Desde hace un mes las campanas de la iglesia de Tepoztlán denuncian la corrupción de una camarilla de representantes populares que vendió “el patrimonio del pueblo”, el replicar es un llamado a la unidad por la defensa de un legado vivo, el cerro del Tepozteco.
El pasado 18 de agosto, los cohetones y las campanas sonaron en los barrios de La Santísima y Santo Domingo, donde congregaron a miles de personas, cansadas de amenazas de despojo de sus tierras, preocupados por la venta del suelo de conservación. Ese día, la gente desconoció a Lucio Cuevas Romero como presidente de la Comisión de bienes comunales y clausuró las oficinas desde donde despachaba. Lucio es el último eslabón de los Cuevas en ocupar la presidencia de la Comisión de bienes comunales, familia que mantiene su control desde hace 9 años.
La suspensión de Cuevas busca detener la venta indiscriminada e ilegal de tierras en las faldas de los cerros, áreas naturales protegidas y suelo de conservación. Pese al desconocimiento popular y la suspensión de Lucio Cuevas Romero, este sigue despachando y otorgando cesiones de derechos a particulares desde la opacidad de una oficina privada llamada la Casa Verde de Monte Castillo en donde realiza asambleas que es imposible llamar públicas y en las que dispone de las tierras comunes a su disposición.
“El pueblo es cada vez más grande, sí, se va a dar ese proceso”, reconoce Alejandro Rojas, miembro del concejo del barrio de Santo Domingo, en el centro de Tepoztlán. “Pero la cosa es que llegan, te invaden y se van agarrando zonas protegidas. Esas tierras nuestros ancestros las han cuidado ¡Uy, desde cuándo! Para que unos pocos comuneros lo vean como que es una mina de billetes ¡Pues no!”.
Cercan los campos en las faldas del Tepozteco
Los pobladores del barrio más cercano, el de Santo Domingo, cuentan en bromas que podrían abrir un paseo como los de Hollywood, en los que suben a los turistas a un camión y los llevan a admirar las casas y mansiones de políticos y artistas que abundan en donde antes había bosques y cultivos.
El inicio de la urbanización, recorta el paisaje y hace más difícil el paso hacia los cerros cuando hay incendios, dificulta su control e interrumpen el paso de los hilos de agua que surtían los arroyos que pasaban por las calles de Tepoztlán.
“Antes era raro que se secaran los ríos, por eso vez tantos puentes; después, empezaron a ser nada más de temporal, hasta que los temporales se recortaron a algunos días”, cuenta uno de los miembros del concejo del barrio de Santo Domingo.
En internet abundan los anuncios donde se ofertan los terrenos de las faldas del Tepozteco: “Vista hermosa y paso de agua, la tranquilidad y armonía de la naturaleza a un paso”. “Ubicación preferencial que deleita con una vista panorámica espectacular, bosques con flora y fauna endémicos que crean recintos de tranquilidad y armonía”; “versátiles terrenos ideales para residencias de descanso o para los inversionistas que buscan emprender con un jardín de eventos, un restaurante o un hotel”.
Los anteriores sobresalen en páginas de internet como Trovit, iCasas, Casas Mitula, Metros Cúbicos y Vivanuncios, que se ofrecen terrenos de tres a 15 hectáreas, con precios que van desde mil 500 a 4 mil pesos por metro cuadrado, por supuesto, con cesión de derechos y documentos en regla.
La venta de estos terrenos se ha agudizado en la última década, acelerando el proceso de crecimiento urbano de Tepoztlán, que inició en 1937, cuando Lázaro Cárdenas abrió la carretera a Cuautla y que en 1985 tuvo un boom de chilangos aterrados por el sismo que se repitió en 2017.
La gota que derramó el monte: un trascabo en el cerro
Una semana antes de que miles de pobladores manifestaran su repudio a la administración de Bienes Comunales, la Procuraduría Federal de Protección Ambiental clausuró el trabajo de un trascabo en un camino rural entre el pueblo de San Juan y Tepoztlán. Esta fue la señal de hartazgo que unió a la gente, según se dice.
Desde hace tres años pobladores del barrio de Santo Domingo observaron que gente de San Juan buscaba abrir un camino a través de la cañada de San Jerónimo, que no solo llega a San Juan Tlacotenco, sino que comunica a la conocida curva de La Pera, en la autopista de la Ciudad de México a Tepoztlán.
Ante los reclamos de los brigadistas forestales y de los pobladores de Santo Domingo, la gente de San Juan Tlacotenco respondió que se trataba del mantenimiento de una brecha cortafuego, versión que se cayó con la llegada de un trascabo y maquinaria pesada a la que eventualmente alcanzó una suspensión de la Profepa.
Ahora, tanto los pobladores de Santo Domingo como de otros barrios y pueblos de Tepoztlán buscan una nueva representación de bienes comunales que proteja el patrimonio ambiental y social que guardan los montes del lugar.