Adrián Salazar
En este 2023 se cumplen 50 años del golpe de estado que recibió el gobierno socialista de Salvador Allende, en apenas poco menos de tres años de su inicio (noviembre de 1970 – septiembre de 1973). Hoy en día es del conocimiento público lo que antaño se trataba de ocultar, de acuerdo con el historiador Peter Kornbluth, la comunidad de inteligencia estadounidense proporcionó a (Richard) Nixon, entonces presidente de los Estados Unidos, información sobre la planeación y ejecución del golpe.
El 15 de septiembre de 1970, Nixon ordena una “intervención directa” y secreta sobre Chile para evitar que Salvador Allende asumiera la presidencia. Ese día, entre las 15:25 y las 15:45 horas, ordenó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) “crear condiciones para derrocarlo si asume”, sin embargo, ante el fracaso de este plan, Estados Unidos no ceja en su intento por obtener el éxito.
El 6 de noviembre de ese mismo año, ante el Consejo Nacional de Seguridad, Richard Nixon dijo: “nuestra principal preocupación respecto de Chile es la posibilidad de que él -refiriéndose a su homólogo chileno-, pueda consolidar su poder y que el mundo tenga la impresión de que estaría alcanzando el éxito (…). No debemos dejar que América Latina piense que puede emprender ese camino sin sufrir las consecuencias”.
El temor de este principal gobierno precursor del capitalismo no era infundado, puesto que sabía que la opción del gobierno socialista que impulsaba Salvador Allende resultaría tan atractivo como en su tiempo lo fue el de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas. Las denominadas “40 medidas” del gobierno chileno, apenas tomó Allende control de este, apuntaban a fomentar el crecimiento, a redistribuir las riquezas, a aumentar los salarios, a profundizar la reforma agregaría, incluso a poner los recursos naturales (particularmente los mineros) bajo el control del Estado.
La nacionalización de varias decenas de grandes empresas y del 90 por ciento de los bancos, permitió la constitución de un Área de Propiedad Social (APS) en la que se implementó un sistema de congestión entre asalariados y administraciones públicas; esta situación provocó un clima de efervescencia: las huelgas, ocupaciones de tierras o de fábricas se multiplicaban. Pero la reacción entre los capitalistas y políticos de derecha fue diametralmente opuesta al ver sus intereses comprometidos.
Fue en este contexto que el EE.UU. alentó nuevamente una agresión más en contra del gobierno chileno, misma que fue materializada el 11 de septiembre de 1973 y borró del mapa al gobierno de la Unidad Popular encabezado por Allende. Entre las consecuencias más ignominiosas de este intromisión extranjera y violación a la democracia y soberanía chilena, destaca el asesinato, desaparición, tortura, encarcelamiento y exilio de miles de personas de miles de personas, bajo la dictadura de Augusto Pinochet.
A inicios de su gobierno diciembre de (1970), Salvador Allende visitó la Universidad de Guadalajara, en la que tuvo una importante plática con los jóvenes universitarios y en la que puso de relieve el verdadero carácter de los que sería su cortó gobierno, pero cargado con una visión realmente humanista y pletórica de justicia social para que el pueblo trabajador pueda tener una vida digna; este análisis sigue siendo vigente hasta e día de hoy y enmarca con un papel importante a los estudiantes, a quienes convoca actuar para transformar la realidad de aquellos años, y que se ha agravado en la actualidad, lejos de ir mejorando, como lo buscaba Allende.
En dicho discurso, Salvador Allende explicó que existen jóvenes que comprenden que ser universitario es un privilegio extraordinario, que creen que la universidad se ha levantado como una necesidad para preparar técnicos y que ellos deben estar satisfechos con adquirir un título profesional, sin embargo, esta visión entraña un grave riesgo: el arribismo social, puesto que la educación superior se mal forma en un instrumento que les permite ganarse la vida en condiciones de ingresos superiores a la mayoría del resto de los conciudadanos.
