La oferta educativa de nivel superior para los jóvenes de escasos recursos se ha limitado a las Universidades del Bienestar que, dicho sea de paso, tienen serias deficiencias académicas e infraestructura.
Jorge López Hernández
Los estudios sobre población llaman cohortes generacionales a los grupos sociales que nacieron en un mismo periodo de tiempo. Esta clasificación es una herramienta de investigación que sirve para estudiar los cambios de perspectiva a través del tiempo y ayudan a analizar cómo interactúan las experiencias vitales (eventos de talla mundial como las guerras, las innovaciones tecnológicas y los cambios económicos, que son importantes para el ciclo biológico y el envejecimiento).
La primera cohorte que se estudió fue la Generación Perdida, nacida entre 1883 y 1990, seguida de la Generación Grandiosa (1901-1927), Generación Silenciosa (1928-1945), Baby Boomers (1946-1964), Generación X (1965-1980), Millennials (1981-1996), la Generación Z o Centennials (1997-2012) y Generación Alfa (2013-2025). Cada una de estas generaciones ha presenciado o sido informada de eventos de carácter mundial que influyeron en su presente y futuro.
Parte de los millennials y los centennials son jóvenes (los nacidos entre 1994 y 2011) que comparten una época de mucha inestabilidad, crisis sociales, políticas y económicas y, más aún, les tocó vivir en tiempos en los que todo es mercancía; es decir, para acceder a la educación, salud, cultura, deporte, esparcimiento, vivienda, etc., tienen que pagar por ello. Y, lo más grave, les ha tocado sufrir la falta de empleos y salarios dignos a pesar de ser de las generaciones con mayor escolaridad.
Estos tiempos sombríos para la juventud de todo el mundo es más aguda en países como México a causa de la falta de políticas públicas en favor de la juventud. Los millennials y centennials mexicanos están abandonados a su suerte por el Estado; esto no es nuevo, pero en el último sexenio la situación se ha complicado en varios aspectos.
La crisis de 2008 truncó la incorporación al mercado laboral de los millennials, ocasionándoles problemas de todo tipo, dificultando sus sueños y anhelos de encontrar empleo, independizarse de los padres y hacerse de un patrimonio. Para los centennials la situación no ha sido distinta, pues la pandemia les cerró las puertas al mercado laboral y precarizó los salarios.
En el tercer trimestre de 2022, la tasa de desocupación de los jóvenes (15-24 años) fue del 6.4 por ciento (Inegi, 2022), es el segundo grupo poblacional con la mayor tasa de desocupación, 44.9 por ciento; los ocupados ganaban un salario mínimo o menos y el 48.8 por ciento trabajaban entre 38 y 48 horas por semana; la tasa de informalidad en el primer semestre de 2022 era del 67.4 por ciento (IMCO, 2022).
La situación laboral de los millones de jóvenes millennials y centennials mexicanos es de incertidumbre y de precariedad económica. ¿Qué hace el gobierno para solucionar estos problemas? Nada. El programa Jóvenes Construyendo el Futuro (que en el fondo es una transferencia de recursos a las empresas privadas disfrazada de ayudas a los jóvenes) es solo un paliativo.
En la cuestión educativa, factor fundamental para el desarrollo y vida de los jóvenes mexicanos, las cosas son también sombrías. La atención a los universitarios es deficiente; no hay becas suficientes para los jóvenes que estudian en las universidades estatales; el programa Jóvenes Escribiendo el Futuro ha dejado fuera a miles de universitarios por su mala focalización.
La oferta educativa de nivel superior para los jóvenes de escasos recursos se ha limitado a las Universidades del Bienestar que, dicho sea de paso, tienen serias deficiencias académicas e infraestructura; es decir, brindan educación de muy mala calidad.
En vez de fortalecer la enseñanza en el nivel bachillerato, el Estado la está debilitando. Por ejemplo, al área de humanidades en el nuevo modelo educativo eliminaron las materias de lógica, ética y estética. A decir de los expertos “la nueva escuela en el nivel bachillerato arrebata a los jóvenes las herramientas para pensar, argumentar y discutir de manera clara, rigurosa, crítica, constructiva y virtuosa” (Guillermo Hurtado, 2023).
A los millennials y centennials no solo les ha tocado vivir en tiempos difíciles en los que el Estado se desentiende de su responsabilidad y trata de conculcar su derecho a pensar rigurosamente. No queda más que levantar la voz y exigir que el gobierno atienda las necesidades de los jóvenes en particular y de toda la población en general.