El 27 de noviembre de 2010 en una boda de ensueño se casaron Enrique Peña Nieto, entonces gobernador del Estado de México, y la actriz de televisión Angélica Rivera. Para ese entonces Peña Nieto ya sonaba como lo que sería dos años después: el presidente de la República.
Aunque no está establecido en la Constitución, tradicionalmente se establece que los gobernantes, sean estatales o el ejecutivo federal, deben estar casados. Esa ha sido la constante en la política.
Ejemplos, como el de Enrique Peña Nieto, o el más reciente de Samuel García y Mariana Rodríguez, sobran. Es la vieja política heredada de la época del priismo.
Esta antigua fórmula de casarse antes de lanzarse a la candidatura presidencial, para dar la imagen correcta, es la que estaría aplicando ahorita Claudia Sheinbaum, actual jefa de Gobierno de la Ciudad de México y, para muchos, la ‘corcholata’ favorita del presidente para sucederlo.
En una plática personal con la presentadora Martha Debayle, Sheinbaum presumió que ya está en planes de casarse con su novio, el físico Jesús María Tarriba.
“Sí y nos vamos a casar. Ya lo decidimos, los dos lo decidimos (…) Es algo lindo y no creas que gran fiesta ni nada”.
No cabe duda que la ‘nueva’ política de Morena es la vieja política del PRI.
