¿Sabía usted que la afición a la cacería está alterando la evolución natural de los animales con cuernos o colmillos y que un alto porcentaje de elefantes nacen ya sin caninos y las cabras han reducido el tamaño de sus defensas?
De acuerdo al diario español El País, en base a un estudio fotográfico, la caza legal o furtiva está alterando el orden de las cosas en la naturaleza y al cebarse en los animales con los cuernos o colmillos más grandes, provocó una presión selectiva artificial que está reemplazando a la selección natural.
Cada vez haya más elefantes sin colmillos o machos dominantes de caprinos con defensas más pequeñas. Las consecuencias ecológicas de tal vuelco aún están por determinarse.
Durante toda la época colonial, los occidentales viajaron hasta África para cazar animales imponentes, como elefantes y rinocerontes. En el hemisferio norte, los ciervos y cabras que tenían más grandes sus colmillos o sus cuernos, más apreciada era la pieza.
Las fotografías de los grandes cazadores han servido a un grupo de investigadores para comprobar que el cuerno de los rinocerontes se ha encogido desde finales del siglo XIX, según una base de datos.
Las fotos más antiguas son de 1886 y en las cinco especies de rinocerontes que quedan se ha observado la misma tendencia. Las gráficas de los años noventa del siglo pasado tienen un colmillo más pequeño que los cazados 100 años antes.
La cacería estaba acabando con estas especies, pues al inicio del siglo XX se estimaba una población de 500 mil rinocerótidos de tres especies distintas en África. En los años ochenta, la población era ya de unos pocos miles y una de las especies ya se puede dar por extinguida. Pero, sigue habiendo caza furtiva, por lo que el encogimiento seguirá su proceso.
El Investigador Oscar Wilson, coautor del trabajo con las imágenes de los rinocerontes mientras trabajaba en la Universidad de Cambridge del Reino Unido, señaló que un cambio en el tamaño de los cuernos tiene consecuencias. El ahora investigador en la Universidad de Helsinki, teme que haya más cazadores furtivos y mueran más rinocerontes para obtener el mismo volumen del cuerno.
A finales de 2021, la revista Science publicó uno de los trabajos más ambiciosos sobre un fenómeno observado ya por los ecólogos, pero considerado hasta entonces anecdótico o circunstancial: cada vez nacen más elefantes sin colmillos.
Los elefantes son tan importantes para todo el sistema que los científicos los llaman ingenieros de los ecosistemas, por su capacidad para modificar el paisaje. Por eso, que cada vez nazcan más elefantes sin colmillos tendrá consecuencias.
El estudio de Science se apoyó en 50 años de observaciones de una población de elefantes que ha sufrido la caza furtiva para arrancarles sus colmillos. A comienzos de los años setenta del siglo pasado, había en el Parque Nacional de Gorongosa en Mozambique, 2 mil 500 proboscidios.
En 1977 se inició una guerra civil en el país, el Parque fue zona de guerra y ambos bandos usaron el marfil para financiarse. Al acabar el conflicto, en 1992, apenas quedaban 200 ejemplares.
Asimismo, los conservadores del Parque e investigadores de la Universidad de Princeton de Estados Unidos, observaron que antes de la guerra el 18.5 % de las crías nacían sin colmillos y al terminar, el porcentaje fue del 50.9 %.
En un Parque de Zambia, en la frontera con Mozambique, se observó que la proporción de elefantes que nacían sin colmillos pasó del 10.5 % en 1969 al 38.2 % 30 años después.
En el hemisferio norte, el encogimiento se ha cebado con las cabras. Uno de los primeros en observarlo fue el ecólogo de la Universidad de Alberta en Canadá, David Coltman que en 2003 publicó un trabajo sobre el estado de una población de muflón de las montañas, un bóvido de imponentes cuernos propio de América del Norte.
Bajo el impacto de la caza, la cornamenta de los machos encogió casi en un 30 % entre 1973 y 1996, cuando la caza se prohibió en la región porque quedaban muy pocos carneros de tamaño legal.
El fenómeno se ha observado en otras especies de bóvidos, como los antílopes y en España, en la cabra montés. Ahí están los datos, en las fotografías, pero faltan aún estudios a fondo de zoología para saber las causas.