Se exacerba la crisis política en Perú que no deja de escalar. Ni los supuestos esfuerzos de la presidenta Dina Boluarte, que pidió perdón por el medio centenar de muertos registrados en las protestas, han apaciguado los ánimos, ni tampoco la declaración de estado de emergencia en Lima. Por si eso fuera poco, el más reciente sondeo del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), conocido el fin de semana, revela que el 71 por ciento de los encuestados rechaza al gobierno interino que asumió el poder tras el golpe de estado perpretado en conra de Pedro Castillo.
Un escenario sombrío se va agravando por la intransigencia de Dina Boluarte al no escuchar las exigencias de los manifestantes: adelanto de elecciones, renuncia de Dina Boluarte y nueva Constitución.
Hay mucha diversidad entre los manifestantes, ciudadanos de zonas urbanas y rurales que están ejerciendo su legítimo derecho a la protesta, organizaciones sociales y sindicales que tienen poder de convocatoria a nivel regional, comunidades campesinas, y otros.
Los bloqueos de carreteras y, con ello, el virtual cierre de ciudades enteras, ha sido exitoso por la masividad de las marchas. En las regiones del sur, como Cusco y Puno, se han visto grupos numerosos. No obstante, las ciudades se han paralizado, no solo por la cantidad de participantes, sino por la precaución de quienes no participan, pero temen ser atacados.
¿Podrán estos movimientos ejercer presión suficiente como para sacar a Boluarte? Es posible por existe mucho descontento y agitación a pesar del pedido de “perdón” de la presidenta Boluarte”, dice.
El problema es la violencia policial, que en lugar de calmar la situación, tiende a incendiarla más y las muertes y la represión caldean los ánimos y hay quienes se inclinan por radicalizar aún más la protesta. Las protestas son especialmente fuertes en el sur de Perú.