Rosa María Dávila Partida
Los últimos 15 años son testigos de este fenómeno que, aunque muchos no lo entiendan así, tendrá profundas repercusiones. Nos referimos a que el marxismo, tantas veces descalificado y enterrado por los defensores del régimen capitalista, vuelve a mostrar al mundo su gran vitalidad y vigencia.
Sabemos que el derrumbe de la URSS y junto con ella de los demás países que conformaban el bloque socialista de Europa Oriental, en los años 1990 y 1991, fue interpretado por muchos como la prueba definitiva del fracaso del marxismo. Así lo pensaron no sólo sus adversarios, sino muchos de los sedicentes marxistas que, con armas y bagaje, se pasaron a las filas de la burguesía.
Los partidarios de la burguesía envalentonados con estas percepciones erróneas creyeron que el capitalismo ya no tenía enemigo al frente y, por tanto, su reinado se extendería por los siglos venideros. También sobredimensionaron los avances de sus apologistas en el terreno económico, pregonaron a los cuatro vientos que la moderna economía matemática había resuelto todos los problemas de la producción y el intercambio de las mercancías, que la humanidad ya no sería convulsionada por terremotos como la crisis de 1929.
Pero apareció la crisis de 2008-2009 que sacudió por entero al sistema. La crisis, que explotó como burbuja en el sector inmobiliario de EE. UU., demostró una vez más que el capitalismo es capaz de producir muchísimas más mercancías que las que la población está en capacidad de adquirir, es este caso viviendas. La crisis se hizo presente con efectos devastadores para decenas de millones de trabajadores que quedaron sin empleo y, como consecuencia de ello, en muchos casos perdieron también sus casas al no poder pagar las hipotecas que pesaban sobre ellos. También llevó a la quiebra de millones de pequeños y medianos empresarios que vieron desaparecer su patrimonio y ser reducidos a la miseria.
El encontronazo con la realidad fue tan fuerte, la conmoción tan mayúscula, que muchos incrédulos volvieron a leer a Marx y se dieron cuenta de que todo estaba descrito con tal claridad y precisión que quedaron deslumbrados, Marx lo había previsto 140 años antes, en 1867 año en que se publicó el primer tomo de El Capital.
Desde entonces nos dicen que muchos vuelven los ojos a Marx. Pero ¿quién lee a Marx? ¿Con qué propósito lo hacen? Es indiscutible que lo lee la burguesía. Un ejemplo son los gobiernos al servicio de los empresarios han tomado muy en cuenta la existencia de todos los desempleados por la introducción de nuevas tecnologías en la producción, a los que Marx llamó “ejército industrial de reserva”, y han visto la necesidad de crear el seguro del desempleo y las “ayudas” monetarias a los sectores más vulnerables, porque entienden que de no atenderlos el descontento se puede salir de control. Lo estudian para tomar medidas que prolonguen la vida del capitalismo.
También lo lee la pequeña burguesía, los profesionistas, académicos, científicos, la intelectualidad que se maravilla con la claridad y precisión con que Marx desentraña lo que sucede en las crisis. Pero una vez que sus afanes intelectuales quedan satisfechos porque ahora ya conocen algo más sobre el mundo en que viven, se quedan a la expectativa oportunistamente, dudando si no será mejor esperar antes de arriesgarse, o viendo quién se atreve a ponerle el cascabel al gato.
Los proletarios de muchas partes del mundo leen actualmente a Marx y lo leyeron en el pasado. En Rusia se difundió el marxismo muy rápidamente, por los trabajos de Plejánov y su grupo, Lenin y el Partido Socialdemócrata lo aplicaron creadoramente y fueron capaces de realizar la primera revolución socialista, abriendo una nueva era para la humanidad. Gracias a la Tercera Internacional fundada por Lenin el marxismo se difundió por buena parte del mundo y llegó a China donde lo leyeron y se dispusieron a poner en práctica sus enseñanzas, inspirados por Marx y el ejemplo de la Revolución bolchevique fundaron en 1921 el Partido Comunista Chino, y llevaron a los obreros y campesinos al poder en 1949 y empezaron a construir un socialismo adaptado a sus particulares circunstancias.
El espectacular desarrollo de la economía y la sociedad china, que logró la hazaña nunca antes vista en toda la historia de la humanidad, de haber sacado de la pobreza a más de 870 millones de personas, es la prueba palmaria del éxito práctico del marxismo, de que una sociedad mejor organizada que el capitalismo es posible, de que el socialismo sí es capaz de resolver los problemas que aquejan a la humanidad. Los chinos lo hicieron porque los 90 millones de militantes de este partido lo estudian continuamente y luchan de manera denodada por aterrizarlo en acciones en beneficio de su pueblo. Otro éxito resonante fue la forma en que enfrentaron la pandemia del coronavirus, de manera que los fallecidos no pasaron de los siete mil, de los 1,400 millones que son. Por eso estamos seguros de que también saldrán victoriosos de las trampas que les tienden los imperialistas norteamericanos.
En México los trabajadores necesitamos estudiar en serio los principios de esta ciencia fundada por Marx y Engels, y todos los desarrollos posteriores de quienes siguiendo sus enseñanzas han luchado y luchan por construir un mejor futuro para las mayorías.