Vania Mejía
La última vez que vi al maestro Víctor Puebla fue en Texcoco, hace 15 años. La enfermedad lo había afectado físicamente, pero su fuerza y convicción se mantenían intocables. No solo no flaqueaba ante la muerte, sino que luchaba como un guerrero y nos daba palabras de ánimo a nosotros (que, a pesar de querer disimularlo, teníamos miedo). Vaya ejemplo de valentía ante la adversidad: nos dio una última clase de teatro días antes de partir, y en esta clase se condensan enseñanzas invaluables de lo que debe hacer un antorchista cuyo frente es el arte. Quince años de aquel terrible mensaje que nos informara su muerte, la muerte de quien fuera nuestro padre y madre teatral, como él mismo nos decía; 15 años de que las oficinas de Antorcha se llenaran de gente para recibirlo y aplaudirlo en su última función; 15 años de que actuara tan bien, que pudimos decir de él como se dijo en su momento de uno de sus dramaturgos favoritos: “Aquí yace Molière, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien”. Así el maestro Víctor, aquel día lo hizo tan bien, dio su última función en ese patio en el que tantas risas, lágrimas y reflexiones había sacado… Lloramos, ¡cuánto lloramos aquella noche! Pero también actuamos, cantamos, bailamos, hablamos, recordamos, celebramos la vida consecuente de un hombre que puso su arte, su creatividad, su pasión, su trabajo, al servicio de los más humildes del país.
Quince años sin la presencia física de “El Divo de Puebla”, sin verlo sentado a la entrada de las oficinas a la espera de todos sus muchachos para iniciar el ensayo; sin que su voz resuene en los teatros, casas de cultura, calles, canchas, atrios, etc.; sin escucharlo cantar a José Alfredo en el Alero; sin verlo partir en su trocotina; sin verlo, sin verlo, 15 años sin verlo. Pero, como dijo Manuel Acuña: “Que al fin de la existencia transitoria / a la que tanto nuestro afán se adhiere, / la materia, inmortal como la gloria, / cambia de formas; pero nunca muere”. Si bien es cierto que físicamente no lo vemos, que no vemos su rostro y su risa, que no podemos abrazarlo cuando estamos tristes ni actuar con él, Víctor Puebla sigue tan presente como antaño, está aquí: en calles, escuelas, colonias de todo el país que llevan su nombre; está aquí, en una comisión cultural a la que él perteneciera; está aquí, en una Compañía de Teatro que él fundara y que todos los días trabaja para seguir su legado; está aquí, en miles de campesinos, colonos, obreros, estudiantes o trabajadores humildes a quienes enseñó el teatro por primera vez; Víctor Puebla no ha muerto ni morirá porque los hombres buenos, cuya vida se pone a disposición de las mayorías, quedan guardados en la mente y el corazón de estas mismas y eso posibilita que trasciendan en el tiempo y el espacio.
Estamos a unos días de celebrar el VI Festival de Teatro “Víctor Puebla”, y es imposible no pensar en el primero que realizamos en 2017, cuando se cumplían 10 años de su ausencia. Cualquiera que se dedique al arte sabe que realizar festivales no es tarea sencilla, se necesitan muchos recursos: humanos, materiales, monetarios y en un país como el nuestro es casi imposible encontrar este último apoyo. Así como Víctor se cruzó con Antorcha, cientos de jóvenes hemos tenido la misma fortuna y eso ha posibilitado que, gracias al trabajo colectivo, nuestro festival siga vivo.
Los tres primeros fueron presenciales y fueron muy exitosos: a la gente le gusta el teatro; todos nuestros foros se llenaron, ¡todos! Debido a la pandemia los dos anteriores se trasladaron a la virtualidad, lo cual no es muestra de debilidad sino de compromiso: ante la adversidad no podíamos dejar de hacer algo que la gente necesita y quiere ¡teatro antorchista! Todo tiene la pinta de que este año volveremos a las actividades presenciales, al teatro. Se tomarán las medidas sanitarias necesarias, pero no podemos dejar pasar la ocasión; no lo hacemos sólo por mero afán de venerar a Víctor Puebla, por mera vanidad, ¡no!, quien lo conoció sabe que era un hombre humilde y que eso no le hubiera gustado en absoluto. Lo hacemos para recordarlo a través de sus enseñanzas, para seguir llevando arte a los oprimidos de la patria, para seguir luchando con nuestro oficio como él lo hiciera hasta su último suspiro.
Este 21 de julio se cumplen 15 años de que se bajara el telón de su vida e iniciara su función en la eternidad. El 30 y 31 de julio se presentarán cuatro obras en tres foros distintos; con mucho gusto invitamos a todos a disfrutar de este banquete teatral. Primera llamada, primera. Maestro Víctor, cual Espergencia, vaya arreglándose porque su fiesta ¡está a punto de comenzar!