Carmen Guevara, David Bautista, Marianela Morán, Silvanna Mortera y Karen Santos
El dinero que perciben más de 1.4 millones de poblanos es insuficiente para comprar la canasta básica; y los obliga a vivir con hambre, ya que los salarios son muy bajos, el desempleo aumenta y el trabajo informal se extiende.
Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), estos habitantes de Puebla representan a más de la mitad de la Población Económicamente Activa (PEA) que, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), corresponde a dos millones 777 mil 798 personas.
Además, el 70.4 por ciento de la PEA se halla en la informalidad; y estos siete de cada 10 poblanos sin empleo formal carecen de salarios fijos, atención médica, seguridad social y derechos laborales.
Según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (Enoe) del Inegi, del total de la PEA en Puebla, dos millones 88 mil 620 ganan hasta dos salarios mínimos; uno de cada 10 (9.5 por ciento) realiza actividades sin ingreso fijo; 814 mil 176 poblanos, (29.3 por ciento), tres de cada 10, reciben menos de un salario mínimo (172.87 pesos); y solo el 0.18 por ciento (cinco mil 43) gana más de 10 salarios mínimos.
Es decir, los poblanos que apenas ganan un salario mínimo al mes sobreviven con cinco mil 255 pesos o menos; y el 0.18 que gana más de 10 salarios mínimos percibe alrededor de 51 mil 600 pesos mensuales.
El informe Ingresos y Gastos de los Hogares 2020 del Inegi revela que las familias ubicadas en la clase baja destinan entre el 40 y el 52 por ciento de sus ingresos a la alimentación; el estrato medio, el 30 por ciento; y la clase alta, solo el 25 por ciento. En otras palabras, las personas de clase baja gastan entre dos mil 100 y dos mil 732 en el consumo de alimentos.
Sin embargo, debido a la inflación que en junio de 2022 alcanzó el 7.55 por ciento en el estado, los poblanos han debido modificar sus hábitos de consumo; algunos han cambiado a productos más baratos o ya no compran otros para economizar.
Datos del Coneval indican que el precio de la canasta alimentaria que se consume en las zonas rurales se incrementó el 12.7 por ciento y en junio pasado se ubicó en mil 544.88 pesos mensuales; mientras que en las zonas urbanas se elevó a dos mil 11.99 pesos, el 12.2 por ciento.
“Solo frijolitos y tortillas”
En la zona norte de la capital poblana hay una colonia de no más de 750 familias olvidadas al lado de un área industrial. Sus habitantes viven en la pobreza y carecen de servicios urbanos básicos; buzos platicó con don Sabino Montes Dolores, quien vive con su esposa y seis hijos.
Él trabaja como pepenador y ella atiende un pequeño bazar. Actualmente está herido porque se cayó de la azotea por llenar su rotoplás.
Esta familia come carne una vez al mes, si bien le va. Su dieta básica es “tortilla, frijolitos, sopita y verduras de temporada. No hay para más”. Muchas veces sobreviven con cosas que les donan sus vecinos.
En situación similar se encuentra una de sus vecinas, Flora Carrera González. En su familia son cuatro: su esposo trabaja como transportista y visita su hogar cada 15 o 20 días; sus dos hijos, uno de 17 años y uno de 14, quien lamentablemente está bajo un tratamiento médico que cuesta dos mil 200 pesos mensuales. Ninguno de los jóvenes va a la escuela.
“Ahorita que son tiempos de lluvia, pues nos acompletamos con quelites porque como son de agua, pues hay muchos; todas esas hierbas que son de agua ahorita es lo que comemos. La carne no, solo cuando viene mi esposo que es cada 20 días casi; solo cuando él viene que trae dinero, cuando solo estoy con mis hijos, pues no, solo frijolitos”. Tampoco consumen pollo, aceites y lácteos porque son muy caros.
Al cierre de la primera quincena de abril, la inflación en Puebla se colocó en 7.30 por ciento y fue considerada por el Inegi como la más alta de los últimos 20 años.
Los productos más afectados por el alza en los precios fueron el jitomate, con un aumento del 16.65 por ciento; chile serrano, con un 15.16 por ciento; el aguacate con un 4.73 por ciento; el pollo con un 1.74 por ciento; la tortilla de maíz con un 1.14 por ciento, y la gasolina de bajo octanaje con el 0.80 por ciento.
Otra de las vecinas sabe muy bien esto de los precios: Felipa Pérez Romero tiene una pequeña tienda de abarrotes en la colonia; pero “apenas le sale para lo básico”, pues los clientes se han espantado con la inflación.
“Sí, pues con el alza de los precios, la clientela disminuye. Y yo los entiendo, nosotros con dos mil pesos comprábamos varias cosillas para surtir, ahora no. Cada vez traigo menos por lo mismo, porque ya no me alcanza; y pues lo mismo con la gente. Ya no compran un kilo de huevo, ahora compran medio… y así con todo lo que consumen las familias; y pues hasta nosotros”, agregó.
En la Mixteca no hay trabajo
Un hombre con el rostro y los brazos quemados por el sol, con las manos ásperas por las largas jornadas de trabajo que ha realizado durante su vida, viste dos prendas deterioradas y con agujeros; es Herminio Hernández Sánchez, tiene 40 años, es originario del municipio de Ahuatlán; no cuenta con un trabajo formal y busca alguna forma de ganarse algunos pesos para llevarle tortillas a su familia, que vive al día.
Ahora trabaja en la carretera de Epatlán-Coatzingo tapando con piedras y tierra los baches, actividad por la que pide unos pesos a los automovilistas que pasan por ahí.
