Por: Homero Aguirre Enríquez
Ha iniciado en la Cámara de Diputados la discusión de la reforma electoral propuesta por el presidente de la república para controlar las elecciones y desaparecer el Instituto Nacional Electoral tal y como lo conocemos. No hay duda que el Presidente y sus operadores incondicionales echarán mano de todos los recursos a su alcance para eliminar al INE, el contrapeso más importante que le impide colocar en el poder a quien le dé la gana. Dicho en forma coloquial, AMLO quiere ser jugador electoral con un árbitro que le garantice el triunfo durante las próximas décadas, independientemente de la voluntad popular. La oposición no debe permitirlo.
La reforma enviada por los morenistas plantea que el Instituto Nacional Electoral se convierta en el Instituto Nacional de Elecciones y Consultas; disminuir de 11 a siete el número de consejeros y que estos sean electos por voto popular; disminuir el financiamiento público a los partidos y eliminar de tajo los legisladores plurinominales (200 diputados y 32 senadores) así como los organismos electorales estatales. Todo lo anterior, que va envuelto en un falso discurso de austeridad y elevada democracia, es un plan para controlar al INE y convertirlo en un fiel instrumento operador de elecciones a favor del partido del Presidente, plan que ha sido antecedido por una larga campaña de ataques y descalificaciones contra el INE, su presidente y varios consejeros, encabezada por el propio López Obrador para enardecer a sus seguidores y mantener su apoyo en este golpe que ahora pretende darse contra la autoridad electoral constituida constitucionalmente y que es fruto de muchas luchas del pasado por lograr un árbitro electoral imparcial, tan imparcial que reconoció sin ambages el triunfo de AMLO en las elecciones de 2018.
De aprobarse la iniciativa, el gobierno federal tendría amplias posibilidades de inducir el voto popular para hacer que ganen los consejeros electorales afines al Presidente y su partido mediante el uso de los programas sociales de compra de votos que actualmente no tienen ninguna regulación legal y son usados cínicamente a favor de Morena, al mismo tiempo que se eliminaría la representación proporcional de muchos partidos actualmente en la oposición, lo que le daría mayora absoluta a Morena en ambas Cámaras. Los partidos de oposición desaparecerían o se verían reducidos casi a la inoperancia mediante un drástico recorte de recursos públicos, lo que aumentaría su vulnerabilidad ante los ataques y las operaciones para cooptarlos mediante dádivas y amenazas, o una mezcla de ambas. Es decir, mediante caminos formalmente distintos, volveríamos a los tiempos en que las elecciones en México eran controladas por la Secretaría de Gobernación. Algunos miembros destacados de la actual administración federal saben de eso; antaño fueron expertos en todo tipo de maniobras y mapacherías electorales, incluida la “caída del sistema” cuando los votos no les favorecían al PRI, partido al que vendían sus servicios.
La situación es grave y no debe verse con indiferencia por los mexicanos. El INE goza de mucha aceptación entre el pueblo porque es el resultado de una lucha tenaz contra el control gubernamental de las elecciones, lo que antaño volvía casi imposible un triunfo de la oposición, de izquierda o de derecha, contra los candidatos del partido tricolor. Eso hizo que los funcionarios de ese partido se eternizaran en el poder, alentó el surgimiento de actos de corrupción y de prepotencia en el desempeño de sus funciones, al mismo tiempo que se volvió crónica la apatía gubernamental para reducir los niveles de pobreza, la renuncia a su obligación de dotar de servicios a las colonias y pueblos, la proclividad a violar la ley y la indigna incondicionalidad hacia los poderosos grupos empresariales que se enriquecían a manos llenas.
Todos los gobernantes sentían que su futuro como funcionarios estaba asegurado, aunque perdieran las elecciones, porque controlaban a su antojo los procesos electorales. El pueblo sentía que la solución a sus problemas de pobreza, marginación y violencia tenían que pasar por lograr un organismo electoral que les permitiera hacer sentir su inconformidad a través de su voto y ver si así llegaba al poder alguien que cumpliera sus peticiones de salario digno, servicios, educación, salud, transporte y seguridad que eran burladas una y otra vez. Ese hartazgo popular fue lo que llevó a construir un organismo electoral imparcial que ahora lleva el nombre de INE, el mismo que López Obrador quiere dinamitar para volver al poder absoluto, a las elecciones de Estado de las que tanto se quejó cuando era oposición.
Es indispensable preguntarnos por qué quiere AMLO eliminar al INE. Sin exagerar, podemos afirmar que la situación del pueblo ha empeorado durante los cuatro años que lleva en el poder la pomposamente llamada 4T; hay más pobreza, más violencia en todas sus manifestaciones, más migrantes mexicanos que buscan huir de la pobreza y la miseria, un sistema educativo en franca caída y un sistema de salud del tercer mundo que mostró descarnadamente su ineficacia durante la pandemia donde perecieron más de un millón de mexicanos, tanto de Covid-19 como de diabetes y enfermedades cardiacas. Si eso no estuviera ocurriendo y en verdad nuestra patria viviera una transformación positiva, si el pueblo estuviera verdaderamente feliz y prosperando, López Obrador estaría seguro de su triunfo, no temería un descalabro electoral ni se le ocurriría estar buscando como controlar al árbitro electoral, al mismo tiempo que refuerza los controles militares a su favor y dota de cuantiosos recursos públicos a los programas de compra de votos. Morena enseña la zanahoria de los programas sociales y al mismo tiempo prepara un garrotazo si la gente se atreve votar en contra de sus candidatos, que es votar contra su ineficacia como gobierno y la falta de principios de la que hoy hacen gala en sus vergonzosos pleitos intestinos por el poder.
Termino este texto con el llamado que hizo en mayo de 2021 el ingeniero Aquiles Córdova Morán, líder nacional del Movimiento Antorchista, cuando arreció la campaña morenista que hoy se escala aún más contra el principal organismo electoral de México: “Defendamos la autonomía del INE, tal como está o modernizado, porque es parte de nuestro Estado de derecho, pero también porque representa la única posibilidad de cambiar de hombre y de partido en el poder de forma legal y pacífica. Si el Presidente y Morena lo someten o suprimen, tendremos que conformarnos con una dictadura centralista de un solo hombre. ¿Ustedes creen, de verdad, que esta nueva dictadura será mejor que la dictadura perfecta del PRI? Si no lo creen, decídanse a luchar no sólo por más democracia, sino por una vida mejor para todos”.