Por Leticia Montagner
Una tintorera obligó a desalojar una playa en Benidorm, España, hace un año. El ejemplar de tiburón, de dos metros y 60 kilos se desorientó y acabó en una zona llena de bañistas; un equipo de rescate de Oceanográfica de Valencia consiguió capturarlo y tras unas pruebas, comprobó que tenía un buen estado de salud y lo devolvió al mar.
El mismo ejemplar fue localizado en el municipio El Campello, 30 kilómetros al sur. Al día siguiente, se encontró su cuerpo sin vida en esa localidad. La causa de la muerte era una herida bajo el párpado del animal, que ya podía observarse en algunos vídeos grabados por el Servicio Marítimo de la Policía Local y que es compatible con el ataque de un pez espada.
Este tipo de agresiones era un misterio para los científicos hasta hace poco, pero una serie de casos recientes ha encausado investigaciones sobre las relaciones entre estos animales.
De acuerdo al diario español El País, el primer caso de tiburón muerto por el ataque de un pez espada del que se tiene constancia científica ocurrió en Valencia en 2016, ya que fue encontrado agonizando en una playa cercana.
Las pruebas posteriores detectaron un fragmento de espada de 18 centímetros incrustado en su cerebro que atravesaba completamente y partía en dos el cerebro del tiburón, explicó Jaime Penadés, Investigador de la Unidad de Zoología Marina de la Universidad de Valencia, encargado de la necropsia del ejemplar de Benidorm.
Fue una llamada de atención a la comunidad científica para comprobar si había más indicios de este tipo de ataques.
Desde entonces, se han publicado noticias similares desde Italia y Libia. Para junio de 2019, el grupo de Penadés había conseguido documentar otras cinco agresiones, aunque desde entonces han encontrado nuevos casos, donde las estocadas siguen un mismo patrón.
Los ataques son a la cabeza, por lo que hay una intencionalidad por parte del pez espada y no es un ataque fortuito. Además, es muy certero porque va a los ojos o al cerebro, que son estructuras vitales, aseguró Penadés.
Debido a los pocos datos disponibles, resulta complejo saber si los ataques a otras zonas del cuerpo también son habituales. Del mismo modo, los investigadores desconocen si se trata de una agresión de los peces espada o en defensa propia, aunque Penadés sospecha que, debido al menor tamaño de estos, es probable que busquen defenderse.
El principal escollo para encontrar más muestras de estos ataques es que los tiburones no flotan pues es difícil que acabe varado. Con los delfines es más fácil porque flotan, pero los tiburones normalmente se hunden, dijo Penadés.
Además, estos enfrentamientos ocurren a bajas profundidades, lo que dificulta más su estudio. A eso, hay que sumar que las pruebas necesarias para detectar estos fragmentos no se hacen de forma rutinaria. Normalmente, en una necropsia se saca líquido encefalorraquídeo, pero no se abre el cráneo ni se hace una disección completa, aseguró el experto.
Por fortuna para los investigadores, la Red de Varamientos de la Comunidad Valenciana tiene registros de los especímenes encontrados en las aguas de esta comunidad, lo que les permitió repasar las condiciones en las que habían llegado algunos ejemplares.
Con la ayuda de la Fundación Oceanográfica consiguieron realizar varios Rayos X y descubrieron un tiburón que tenía un trozo de espada ya cicatrizado dentro del cráneo; era un animal que había sobrevivido al ataque de un pez espada.
La explicación del porqué están detectando más este tipo de ataques es que podría haber una causa que los provocara, como el calentamiento global, pero actualmente no tienen datos para certificarlo.
La ciencia había registrado numerosos casos de tortugas, ballenas o pequeños barcos empalados por peces espada.Incluso se han hallado puntas clavadas en flotadores utilizados en minas antisubmarinas utilizadas durante la Segunda Guerra Mundial. Pero los enfrentamientos entre peces espada y tiburones solo aparecían en algunos libros, en historias de algunos pescadores.
Alex Bartolí, biólogo de la organización para la conservación de la biodiversidad marina Submon, rechaza este argumento. En su opinión, estos ataques son fortuitos y se producirían al cazar.
Dentro de los bancos de peces, todos los depredadores están intentando atrapar lo que pueden. Los peces espada van moviendo la espada para golpear a los peces pequeños y, una vez quedan aturdidos, se los comen. En esta vorágine, los depredadores pasan a gran velocidad y se producen colisiones.
Es una hipótesis que queda abierta y a partir de aquí habrá que contrastar evidencias, pero hasta que no haya más casos, cuesta imaginar una pelea entre una tintorera y un pez espada, dijo el biólogo. La duda, pues, sigue abierta.
leticia_montagner@hotmail.com