Homero Aguirre Enríquez
Hace poco, en un spot, el presidente López Obrador presumió que lleva “ahorrados” 2 billones 400 mil millones de pesos, resultado según él de no permitir privilegios fiscales, de combatir el huachicol y la corrupción. Suena bonito, quizá logre engañar a muchos, pero se trata de puras palabras, de acrobacias verbales que no se traducen en dinero contante y sonante para resolver las carencias de la población. Ese dinero, una vez más, no aparece programado en el Proyecto de Presupuesto de Egresos 2023 publicado hace poco por la Secretaría de Hacienda, como no ha aparecido en ninguno de los años que lleva el actual presidente ocupando la silla presidencial. No hay tal ahorro, se trata de un engaño.
El citado documento calcula un incremento de los ingresos de los que dispondrá el Gobierno federal para poder solventar todos los gastos que se propone hacer el próximo año, pero dicho aumento no se basa en incorporar los famosos ahorros que dice el presidente, mismos que solo existen en su imaginación, sino que resultan de calcular, muy optimistamente, el desempeño de diversos indicadores que algunos analistas muy serios han dicho que no se cumplirán.
Por ejemplo, no habrá el crecimiento que se calcula en la economía, lo que se traducirá en menos ingresos por impuestos de todo tipo; el precio del petróleo no se mantendrá en los niveles estimados por el Gobierno, lo que representará miles de millones de pesos menos de ingresos, la inflación será mayor a la que calculan, al igual que el tipo de cambio, por lo que se encarecerá adquirir bienes nacionales e importados; las tasas de interés serán más altas que las calculadas, lo que obligará a pagar más por los créditos adquiridos por el país, etcétera. Lo más seguro es que en la realidad los ingresos serán mucho menores, y se tenga que recurrir a recortes en diversos programas o a la adquisición de más deuda pública, misma que tendrán que pagar las generaciones presentes y sobre todo las venideras.
Al igual que toda la política sexenal de AMLO, el presupuesto de este año no está diseñado para atacar en serio alguno de los problemas estructurales que padece la economía mexicana y tampoco se plantea elevar los ingresos mediante una reforma fiscal progresiva que permita financiar el desarrollo y combatir la pobreza a fondo. Nada de eso. Lo único que se mantiene e incrementa presupuestalmente es el financiamiento a las costosísimas obras que caprichosamente está construyendo el presidente sin haberse demostrado que serán de alguna utilidad. Como el Tren Maya, que el año entrante recibirá 143 mil millones de pesos, un incremento superior al 115%, y que al entrar en funcionamiento será tan costoso e inútil para detonar el desarrollo regional como lo ha sido el Aeropuerto “Internacional” Felipe Ángeles.
También, se asegura un jugoso presupuesto para reforzar la actividad electoral del partido del presidente. Por un lado, se incrementa el presupuesto a las pensiones para adultos mayores, que pasarán de 238, 000 millones asignados este año, a 335,500 millones en el 2023, lo que permitirá, se dice, incrementar las pensiones a 6 mil pesos bimensuales, muy buenos para captar votos entre los más de 10 millones de beneficiarios en ese sector de la población, pero sin que se resuelvan muchas otras necesidades de ese y otros sectores poblacionales.
En este sentido, según el CIEP: “El Paquete Económico 2023 sigue sin tener perspectiva integeneracional, al no contemplar los efectos que las decisiones de hoy tienen implicaciones para los jóvenes, niñas y niños e incluso para las personas que todavía no nacen. Lo anterior lo observamos en la asignación de presupuesto que beneficia a la primera infancia, ya que el gasto dirigido a la población de 0 a 4 años equivaldría a sólo 0.5 % del PIB, mientras que lo destinado a la población de 65 años o más ascendería a 4.5 % del PIB. Aun cuando se conoce que la inversión en primera infancia genera el mayor rendimiento a lo largo de la vida de las personas”. Tiene razón, son muy importantes los niños, pero no lo son tanto para quien unicamente está pensando en obtener votos a corto plazo, pues los niños no votarán en las próximas elecciones.
Con el mismo criterio de rentabilidad electoral, se incrementan los programas de Sembrando Vida (un aumento de 20%) y La Escuela es Nuestra, que ha entregado dinero sin control a comités escolares y es objeto de muchas observaciones de auditores por la poca efectividad técnica y la opacidad en el gasto. Pero como genera adhesiones electorales, le aumentarán un 83% el presupuesto, pues pasa de 14 mil 707 millones a 27 mil 052 millones de pesos.
De ahi en fuera, no hay nada sustancial en el nuevo presupuesto; por donde se le vea, hay estancamiento o franco retroceso. Y no puede ser de otra manera mientras la política de Morena sea recortar en un lado del presupuesto, aunque eso lesione severamente el bienestar a largo plazo de la gente, para aumentar en sus programas de compra de votos a corto plazo. Esto se nota en muchos aspectos, por ejemplo, en el estancamiento en los recursos asignados a educación, salud, infraestructura básica y vivienda, entre otros muchos rubros más. Por ejemplo, el presupuesto para vivienda social sufrirá un recorte de 8.8%, el de Mejoramiento Urbano, 20.1%; el de Reconstrucción, 47% (EL ECONOMISTA, 8 de septiembre).
Así pues, lo que no contiene el presupuesto es un incremento serio en la captación de recursos y en programas serios para combatir a fondo la pobreza. Al igual que otros gobiernos del pasado, el de Morena sólo administrará la pobreza, comprará votos y echará mucha demagogia. Nada más, hasta que el pueblo lo aguante.