Homero Aguirre Enríquez
En el mundo se desplegaron recientemente enormes recursos mediáticos para insertar en la opinión pública mundial la idea de que un globo de fabricación china que se internó volando a más de 20 kilómetros de altura sobre el territorio estadounidense representaba una tremenda amenaza a la seguridad de los EE. UU y puso en riesgo los secretos militares y de todo tipo que guarda el gobierno de ese país.
A pesar de las explicaciones que el gobierno chino dio sobre el carácter civil del globo, su utilización en tareas de monitoreo meteorológico y que el desvío no planeado de su ruta no representaba ninguna amenaza para Estados Unidos, el aparato fue derribado ante miles de cámaras por veloces aviones de combate y el intencional incidente mediático sirvió para suspender, con el pretexto de la soberanía violada, la visita de Antony Blinken a China, lo que sirvió para tensar aún más la relación entre ambos países, ya de por sí muy deteriorada por los afanes expansionistas de Estados Unidos, basados en impulsar la separación de Taiwán del territorio de China, al que pertenece históricamente, y en iniciar el bloqueo a la economía china mediante la prohibición de vender microprocesadores a empresas de ese país. No conforme con eso, el gobierno estadounidense se aseguró de que los medios occidentales continuaran propalando versiones que hablan de otros globos chinos “espiando” en América Latina y en todo el mundo.
No obstante, la versión sobre el presunto temible poder de espionaje de ese artefacto chino ha resultado tan defectuosa y carente de pruebas que también ha provocado oleadas de memes que se burlan de un gobierno estadounidense empeñado en colocar un frágil globo como si de una bomba atómica se tratara, y traído de vuelta a la memoria algunas de las grandes mentiras que EE. UU. ha fabricado para justificar alguna agresión militar o económica, y ha provocado también que mucha gente se pregunte quiénes son los que verdaderamente espían al mundo desde el espacio, en las redes, en los teléfonos y en todas las formas imaginables.
¿Quién espía al planeta? Veamos este fragmento de un reportaje: “Estados Unidos es la nación que posee la colección de satélites espía más numerosa y tecnológicamente más avanzada. La organización responsable de desarrollar, fabricar, lanzar y explotar esas plataformas orbitales secretas es la Oficina Nacional de Reconocimiento o NRO, una especie de Servicio de Inteligencia Espacial que trabaja a todo ritmo las 24 horas de los 365 días del año. Los datos e imágenes los transfieren para su análisis al Pentágono, al Consejo de Seguridad Nacional, al departamento de Estado de Antony Blinken y a las diferentes agencias de inteligencia norteamericanas”, publicó el medio atalayar.com.
“La principal misión de las plataformas electro-ópticas, radar y de escucha dedicadas al espionaje consiste en capturar millones de imágenes de interés para la seguridad nacional, así como interceptar, descifrar o bloquear cientos de miles de millones de conversaciones o mensajes en cualquier banda del espectro electromagnético y radioeléctrico” (atalayar.com).
Abundan otras informaciones sobre la enorme maquinaria de espionaje estadounidense. Por ejemplo, en junio del 2021, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Wang Wenbin, calificó a los Estados Unidos como el mayor espía del mundo: «Estados Unidos había instalado dispositivos de monitoreo en casi 100 embajadas y consulados estadounidenses en el extranjero para robar secretos de esos países», alegó Wang… Los medios alemanes informaron a principios de esta semana que la agencia de inteligencia de Dinamarca, el Servicio de Inteligencia de Defensa de Dinamarca (FE), ayudó a la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (NSA, por sus siglas en inglés) a espiar a los principales líderes europeos, incluida la canciller alemana, Ángela Merkel, y el presidente Frank-Walter Steinmeier”, publicó el portal turco aa.com.tr. ¿Quién es, entonces, el mayor espía?
Y si hablamos de la capacidad de la maquinaria mediática, editorial y cinematográfica de Estados Unidos para fabricar mentiras de impacto internacional según lo requieran sus intereses, hay cientos de ejemplos pero por falta de espacio solo daremos un par. El primero, sobre un caso ocurrido hace 20 años y que ensangrentó a un país. La acusación de que Irak fabricaba armas biológicas, estaba en vías de conseguir armas nucleares y tenía contacto con la red terrorista Al Qaeda, a la que se acusaba de haber derribado las Torres Gemelas de Nueva York. El 5 de febrero de febrero de 2003, ante el Consejo de Seguridad de la ONU y medios de comunicación de todo el mundo, Colín Powell, secretario de Estado de la administración Bush, desgranó cínicamente las siguientes mentiras: “Tenemos descripciones de primera mano de fábricas de armas biológicas móviles, sobre ruedas y rieles”; “nuestra estimación conservadora es que Irak ha almacenado hoy entre 100 y 500 toneladas de agentes para armas químicas”; “Él [Sadam Hussein, presidente de Irak] sigue decidido a conseguir armas nucleares… Está tan decidido que ha intentado de forma repetida y encubierta comprar tubos de aluminio con especificaciones estrictas de 11 distintos países”; “lo que quiero hoy es que presten atención al nexo posiblemente mucho más siniestro entre Irak y la red terrorista Al Qaeda”.
Poco después de esas nunca probadas acusaciones, tropas estadounidenses bombardearon la capital Bagdad, que fue destruida en su mayor parte, y continuaron con una invasión que duró siete años, provocó casi dos millones de muertes de iraquíes, más de 7 millones de refugiados que huyeron de la guerra y una devastación de la que Irak aún no se recupera.
El segundo caso es más reciente. “El bombardeo de los gasoductos submarinos de Nord Stream situados en el mar Báltico fue una operación encubierta ordenada por la Casa Blanca y ejecutada por la CIA, según informa el veterano periodista de investigación Seymour Hersh. Hersh fue ganador del premio Pulitzer en 1970 y ahora denuncia que buzos estadounidenses aprovecharon como tapadera unos ejercicios militares de la OTAN para colocar minas en las tuberías del gasoducto. Explosivos que fueron detonados posteriormente de forma remota”. EL ESPAÑOL, 8 de febrero. Esta oublicación de lo investigado por el prestigiado periodista norteamericano, fue publicada en cientos de medios de comunicación del mundo, y ha permitido concluir que Estados Unidos y la OTAN mintieron cuando negaron su participación en ese atentado que dinamitó esa fuente de suministro de gas para debilitar económicamente a Rusia.
Hace 20 años, alguna gente tomó a broma que Collin Powell presentara un frasco con un polvo blanco como “prueba” de las armas químicas que presuntamente fabricaba Irak. Suponían que era una simple amenaza ridícula, pero pocos días después empezó la invasión armada. Con base en esa experiencia, y la ocurrida recientemente con el estallido del gasoducto Nord Stream, el mundo no debe simplemente burlarse de las burdas acusaciones del gobierno estadounidense contra sus próximas víctimas, pues está demostrado que no es el miedo al ridículo lo que detendrá a los guerreristas imperialistas, sino la condena mundial y la acción de los pueblos por construir un mundo multipolar donde impere un modelo económico distinto, que vuelva imposible el abuso contra los más débiles. Esa es la tarea de los partidos revolucionarios existentes y por construirse.