Los tanques de 2023: un paso más hacia los extremos

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Anaximandro Pérez Maestro en Historia por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales en su artículo titulado “Los tanques de 2023: un paso más hacia los extremos” presenta un análisis sobre la actual situación del conflicto en Ucrania y alerta sobre la escalada del mismo.

“A la luz de los recientes compromisos militares por parte de Alemania y Estados Unidos, de enviar tanques de guerra Leopard 2 y Abrams para Volodimir Zelensky, en Francia se abrió el debate sobre la correspondiente remisión de tanques Leclerc para Ucrania. En ese sentido Marc Fauvelle, conductor del noticiero Franceinfo, entrevistó al diputado francés de oposición Manuel Bompard. Fauvelle, lanzó varias preguntas relativas al asunto.  “¿Es necesario”, cuestionó, “hacer todo para que Ucrania gane esta guerra?”. Con un tono de circunspección, adecuada en estos tiempos agitados, el diputado señaló que para responder a esa pregunta se imponía de antemano otra, a saber, “¿cuáles son los objetivos militares, estratégicos que nosotros (Francia) tenemos en Ucrania?… ¿Acaso se piensa que la victoria y la paz serán el resultado de una victoria militar frente a una potencia que es una potencia nuclear? Personalmente, yo no lo creo”.

Segundos adelante, Fauvelle volvió al ataque preguntando a Bompard si él no quería que Ucrania ganara la guerra. La respuesta del diputado fue nuevamente cautelosa: en ese caso, dijo, cabría “preguntarse qué quiere decir “ganar”… ¿Quiere decir expulsar a las tropas rusas del territorio ucraniano?… Rusia, potencia militar y potencia nuclear, ¿es capaz de aceptar una derrota militar? Yo no estoy seguro”. Además, agregó, “yo creo que nuestra responsabilidad, evidentemente, es ayudar a los ucranianos a defenderse”, e insistió que al mismo tiempo “debe trabajarse en la formación  de una solución diplomática para llegar a la paz en el tiempo más corto posible”.

Más allá de las discusiones posiblemente infértiles que habrá entre los representantes de los poderes del Estado francés, sobre si los carros galos serán conducidos o no por aurigas eslavos, etc., me parece que los cuestionamientos de Bompard son muy válidos en las circunstancias actuales. ¿Aceptará Rusia que le planten enfrente varias decenas o cientos de tanques pesados de casi última generación, cuyas capacidades destructivas están acreditadas en los conflictos más recientes de la historia? ¿Permitirán los rusos que se les apunte con estos compromisos militares, los más agresivos y directos que han tomado los países aliados de Estados Unidos hasta la fecha? ¿Permitirá el Estado Ruso que Occidente le gane la partida por su supervivencia sin mover previamente sus piezas, por no decir su poderoso arsenal bélico? Yo pienso, como aquel diputado, que no. La Federación Rusa no dejará pasar esta afrenta y para suprimirla dará una réplica militar más vigorosa. Acaso esto implique simplemente, al inicio, el empleo de más tanques y aviones por parte del ejército ruso; pero también se encuentra abierta la posibilidad de que se empleen pequeñas bombas nucleares (conocidas como tácticas) o las grandes bombas nucleares estratégicas, que pueden destruir ciudades o, incluso, a Europa entera de un sólo golpe. Esta vía hacia la destrucción masiva y absoluta, hacia el extremo último de la violencia, es un paso lógico en toda gran guerra: así lo pueden atestiguar la teoría militar clásica, sus derivados y prácticamente toda la historia entre las guerras de Napoleón y las guerras estadounidenses del siglo XXI.

Aquí se pueden abrir más interrogantes: si lo último es cosa conocida y sistematizada en la teoría, ¿ignoraban los Estados Unidos, Alemania, Francia y el resto de aliados imperialistas del Atlántico Norte que Rusia puede responder de maneras extremas?, asimismo Zelensky, sus militares y sus asesores, ¿no están conscientes de que en cuanto Rusia ejerza su réplica, los primeros afectados por las explosiones nucleares o de otro género –las bombas no suelen saber discriminar qué gente debe explotar y qué gente no– serán los Ucranianos y no los occidentales que les envían nuevas armas? Yo creo que si no lo sabían, lo supieron por experiencia al menos desde el momento mismo en que iniciaron las hostilidades, hace ya casi exactamente un año. Pero en realidad todo el mundo lo podía saber, al menos desde que Carl von Clausewitz se hizo popular por su reflexión De la guerra (1832-1837). El incremento de los niveles de virulencia en un conflicto armado, apuntaba este destacado comandante prusiano, se debe en gran medida al incremento de los elementos de destrucción en manos de cada contrincante: los hombres, las armas, las bombas, los tanques, etc., que participan en la matazón. Es una cuestión elemental. Si un combatiente desea salir victorioso debe estar dispuesto a utilizar progresivamente todo lo que esté a su alcance (incluídas las bombas nucleares), pues esto le permitiría superar todos los recursos de su enemigo, neutralizarlo, someterlo o erradicarlo.

Desde febrero de 2022 los pasos de la guerra que comenzó Occidente han sido irracionales en el sentido más humano posible, el sentido de conservar vidas humanas. Las respuestas cada vez más agresivas de Rusia aparecen siempre contra los retos militares que le imponen primero Estados Unidos y sus satélites: el apoyo del bombardeo del Donbass que inició Zelensky en febrero pasado, el envío de armas y mercenarios para Ucrania, y el abandono de la vía diplomática por parte de Occidente (porque fueron los europeos, mas no Putin, quienes cerraron este camino): todos esos pasos han llevado al Estado ruso a responder de maneras cada vez más violenta. Si no hay salida diplomática, la única conclusión que puede resultar de esta dinámica alimentada por los señores del Atlántico Norte es la respuesta última: la guerra nuclear.

Aunque suene irracional, la naturaleza del conflicto en Ucrania deja ver que la destrucción total es el principal fin de la superpotencia nuclear que constituyen los Estados Unidos, así como el objetivo del Estado alemán y de los que sigan esa ruta. Tal vez los halcones “noratlantistas” han calculado que su imperio moriría si gana la vía más humana en estas circunstancias, la opción diplomática por la conservación del mundo. Tal vez han calculado que su supremacía sobrevivirá a la catástrofe nuclear, incluso si muriera una parte muy importante de la humanidad, entre ella muchos millones de estadounidenses y europeos inocentes. En todo caso, la remisión de tanques provocará un nuevo avance en esa dirección. Es muy probable que la respuesta rusa será la más violenta hasta este momento. Estamos más cerca de una experiencia nuclear”.

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