La Conferencia del Espicopado Mexicano ha llamado a que este martes 20 de junio, a las tres de la tarde, suenen las campanas de todos los templos, por un minuto, como llamada a la memoria y a la oración por todas las víctimas de la violencia, al compromiso y a la exigencia de justicia y paz en nuestra nación.
Este llamado, se realiza a un año de los hechos violentos de Cerocahui, en los cuales, dos jesuitas: Javier y Joaquín, padres de los pueblos que habitaban la Sierra Tarahumara, intentaron salvar la vida de Pedro Palma. Un criminal mató a Pedro y a los dos misioneros que intentaron disuadirlo de su acción violenta.
Ahora, ante la acrecentada violencia, también exigen acciones que den seguridad, que ayuden a no sentirse amenazados todo el tiempo, que permitan vivir en paz.
La violencia en México no es cosa nueva, es uno de los mayores flagelos que lastiman desde hace años, y parece que no hay tregua, sino que más bien, se agudiza. Miles de víctimas de la violencia en México se acumulan, asesinados y desaparecidos, cuerpos sin identificar, fosas clandestinas, son expresiones de este terrible mal que padecemos.
La paz social, la paz que se debe construir es la que tiene por arma el diálogo y se libra en la buena batalla del encuentro. (Fratelli Tutti 217)
El compromiso por la construcción de paz no es una novedad en la Iglesia, es más, no es tradición, es vocación. Esto no excluye renunciar a la memoria, ni mucho menos al reclamo por la justicia