¿Cómo se materializa el riesgo que señalaba Allende? Él explicaba que, por ejemplo, los arquitectos “no se preguntan cuántas viviendas faltan en nuestros países y, a veces, ni en su propio país. Hay estudiantes que, con un criterio estrictamente liberal, hacen de su profesión el medio honesto para ganarse la vida, pero básicamente en función de sus propios intereses”.
“Allá hay muchos médicos -y yo soy médico- que no comprenden o no quieren comprender que la salud se compra, y que hay miles y miles de hombres y mujeres en América Latina que no pueden comprar la salud; que no quieren entender, por ejemplo, que a mayor pobreza mayor enfermedad, y a mayor enfermedad mayor pobreza y que, por tanto, si bien cumplen atendiendo al enfermo que demanda sus conocimientos sobre la base de los honorarios, no piensan en que hay miles de personas que no pueden ir a sus consultorios y son pocos los que luchan porque se estructuren los organismos estatales para llevar la salud ampliamente al pueblo.
De igual manera que hay maestros que no se inquietan en que haya también cientos y miles de niños y de jóvenes que no pueden ingresar a las escuelas. Y el panorama de América Latina es un panorama dramático en las cifras, de su realidad dolorosa”.
Es decir, vemos en Allende una visión muy distinta a la que día tras día nos impone la ideología capitalista: fomentar el individualismo en el hombre, aislarlo para convertirlo en polvo humano y sea fácilmente manipulable para sus intereses: la explotación.
Sin embargo, hoy en día hay quienes se oponen a la visión mezquina del capitalismo y no sólo se preocupan, sino también se ocupan en la vinculación de los estudiantes con su comunidad para que pongan sus conocimientos al servicio de ese pueblo que paga -a través de una excesiva carga tributaria- para educarlos.
Ahí están, como ejemplo, las escuelas antorchistas que buscan la formación de profesionistas más humanos, críticos y científicos capaces de identificarse con la clase trabajadora a la que pertenecen mediante un proyecto denominado “la formación del hombre nuevo”, ¿qué significa esto? Que los docentes no se limitan a reproducir el limitado aprendizaje de los libros de texto y programas educativos de las autoridades educativos, sino que va más allá.
La formación del hombre nuevo busca, además de brindar el conocimiento académico, capacitarlo en deporte, en arte, en cultura, en ciencia, que domine cada una de estas áreas y potencialice sus habilidades, para, a través de ellas entender su realidad y transformarla rompiendo la limitante de ser profesionistas mutilados y convirtiéndolos en hombres multidisciplinarios que se reintegren a la sociedad como agentes actuantes y transformadores del cambio, eso es lo que también buscaba el proyecto de Salvador Allende, una educación revolucionaria.
Aunque Estados Unidos continúa negando su participación en el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, que instigó el entonces asesor de seguridad Nacional Henry Kissinger, las acciones y secretos de la Casa Blanca se revelan a cuentagotas. El pasado 25 de agosto de este año se desclasificaron dos informes diarios de la CIA a Nixon: uno, con iniciales PDB Top Secret, del ocho de septiembre de 1973, en el que los asesores de Nixon avisan del posible golpe y otro, de 11 de septiembre, donde informa que las unidades militares apoyan la intentona y alerta que el ejercito carece de un “plan de efectivo y coordinado”. Hoy también se sabe que la CIA financió a medios chilenos de prensa, como El Mercurio, en su campaña para influir en los comicios del Congreso de 1973 y alentar la destitución de Allende, ante el fracaso de esta chicana, optaron por la injerencia y agresión vil y descarada, atentando en contra del pueblo que democráticamente había elegido a su gobierno.
Pareciera pues, un mero acontecimiento histórico como muchos otros, pero en realidad, este hecho esta cargado de gran significado para la clase trabajadora, no sólo de Chile, sino de toda América Latina; la geopolítica actual no es la misma que hace 50 años, ahora existe un bloque de países importantes que buscan la multipolaridad, respetando el derecho a la autonomía de cada nación, sin embargo, la clase trabajadora debe ser quien forje esa soberanía en beneficio propio.