“He tenido, a lo largo de mi vida, varios trabajos, todos informales porque no hay más. He trabajado en la producción de jitomates, de peón, cortando uvas en Sonora; hoy en los baches, cualquier trabajito que sea limpio, honesto. Es que hay que salir adelante con la familia, hay que sacar los centavitos para ayudarse con la familia. Lo cierto es que no me alcanza. A veces alguien de la familia se enferma y ahí destinamos lo que gano. Me alcanza para comprar una pequeña parte de los alimentos, lo más importante: maíz, frijol, azúcar, huevos y otros pequeños productos”, cuenta a buzos mientras hace una pausa en su labor.
Su familia se integra con dos hijos, su esposa y él. Su hijo mayor y él sustentan la casa. Su petición es una: “que tenga trabajo el pueblo en sus municipios… Que no tengan la necesidad de salir a otros lugares a sufrir, arriesgando su vida. Si hubiera trabajo aquí en nuestra tierra no saldríamos a sufrir en tierras lejanas, porque se sufre y se paga por la comida, por el agua, por el hospedaje; y al final qué te queda: ya no te queda nada. Trabajo, eso pedimos”.
Hermino siguió tapando los baches de la carretera con su pala, quitando el deslave de la carretera, esperando alguna moneda de los automovilistas quienes, al igual que él, se encuentran en la pobreza y la marginación.
Avanzando un poco más, la Mixteca ofrece otro cruel retrato de la pobreza que impera en las comunidades. Acatlán pertenece a los municipios más grandes de Puebla, el tercero en extensión; pero su pobreza también es abrumadora. En este municipio encontramos a cuatro menores de edad que sufren la pérdida de su madre.
A Maribel Durán Mendoza le detectaron un tumor canceroso en la cabeza; era difícil de curar. Maribel no pudo luchar contra esta enfermedad y murió a los 38 años; dejó a cuatro huérfanos. Cristian, el más pequeño, de apenas un año cinco meses; Fernanda, de 10 años; Mauricio, de 12; y Luis Alberto, de 17 años, quien dejó la escuela para trabajar y ver por sus hermanos.
Ahora es el sustento de los cuatro. Maribel no tuvo el dinero suficiente para tratar su cáncer; sus padres se la llevaron a la comunidad de Santa Inés para sepultar sus restos. Vivía en el barrio de La Palma, en la zona donde habitan los más pobres, ahí donde ellos relatan que los políticos solo llegan cuando necesitan el voto, ya no vuelven después.
Sus familiares se quejan de que ninguna autoridad los ha apoyado. Las familias que viven en el barrio de La Palma aseguran que no reciben ninguna despensa; y hay personas que tienen más de 65 años y no tienen el apoyo de la Secretaría del Bienestar; tampoco saben cómo solicitarlo porque nadie los visita para orientarlos.
“Aquí estamos olvidados, no recibimos ningún apoyo del DIF. Los políticos solo vienen en campaña”, denunció en tono afligido un habitante.
En el campo, la deuda pendiente
Una larga trenza decora su rostro cobrizo por el Sol. Su ceño marcado se acentúa cuando habla español, pues en sus facciones surge espontáneo el coraje que le causan compromisos incumplidos del Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Se expresa con la belleza de una persona que habla dos lenguas (náhuatl y español) y el tono alto de quien exige con energía una vida digna para su familia y su pueblo. Es doña María Paulina Tinixcal, de 34 años, que trabaja con otras mujeres en el campo para cosechar un poco de maíz y frijol.
Es oriunda de la comunidad Agua Fría de Ahuacatlán, en la Sierra Norte, uno de los 25 municipios más pobres del estado de Puebla, con un índice de marginación de 0.78 por ciento, considerado como alto por el Consejo Nacional de Población (Conapo) en 2020.
En ese municipio habitan 14 mil 542 personas, de las cuales nueve mil 621 (66 por ciento) se encuentran en situación de pobreza, el 57.73 por ciento son mayores de 15 años sin educación básica; y el 87.93 por ciento de los habitantes alcanzan, apenas, ingresos menores a dos salarios mínimos
Cruza sus brazos y frota sus palmas con el suéter arremangado, mira a un lado y las comisuras de sus labios bajan: “la estamos pasando mal, porque ahorita sube más el maíz, vale como de a 480 el bulto. No alcanza el dinero, más valen las cosas. Lo que el Presidente dijo cuando entró dijo es que va a haber apoyo, pero no hay. No hay trabajo”.
María Paulina y sus compañeras de la comunidad trabajan en las parcelas para ahorrar el pago de jornaleros. Cuando alguna de las señoras requiere apoyo para limpiar el terreno o alguna otra labor durante el periodo de siembra y cosecha, ella llega con su azadón, a veces con el apoyo de sus hijos, para apoyar; pues sabe que cuando ella lo requiere también ahí están sus vecinas.
“Nada más tengo ese terrenito, chiquito; nos vamos apoyando entre todas. Siembro maíz y frijol y le echamos abono; pero del que sacamos de los animales y de lo que barremos de la cocina, de las verduras para la comida, ahí lo echamos. Nada más nosotros lo cuidamos; no alcanza para comprar fertilizante”, explicó.
El poco dinero que su esposo le envía apenas alcanza para la alimentación, por lo que no puede fertilizar su tierra; de ahí que la cosecha que obtiene, apenas alcanza para el autoconsumo de un mes; y después a comprar a altos precios en la tienda.
Las campesinas de Puebla enfrentan críticas condiciones de desigualdad, exclusión y violencia. Puebla es una de las entidades con mayor población indígena, con 615 mil 622 personas, que representan cerca del 10 por ciento de la población total del estado.
La mayoría de esta población se dedica al campo, sobre todo a la agricultura de autoconsumo, como María Paulina. Y, como ella, los campesinos sufren las condiciones precarias en todo México.