespuntocero.com. El gobierno sabía y no hizo nada, ni siquiera avisó.
La ineptitud del gobierno federal se hizo plástica el 25 de octubre cuando el presidente tardó 10 horas en llegar desde Palacio Nacional hasta la zona del desastre. Nadie preparó un camino para que el mandatario y tres de los secretarios federales no hicieran el ridículo a nivel mundial con camionetas que se quedaron atascadas sin que nadie supiera qué hacer. Si no son capaces de prepararle un camino al presidente, ¿podrán reconstruir Acapulco en este diciembre o en los 10 diciembres siguientes? Desde luego que no.
¿Y qué proponen para que no haya una amarga navidad? A los que perdieron sus muebles, les darán “una cama, una estufa, un refrigerador” y algunas cosas más, según las promesas. Habrá que ver cuánto entregan y a quiénes le entregan. López Obrador dice que a quienes perdieron sus casas les dará entre 35 mil y 60 mil pesos para reconstruir sus viviendas. Tomando en cuenta que, según las cifras del gobierno, se destruyeron o sufrieron daños 220 mil 35 viviendas (el 98.2% de las viviendas de Acapulco, según Animal Político del 29 de octubre), el gasto para darle a cada casa 60 mil pesos (para construir dos cuartos muy sencillos, quizá) será de 13.2 mil millones de pesos. ¿Y le darán ese dinero a la gente? ¿No se lo van a robar los padrinos de los Siervos de la Nación? Saque usted sus conclusiones.
Un gobierno que construyó un aeropuerto que no sirve y las aerolíneas no quieren usar, que inauguró la refinería Dos Bocas ¡que aún no refina!, que lleva años tratando de terminar el Tren Maya, ¿podrá reconstruir a la ciudad más importante económicamente de Guerrero? ¿Para diciembre? Ojalá que los acapulqueños, los guerrerenses y los mexicanos reflexionen en eso.
Pero el problema no nació con Otis. El problema lleva años. Guerrero es el segundo estado más pobre de México, según el Coneval: 60.4% de su población es pobre. De los 2 millones 173 mil pobres, 800 mil viven en la pobreza extrena. En Acapulco el 52% de la población vivía en pobreza antes de Otis y 126 mil 672 habitantes en la pobreza extrema. Es la ciudad con más pobreza extrema del país, superando a Iztapalapa, en la Ciudad de México, y a la capital de Puebla. Y ahora, después de Otis, ¿cuántos pobres moderados, extremos y hambrientos habrá en esa zona? Será “un infierno gigantesco”, como dijo el líder antorchista de Michoacán, Omar Carrerón Abud, en su artículo “Acapulco: la espantosa tragedia de la clase trabajadora, sólo acaba de comenzar” aparecido en la revista buzos.
Para colmo de males, “Acapulco es la segundad ciudad más violenta de todo el mundo, revela un ranking de la consultora internaciona Statista”, dice lasillarota.com del 22 de octubre de 2022. Guerrero es violento: el 23 de octubre, fueron asesinados el secretario de Seguridad Pública de Coyuca de Benítez y otros 12 agentes. El 25 de octubre, los 70 mil habitantes de Coyuca sufrieron la devastación de Otis, porque por ahí entró a tierra.
“El ‘plan para poner en pie a Acapulco’ [de Morena y el Gobierno de López Obrador] es un simple analgésico con fines electorales y no una serie de medidas de fondo para revertir el empobrecimiento de los guerrerenses y el declive económico y social de Acapulco acelerados con el huracán Otis, por lo que desgraciadamente crecerán los sufrimientos, la pobreza, la migración, la miseria y la violencia en ese y otros lugares dañados”, sostiene el vocero nacional de Antorcha, Homero Aguirre Enríquez en su artículo “Lo que revela la tragedia de Acapulco”.
En estos momentos, los mexicanos debemos ser solidarios y donar lo que nuestras posibilidades nos permitan en los centros de acopio. Los antorchistas poblanos instalamos 45 centros de acopio en el estado y el lunes 30 de octubre enviamos las primeras 30 toneladas de ayuda, que ya están llegando hasta las zonas devastadas. Esas primeras toneladas son un ejemplo de la fraternidad que existe entre los pobres. Pero urge un cambio de clase en el poder, porque ni AMLO, ni Morena, ni ningún partido político nacional actual va a ayudar ahora a la clase trabajadora de Acapulco o de Coyuca de Benítez. Van a dar algunas despensas, algunas casas y harán un circo mediático en la prensa, la radio, la televisión y las redes sociales. Pero la gente pobre antes de Otis y la nueva gente pobre después de Otis seguirá olvidada. Solo dejará de ser pobre cuando gobierne un partido popular. La tarea es formar ese partido y ganar el poder. No hay de otra.