Por Leticia Montagner
A propósito de las celebraciones populares de Todos Santos y del Día de Muertos y más aún con tantas personas fallecidas a causa de la pandemia de Covid-19, vale la pena leer algunas reflexiones en base a la Tanatología.
Como se sabe la Tanatología es una disciplina científica que se encarga de encontrar el sentido al proceso de la muerte, sus ritos y significado concebido como disciplina profesional, que integra a la persona como un ser biológico, psicológico, social y espiritual para vivir en plenitud y buscar su transcendencia.
También se encarga de los duelos derivados de pérdidas significativas que no tengan que ver con la muerte física o enfermos terminales.
Los mexicanos en general, no tenemos tanto miedo a la muerte sino cómo sucederá, tenemos temor de una agonía prolongada o dolorosa. El proceso para aceptar la muerte de un ser querido puede ser hasta de dos años.
Ante la muerte de un amigo, un padre, un hermano o un abuelo la pérdida toma un año en sanarse. El primer año es como si hubiera pasado un huracán. En el segundo comienza la reconstrucción. Pero en el caso de la muerte de un hijo, un divorcio o la muerte de una buena pareja el proceso podría durar dos años. El tiempo no cura todo.
La Tanatóloga Gabriela Pérez Islas señaló en su libro Cómo Curar un Corazón Roto de la Editorial Diana, lo que se puede hacer para aceptar la muerte de su ser querido. Ella es Licenciada en Literatura Latinoamericana; Maestra en Tanatología con especialidades en Codependencia y Familia, Logoterapia, Espiritualidad y Suicidología.
Los cinco pasos del proceso de duelo conocidos como etapas Kübler-Ross, nombre de la Doctora suiza considerada la madre de la Tanatología, son negación, rabia, negociación, depresión y aceptación.
De acuerdo al libro Cómo Curar un Corazón Roto de Editorial Diana, estas son las cinco etapas del duelo:
1.- Negación. Es la conmoción ante una noticia impactante. En esta etapa nos decimos: «no puede ser» o «están equivocados». El duelo puede ser patológico si después de cuatro o seis meses seguimos esperando su regreso, un milagro o simplemente nos rehusamos a aceptar las nuevas condiciones de vida.
2.- Rabia. Es la etapa a la que con mayor frecuencia regresamos. El enojo puede ser contra cualquiera, incluido nosotros mismos o Dios. Hablar y realizar ejercicio ayuda. El alcohol, el exceso de trabajo o la evasión no son recomendables. Puedes romper periódicos, escribir concediéndote en la ficción lo que no puedes obtener en la realidad o simplemente llorar.
3.- Negociación. Es la etapa en la que queremos cambiar y por eso negociamos para obtener nuevos resultados: Si voy a misa todos los domingos, el cáncer desaparecerá, por ejemplo. También solemos hacer cambios en nuestros hábitos de vida, como la alimentación o la diversión. Esto es con el fin de negociar con la vida.
4.- Depresión. Cuando nuestra negociación falla, es fácil caer en la depresión, que es la rabia o el enojo vuelto hacia nosotros mismos. Se siente una tristeza profunda, a veces maquillada de felicidad. El mejor medicamento para la depresión es alguien que nos escuche, pero que no se enganche y sufra con nosotros, sino que nos acompañe en el proceso.
5.- Aceptación. Es cuando entendemos que la pérdida es irreversible y la aceptamos. No quiere decir que nos guste lo que pasó. Es dimensionar la magnitud de la pérdida y decidir voltear a ver las opciones que se abren ante nosotros. Es ponernos metas nuevas, sanas y recuperarnos. Es tener la actitud para seguir adelante.
Algunas sugerencias de Pérez Islas para sanar, son:
Organiza una reunión virtual donde los asistentes cuenten una anécdota del fallecido. Digan por qué cosas van a recordarlo y cómo marcó su vida. Arma una lista con sus canciones favoritas, como si fuera el soundtrack de su vida y compártela con sus seres queridos. Son melodías que nos recuerdan su vida.
Haz una carta donde puedas explayarte y despedirte con todo lo que hubieras querido decirle. Léela en voz alta frente a su fotografía y luego abre la ventana y quémala en un cenicero. Servirá para soltar muchas palabras que se agolpan en tu garganta.
Ya que tengas la urna con las cenizas, las personas más cercanas al fallecido pueden reunirse en un jardín o parque para hacer una oración o un ritual a manera de purificar el dolor y resaltar el amor. Pensar que otros han sufrido y sobrevivido la pérdida nos hace sentir meno solos en nuestro proceso. Convoca a una comida en la que se preparen los platillos que esa persona amaba. Un menú en su memoria. El duelo se acaba, pero el amor no.
leticia_montagner@hotmail.com