Martín Antonio Escamilla Meza
Ante los hechos de violencia, de personas desaparecidas y de víctimas de la inseguridad que han ocurrido y existen a nivel nacional, estatal y también en Tehuacán, considerada la segunda ciudad más importante de Puebla, el obispo de la Diócesis, Gonzalo Alonso Calzada Guerrero, hizo un llamado a toda la ciudadanía para sumarse a la marcha por la paz, que se organizó y llevó a cabo el pasado 29 de julio con una asistencia de aproximadamente 3 mil ciudadanos.
La marcha, denominada “Unidos por la paz”, estuvo encabezada por el obispo diocesano, Gonzalo Alonso Calzada Guerrero, contó con la participación de eclesiásticos, académicos, empresarios, organizaciones de la sociedad civil, autoridades civiles y ciudadanos en general. Partió de la Plaza Teohuacan y culminó en el parque Jardín Guadalupeen donde hubo pronunciamientos como el del presidente municipal, Pedro Tepole Hernández, quien hizo un llamado para que todos juntos, en armonía con la familia, escuchando y recuperando nuestros valores universales y pidiendo por favor las cosas, construyamos la paz.
La marcha y sus objetivos están plenamente justificados. De acuerdo con el informe sobre la incidencia delictiva del fuero común en Tehuacán tan solo en el periodo enero-junio 2022, se han contabilizado un total de 1,951 delitos, de los cuales 21 han sido homicidios dolosos (léase ejecuciones), lesiones dolosas 121, robo a casa habitación 83, robo de vehículo automotor 275, robo a transeúnte 190 (de ellos 152 con violencia), robo a negocio 162 (90 con violencia), desaparición de personas 38. La ciudadanía está en manos de la inseguridad.
De los pronunciamientos durante el mitin, quiero destacar algunos fragmentos del expresado por el rector de la UPAEP, campus Tehuacán, licenciado Antonio Vieyra. Primero citó a San Juan Pablo II: “Que nadie se haga ilusiones de que la simple ausencia de guerra, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera; no hay paz si no viene acompañada de equidad, verdad, justicia y solidaridad”. Posteriormente planteó que la principal palestra educativa en la sociedad es la familia, por lo que es necesario salvaguardarla, pero que la educación académica también es básica para transformar la sociedad, por una mejor, y que, para ello, hay que establecer dinámicas que nos inviten al diálogo, a reconocer y a admirar las diferencias, para generar un ambiente propenso. Sin embargo, denunció que eso no es posible cuando todos los días se convoca a la polarización, que es momento de pasar del egoísmo y la polarización al establecimiento de puentes de diálogo, con el objetivo de establecer un ambiente de paz social.
De acuerdo con San Juan Pablo II y con el señor rector: la paz verdadera no solo es ausencia de guerra; debe haber para todos los ciudadanos equidad y justicia, entendidas estas como la distribución de la riqueza material y de la cultura de acuerdo con las necesidades vitales del ser humana bajo el principio de la solidaridad que se refiere a ayudar al necesitado sin recibir nada a cambio y a los lazos que unen a los miembros de una sociedad entre sí, en torno a intereses comunes como el progreso, el desarrollo y la paz para todos. Pero ¿a quién se refería el señor rector? ¿Quién o quiénes convocan a la polarización todos los días? Por mi mente apareció Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, Miguel Barbosa Huerta, gobernador de Puebla, y su partido Morena.
También conviene destacar lo dicho por el Monseñor Gonzalo Alonso Calzada Guerrero, Obispo de la Diócesis de Tehuacán, principal organizador de la marcha “Unidos por la paz”. Por el estrecho vínculo de la Iglesia Católica con la población, Monseñor expresó el sentimiento de la inmensa mayoría, dijo: “Esta marcha es un grito que expresa el anhelo que hay en el corazón de los tehuacaneros: ¡Basta de violencia, queremos paz!”. Además, sostuvo que para lograrlo es necesario el compromiso de todos los sectores: “familias, escuelas, autoridades civiles, empresarios, organizaciones no gubernamentales, iglesias”, es decir, digo yo, con una política de inclusión y no de exclusión como ocurre en la política que implementan la mayoría de los gobernantes, salvo raras y honrosas excepciones. Y culminó su discurso diciendo: “Volvamos a casa pensando en la paz, necesitamos paz, pero sabiendo que la paz requiere gestos concretos como el perdonar y la promoción de la justicia, sin justicia no hay paz verdadera”, o sea, vuelvo a decir yo, coincidiendo con San Juan Pablo II. “Miremos hacia el futuro con una actitud positiva y llena de esperanza, que se mire siempre no el mal que nos divide sino el bien que nos puede unir, que Dios bendiga a Tehuacán con la paz”. Nadie podría ni debería estar en contra de estos discursos. Y todos deberíamos obrar en consecuencia.
El Movimiento Antorchista considera que solo cambiando el modelo económico neoliberal, que impera ahora con mayor vigor en los tiempos de la 4T, y que es el culpable de la desigualdad, de la pobreza y, por ende, de la inseguridad, se puede lograr la equidad, la justicia y solidaridad para el bien de todos; sostiene también que eso solo será posible con la movilización organizada de la mayoría de la población, por eso fue y es muy importante la “Marcha Unidos por la Paz”.